La vacuna experimental de Moderna ofrece resultados prometedores en personas mayores

Un grupo de 20 adultos vacunados, incluyendo septuagenarios, desarrolla niveles de anticuerpos similares a los generados por los jóvenes.

Fuente: El País



La primera vacuna experimental contra la covid, desarrollada por la empresa estadounidense Moderna ya en enero, ha obtenido resultados prometedores en sus primeros ensayos en personas mayores. La compañía asegura que la inyección es “segura y bien tolerada en general”, según los resultados de las pruebas con 10 personas de entre 56 y 70 años y otros 10 voluntarios de más de 70 años.

Los niveles de anticuerpos neutralizantes —las proteínas defensivas generadas por el organismo para bloquear el virus— provocados por la inyección, además, son similares a los ya observados en un experimento anterior con 45 personas más jóvenes. “Lo que mostramos hoy por primera vez es que, tengas los años que tengas, desarrollas el mismo nivel de anticuerpos”, explica a EL PAÍS el director científico de Moderna, el israelí Tal Zaks.

“Si tienes entre 55 y 70 años, o incluso más, generas el mismo nivel de anticuerpos que los más jóvenes. Ese nivel es mayor que el promedio observado en las personas que han superado la enfermedad. Y estos niveles los vemos en todas las personas vacunadas”, celebra Zaks. Sus resultados son preliminares y todavía no han sido sometidos a revisión por científicos independientes. La empresa ha presentado hoy estos datos a un comité de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE UU.

La Comisión Europea anunció el pasado lunes sus conversaciones para comprar 80 millones de dosis de la vacuna experimental de Moderna en un primer momento, ampliables a 160 millones. Las autoridades europeas también han llegado a acuerdos preliminares con otros cinco fabricantes de vacunas: la británica AstraZeneca —asociada con la Universidad de Oxford—, la alemana Curevac, la estadounidense Johnson & Johnson y la alianza formada por la francesa Sanofi y la británica GSK.

Moderna trabaja con dos cadenas de suministro, una en EE UU y otra en Europa, con una etapa final en los laboratorios farmacéuticos Rovi, en Madrid. “Prevemos fabricar decenas de millones de dosis para final de año. Y, el año que viene, entre 500 millones y 1.000 millones de dosis”, detalla el español Juan Andrés, director técnico de la empresa estadounidense. “Todavía no hemos decidido cuánto se va a hacer en EE UU y cuánto en Europa, pero el plan en Europa es empezar a hacer producto muy cerca de fin de año y empezar a tener producto disponible en el primer trimestre del año que viene”, añade. La vacuna de la empresa estadounidense requiere dos dosis, lo que duplica el desafío logístico de tener vacunas para todo el mundo.

La biotecnológica Moderna, fundada hace 10 años en Cambridge (EE UU), todavía no tiene ningún producto en el mercado. Su vacuna experimental no utiliza virus atenuados ni fragmentos de virus, como se ha hecho tradicionalmente, sino material genético. Todas las células humanas comparten el mismo libro de instrucciones, escrito en moléculas de ADN. Lo que diferencia a una célula de la lengua de una célula del ojo es que ambas leen páginas diferentes de ese manual común, produciendo proteínas distintas y con distintas funciones.

El cuerpo humano utiliza una molécula intermediaria, el ARN, para leer el ADN y llevar las instrucciones a las fábricas de proteínas. Lo que hace la vacuna de Moderna es introducir instrucciones que no existen en el manual humano, una especie de receta de ARN para que las propias células produzcan de manera inofensiva solo unos componentes específicos del nuevo coronavirus: las proteínas de sus espículas, esas protuberancias que hacen que el virus parezca una corona solar o una maza medieval. Estas proteínas extrañas entrenan las defensas del organismo, generando anticuerpos supuestamente capaces de neutralizar al virus.