El primer error de los mandatarios

 

Un canciller, primer ministro, presidente, gobernador, alcalde; sea cual fuera la denominación que utilicemos para referirnos al individuo que tiene bajo su cargo y responsabilidad un mandato de gobierno, requiere de personas aptas y competentes sobre las cuales apoyarse en la resolución de los asuntos de Estado.



Llámeseles consejeros, secretarios o ministros, deben ser elegidos por el gobernante en base su intelecto, inteligencia, astucia, conocimiento, habilidad, prudencia y virtud que tengan sobre el manejo de la cosa pública (seguridad interna, defensa, salud, educación, economía, etc.); es decir, debe estar rodeado de elemento humano calificado que le permita tomar las decisiones más convenientes y prudentes durante la gestión pública.

Hace ya más de 500 años, Maquiavelo trató este tema señalando que una de las cosas MÁS IMPORTANTES para el príncipe es la elección de sus ministros; ya que depende del buen juicio y prudencia del soberano que sus consejeros sean buenos o no; esto significa que el mandatario es TOTALMENTE RESPONSABLE de la decisión asumida para escoger y mantener en el cargo a cualquier colaborador suyo; si las mujeres y hombres demuestran capacidad y lealtad hacia él, entonces lo tendremos por prudente y virtuoso porque eligió bien.

Por el contrario, si estos consejeros o ministros reúnen condiciones opuestas a las señaladas anteriormente y demuestran incapacidad, ignorancia, ingenuidad, inoperancia e imprudencia; el pueblo formará un juicio desfavorable hacia el gobernante, por no haber tenido la habilidad, capacidad e inteligencia necesaria de rodearse de servidores virtuosos que le faciliten la gestión de los asuntos públicos.

Maquiavelo menciona 3 tipos de inteligencia o de ingenio en los príncipes: 1) los que piensan por sí mismos; 2) los que comprenden lo que otros piensan y 3) aquellos que no piensan ni por sí mismos y tampoco comprenden lo que piensan los demás; señalando a los primeros como excelentísimos, los segundos excelentes y a los terceros los califica de inútiles.

De los 3 tipos citados anteriormente, obviamente el primero es el deseable; sin embargo, el segundo también es apreciable y el tercero provoca que el príncipe pierda el Estado; ya que contando con la primera o segunda habilidad el gobernante es capaz de reconocer si sus secretarios le traen beneficios o le provocan perjuicios, teniendo la obligación de alabar e incentivar las buenas acciones de sus ministros o destituirlos por incompetentes.

Un tema considerado MUY IMPORTANTE para Maquiavelo consiste en que el mandatario debe alejar a cierto tipo de servidores de su entorno, el no hacerlo demuestra imprudencia e incapacidad de elección. ¿A quiénes debe alejar? A los aduladores, conocidos también como serviles, lisonjeros, tira sacos; es decir, de los llunkus. Andrés Gómez Vela grafica muy bien la palabra cuando señaló que esa palabra se la usa para “(…) referirse a la persona que usa su lengua zalamera para buscar algo que no está a su alcance por mérito propio. Denota sumisión ante su ocasional superior para obtener un cargo, una dádiva o un beneficio personal que no lo hubiera logrado de modo recto o legal”.

El autor de “El Príncipe”, con su peculiar sinceridad y dureza, califica a este tipo de servidores como PESTE indicando que la única manera de resguardarse del llunkerío es que sus consejeros sepan que no ofenden al gobernante cuando le dicen la verdad, siempre y cuando hayan sido AUTORIZADOS para hacerlo y únicamente cuando éste les pregunte.

En síntesis, es imprescindible que un gobernante busque constantemente el consejo de sus secretarios, está obligado a ello, así como escucharlos con respeto, paciencia y conforme señala Maquiavelo, a enfadarse si se da cuenta que alguien no le esté diciendo la verdad; debido a que el primer error al inicio de su gobierno, lo comete en la elección de sus ministros.