Quien yerra en el diagnóstico yerra en la terapia

 

Pasamos por una época en la cual la población aterrorizada por la pandemia, se encapsula y rehusa ver y escuchar las verdades que nos muestran la realidad y la vida, favoreciendo así el discurso demagógico de los populistas.



Hemos tenido una historia poco satisfactoria, la que necesitamos evaluar y entender para cambiarla y así mejorar nuestra vida. Esto por supuesto aplicando un análisis realista y objetivo, pues cuando los hechos están velados por el lente ideológico solo vemos la interpretación sesgada de los mismos y podemos equivocarnos. Necesitamos investigar, leer y consultar para confirmar los dichos y los hechos de nuestra vida y obtener los elementos que nos ayuden para hacernos cargo de nuestro presente y nuestro futuro.

Nunca antes, fuimos capaces de garantizar una convivencia basada en el respeto y la tolerancia, ahora con el cúmulo de las crisis: sanitaria, económica y política, puede ser una coyuntura decisiva para lograrlo.

En una sociedad democrática, el debate amplio, serio, documentado y con propuestas nos protege del colapso, pues sin razonar y sin debatir entre nosotros, solo nos quedará la violencia como mecanismo de interacción.

Sin embargo, este debate debe tratar de los asuntos que interesan para el bienestar de la sociedad y no distraccionismos. Por ejemplo en estos momentos de profunda crisis económica, sanitaria, social y ambiental, los políticos están en plena discusión sobre la eliminación o reducción de sus salarios, lo cual en si es una verdadera estupidez. Un trabajador público o privado, lo que debe hacer y con capacidad y honestidad es un buen trabajo, cobrando por ello el salario que le corresponde como fruto de su idoneidad y dedicación, pues de esto vive.

Otra cosa es el funcionario público nombrado por el partido, generalmente no idóneo para la tarea a realizar y cuya fuente de ingresos proviene de la corrupción utilizando el cargo. A éste individuo el salario no le interesa.

Un aspecto que resalta en este dramático ambiente de pandemia y crisis múltiples y que preocupa a toda la ciudadanía, es el futuro del empleo y del trabajo. Esta preocupación se explica tanto por los riesgos que vemos al frente, vinculados a la pérdida de empleo por la automatización, la universalización de nuevos requerimientos en términos de educación, habilidades, la aparición del trabajo digital y el surgimiento de novedosas y múltiples formas de trabajo para las cuales no estamos capacitados.

El desafío por tanto es trabajar arduamente en nuestra formación, pues la baja calidad de la educación formal y la ausencia de valores, usos y costumbres adecuados, impide competir y prosperar en un mundo y una sociedad, nueva, dinámica y competitiva.

Y es en este difícil escenario, con miedo a salir a la calle y al trabajo, no hablemos de viajes y turismo, el populismo cocalero nos empuja a un proceso electoral. Una elección en la cual, por un lado está el masismo, una masa humana aglutinada por la etnia, la coca, el corporativismo y sobre todo por el afán de retomar el poder. Por otra parte un conglomerado disperso de demócratas a medias, con afanes de poder y alguno con celos enfermizos por cualquiera que les haga sombra; con lo que el cocalero se fortalece mientras la oposición se critica y destruye mutuamente.

Todos los ciudadanos y especialmente los demócratas, deberían elegir en las próximas elecciones  a quien presente la propuesta más seria y el equipo más capacitado y que en las encuestas muestre las mayores preferencias. Sin embargo, hasta ahora los candidatos no presentan propuestas sólidas y como van las cosas la gente irá a votar sin saber qué ofrecen y menos que saben y pueden hacer.
Debería estar claro para nosotros, no los enseña el sentido común, que un servidor público o privado y en este caso el Candidato, debe tener conocimientos, habilidades y disposición para ejercer un oficio. Un mecánico tiene que saber arreglar un automóvil y un gobernante arreglar un país.

Fuente: ovidioroca.wordpress.com