La CIDH y la objeción de conciencia en Bolivia

Mauricio Ochoa

Hace poco, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) admitió la denuncia del boliviano José Ignacio Orías sobre “objeción de conciencia” para que se considere que el servicio militar no sea de cumplimiento obligatorio en el país. Es sin lugar a duda, una buena noticia para quiénes creemos que nadie debería estar obligado por ley al servicio de las armas y la guerra.



Grandes hombres en la historia propugnaron la paz universal: Mahatma Gandhi, John Lennon, Nelson Mandela, Teresa de Calcuta, etcétera. Uno de los presupuestos de quiénes abogamos por la paz es que no consideramos legítimo el uso de la violencia como forma de resolución de conflictos. Y es que estar al servicio de cualquier bando militar es también para nosotros un acto de barbarie.

En el caso de José Ignacio Orías y otros bolivianos que acudieron a la CIDH, se percata una inacción del Legislativo boliviano para proscribir el “dictatorial” servicio militar obligatorio. Esta inacción y también la falta de debate público sobre el tema entorno al caso por los medios de comunicación, y el absoluto mutismo de los actores políticos, pone seriamente en entredicho el rol que como conjunto social debemos, que es respetar los derechos humanos sobre cualquier otra consideración.

Para colmo, hay algunos políticos que se jactan de ser reservistas o de haber hecho “servicio a la Patria” mediante arengas chauvinistas que llaman a la guerra contra Chile. En efecto, desde las escuelas los bolivianos somos mal formados – ¿o deformados? – con cantos que dicen que hay que ofrendar la vida por retornar al “Litoral cautivo”. Nadie debería estar obligado a esas arengas y cantos que según mi criterio solamente contribuyen al odio contra los chilenos en un siglo XXI en el que debería propiciarse una apertura a las relaciones diplomáticas con Chile.

Lo que queda claro, en todo caso, es que las autoridades políticas bolivianas se han aplazado gravemente hasta el día de hoy, y será muy difícil revertir esta situación, salvo que se tome conciencia de que muchos no deseamos ser un general del ejército o un colorado de Bolivia. Por todo ello, apoyo decididamente la causa de José Ignacio Orías, y espero que de no llegarse a una solución amistosa, la Corte Interamericana de Derechos Humanos imponga con justicia un fallo favorable a él, que tenga además repercusión en el resto de la legislación y sociedad boliviana.

Como decía Gandhi, no hay caminos para la paz. La paz es el camino.