La abogada defensora de los DDHH falleció en Oruro abandonada y sin asistencia médica.
La abogada orureña Gladys Yucra. Foto: Archivo
Humberto Apaza / Oruro
Gladys Yucra pidió auxilio durante siete días. Le dolía todo el cuerpo. Tenía tos y alta temperatura. No podía ni siquiera hacer pasar agua por la garganta, pero tenía sed. Su alimentación había disminuido notoriamente. No tenía ni posibilidades económicas. Vivía sola y no sabía qué hacer en su cuarto, encerrada durante 41 días. Al final, se sentó en una silla de su cocina y murió sin atención médica el 24 de abril de 2020.
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Siete días antes de la muerte, Gladys llamó por teléfono a uno de los amigos y reveló los malestares que tenía. Dijo que pidió ayuda a todas partes, pero nadie le hizo caso. Llamó a la Alcaldía y el teléfono sonaba y sonaba sin respuesta. Pidió auxilio al Hospital General, que se encuentra a dos cuadras del lugar donde vivía ella y nada. Reclamó una ambulancia para su traslado y tampoco. Los vecinos, a pesar de la cuarentena, se conmovieron. Uno de los vecinos, que vivía en una casa aledaña, llamó al teléfono 52-67111, el número habilitado para atender casos del Covid -19, pero (era como para morirse de rabia) el encargado le pidió que le tome la temperatura y la presión y que le pase los datos por teléfono.
¿Qué manera de atender casos de emergencia? ¿Qué clase de funcionario colocaron en el teléfono habilitado para atender casos de coronavirus? ¿No parecía ser médico? ¿Tampoco enfermera? Parece que era un policía, porque ordenaba. El vecino le dijo que no podía tomarle la temperatura, por temor al contagio del virus. “Esa es obligación de ustedes. Para eso les paga el Estado”, contestó. Además, no tenía termómetro a la mano y tampoco podía salir por la cuarentena y no sabía cómo podía tomar la presión. “Si usted no hace eso, no podemos ayudarle”, dijo el funcionario prepotente y cortó la llamada.
Los vecinos se alarmaron y uno de ellos tuvo que enfrentar la realidad. Tomó las previsiones sanitarias, tocó la puerta de la casa donde vivía Gladys Yucra y ella, a pesar del malestar que tenía, logró abrir y explicar su dramática situación. En forma inmediata, caminando, tuvieron que ir hasta el Hospital General. Eran dos cuadras y bajaron apenas por la calle San Felipe, desde la calle La Plata hasta la 6 de Octubre. La primera preocupación era encontrar el consultorio de emergencias. Lamentablemente, tampoco querían atenderla. Se hizo una larga espera y una y otra explicación y las enfermeras no querían ni hacerla entrar para que consulte con el médico. A tanto reclamo y a mucha insistencia, como haciéndole un favor, la hicieron entrar. El médico de turno, con barbijo y guantes latex, le miró los ojos, la boca y le preguntó los dolores. Ella contó que estaba mal y que no podía respirar y que a veces sentía que el corazón latía muy fuerte. La revisión terminó en 20 minutos y emitió una receta, con un inyectable y unas pastillas. Eso era todo. No quería internarla y, al final, le dijo que se tome la temperatura y la presión cada día. El médico dijo que ella no quería ser internada, pero ella sentía que el médico le había dado “certificado de defunción”. No le explicó nada. No le dijo qué es lo que tenía y si estaba con coronavirus. Tampoco le tomó las muestras para el Covid 19.
Gladys Yucra no tenía fuerzas para nada, ni para levantar los pies. Su peso había disminuido. El último día de vida, ella estaba hinchada. No podía salir a la calle por la cuarentena. Ella, en su calidad de abogada y defensora de los derechos humanos, ex vicepresidente de la Asamblea de Derechos Humanos, se preocupó siempre por los demás, especialmente por las mujeres. Durante los últimos siete días de su vida, nadie quiso ayudarla por temor a la pandemia, ni siquiera los médicos. Los vecinos la encontraron sin vida, sentada en su cocina, el 25 de abril. La prueba del Covid 19 se realizó el domingo 26 de abril, a 24 horas después de su deceso.
La muestra se envió a La Paz y llegó negativo después de cuatro días. Sin embargo, sus restos fueron cremados, por razones de seguridad y por miedo al contagio. Así se terminó la vida de una mujer, joven.
Fuente: paginasiete.bo