Un sueño opacado


Juan de Dios Villarroel*

Todas las sociedades tienen grandes soñadores, algunos con sus emprendimientos, otros con mandar sus ideas al espacio y otros con las causas sociales más grandes que sus países puedan llegar a demandar.

Hemos peleado contra el miedo, contra el abuso y la intolerancia, nos hemos rebelado contra la corrupción y le hemos puesto el esfuerzo al objetivo mayor de avanzar hacia la libertad.



Pareciera que la hazaña que conseguimos en las calles no vale nada para una clase política que no entendió el pedido real, un cambio de historia, no solamente de persona o de un partido.

Siento que mientras más nos alejamos de la tiranía o vamos hacia el fondo del espacio, más nuestras debilidades humanas tratan de imponerse, creándonos la peor de las taras mentales que puede haber, la creencia de que “Así va ser siempre”

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Cuando más que nunca la oportunidad de soñar realmente escasea, nos encontramos con estos reveses, con un boomerang de amenazas que viene con la intención de hacernos retroceder en nuestras aspiraciones.

Soñé con unas elecciones brillantes para Bolivia, soñé con un ejemplo de institucionalidad y con un envión muy fuerte de hacer justicia entre tanta injusticia regada, pero fracasaron. Rotundamente fracasaron.

El oportunismo y la complicidad sacó lo peor de cada uno o quizás lo más real de cada uno en lo que se puede llegar a ser.

Nuestras sociedades recordarán estos tiempos, solo si nosotros hacemos nuestra parte, seguir denunciando lo incorrecto, dejando el silencio cómplice de lado. Actuando desde lo mínimo de un recuadro negro en Instagram, hasta en el grito natural de nuestra presencia en las calles.

 

“El costo de la libertad es su vigilancia eterna” – Thomas Jefferson

 

 

Asesor Comunicacional*