Un murciélago en Sopocachi y un picaflor gigante en la Arce, vecinos silvestres de La Paz

 

Decenas de paceños fotografían a animales poco comunes que encuentran en plena ciudad o en zonas que están en medio del radio urbano. Sus encuentros con estos vecinos silvestres son inolvidables y los comparten.

 



Fuente: Página Siete

 

Ivone Juárez  / La Paz

Una tarde de octubre de 2019, a eso de las 17:00,  una vecina de Sopocachi logró contactarse con miembros del Programa de Conservación de Murciélagos de Bolivia. La mujer había encontrado un murciélago vespertino montano en plena esquina de la intersección de las calles Aspiazu y Fernando Guachalla.

El animalito negro y peludo, que con las alas extendidas era del tamaño de la palma de una mano, estaba acurrucado en medio de los pinos de la verja de una vivienda que se encuentra en el lugar. Oswaldo Palabral, miembro pasivo del programa, llegó de inmediato a Sopocachi y verificó que el quiróptedo era de la familia vespertilionidae y su especie correspondía a la  myotis oxyotus: un murciélago insectívoro que caza a partir de las seis de la tarde  y que es propio de zonas como las de Río Abajo.

Un azulejo,  fotografiado por Ángel Claure en San Pedro.

“Es una especie que se encuentra en Río Abajo, entre los cultivos, posiblemente se desorientó con las luces y llegó volando hasta Sopocachi. Posiblemente estaba descansando entre los pinos de esa casa, estos  vespertilionidae salen a cazar cuando cae la noche. No mostraba ningún daño”, cuenta Palabral.

Buho en el Automóvil Club , foto de Gabriel Archondo.

Apenas encontraron al animalito silvestre, Oswaldo y sus compañeros comenzaron el operativo para reinsertarlo a su hábitat natural. El tiempo era vital. La noche estaba cayendo y en cualquier momento el murciélago podía despabilarse e intentar volar. De inmediato se embarcaron con la especie hacia el puente de Calacoto, en la calle 9, y lo ubicaron sobre uno de los pilares del puente, fuera de la vista de la gente; el objetivo era que el murciélago alzara vuelo, pero no lo hizo. Entonces frotaron  suavemente su diminuta espalda para que entrara en calor: la maniobra funcionó y el murciélago alzó vuelo y se perdió en la noche que ya estaba sobre el lugar.

Colibri en una tumba ,  fotografiado por Eduardo Oña.

“No lo podíamos retener por mucho tiempo porque este tipo de animales se alimenta de insectos y tiene una alta tasa metabólica; hubiésemos tenido que triturar insectos para alimentarlo”, dice Palabral.

El 6 de mayo de 2016,  al mediodía,  el fotógrafo de naturaleza Gabriel Archondo recibió una llamada de sus padres, que se encontraban en el Automóvil Club, en la calle 12 de Calacoto; habían encontrado un búho parado en las ramas de un árbol que se encuentra dentro del club.

Un chipta  en Achumani, foto Mayli Hayers.

Gabriel llegó de inmediato  y se dirigió al lugar donde estaba el ave nocturna. “Tenía unos ojos amarillos y una cara de mal humor”, recuerda. Esa expresión es lo que más le impresionó.  “Medía unos 50 centímetros y con alas extendidas seguro llegaba a un metro. Fue un momento impresionante ante un animal imponente, algo que difícilmente se volverá a repetir”, añade el fotógrafo de 29 años.

Un alkamari  en el centro de La Paz, foto de Leonor Alvarado.

Pese a su presencia, el animal silvestre no se inmutó y siguió sobre las ramas del árbol,  dejó que Gabriel lo fotografiara. “Por la hora es seguro que estaba descansando y yo mantuve distancia; eso es lo que se tiene que hacer cuando se encuentra a un animal silvestre, para no asustarlo y para protegerse uno mismo, y, sobre todo, no dejarse llevar por miedo, que puede llevar a hacer tonterías”, dice el joven.

Alkamari en Achumani   fotografiado por Waldo Ramos.

La bióloga Mariana Da Silva también tiene una experiencia que contar con los vecinos silvestres de la ciudad de La Paz que aparecen en las zonas más céntricas y concurridas. La suya fue con un picaflor, el más grande del mundo, en plena avenida Arce. Vio al ave, que mide unos 20 centímetros, durante la cuarentena por la pandemia del coronavirus. Estaba parada sobre un cable de electricidad, luciendo su pelaje color marrón, con esa mancha blanca en la espalda  y esos tonos verdes opacos activados por los rayos del sol. Pasaba por el lugar cansada y estresada, ver al ave le cambió el día.

“Estaba en una plazuela que está cerca del Nudo Villazón, en plena Arce, una zona bien urbana y mucho movimiento; es el picaflor más grande del mundo. Es una especie adaptable, que se encuentra en la altura y a nivel del mar, y es residente paceño”, dice.

Flamencos  en la laguna de Achocalla, foto de Omari Torrio.

Da Silva es parte de la iniciativa Nuestros Vecinos Silvestres, un equipo de expertos en vida silvestre y voluntarios que siempre están pendientes y listos para informar y aconsejar a los paceños que se encuentran en algún momento con algún animalito silvestre, ya sea en su casa -algo que suele suceder- o en la calle.

Halcones aplomados  en Cota Cota, foto de Jennifer Nelson.

“También brindamos auxilio,  conseguimos atención veterinaria y ayudamos a hacer el enlace con las autoridades del Ministerio de Medio Ambiente o de la Alcaldía de La Paz cuando se trata de rescatar a un animalito que está herido o es un caso de trata”, señala la bióloga.

Y la iniciativa funciona muy bien para muchos paceños que tienen el privilegio de ver un animal silvestre, porque envían una fotografía a los expertos que  les informan a qué especie pertenece, cuáles son sus características y cómo deben actuar.

Así Nuestros Vecinos Silvestres logró organizar una base de datos con las fotografías de decenas de paceños que lograron captar a hermosas e impresionantes criaturas en los lugares más insólitos de La Paz, esto debido a su ubicación céntrica y en medio del cemento y del bullicio de la ciudad.

Entre esas fotos están la que  Andrea Pericón tomó a unas aves Ibis en medio del césped del estadio Hernando Siles, en un día sin fútbol; la de Omar Miranda a una rana marsupial que encontró en Alto Obrajes;  la de  Andrea Ponce Villa Gómez a un pájaro carpintero andino que curiosaba su casa a través de una ventana, en Irpavi.

También está la foto de  Ángel Claure a un azulejo, un pájaro pequeño blanco, que poco a poco se tiñe de celeste y turqueza, en la zona de San Pedro; de los flamencos en Achocalla, que tomó Omar Torrio; del alkamari en la venta de un edificio en Miraflores, fotografiado por Lissett Arandia; además del colibrí verde con azul  entre unos gladiolos rojos que alguien puso en una tumba del Cementerio General. Esa foto la tomó Eduardo Oña.

Da Silva señala que se tiene testimonios de paceños que vieron lagartijas, culebras pequeñas e inofensivas,  zorros, hurones, ratones silvestres y algunos felinos pequeños, pero éstos en las afueras de la ciudad, aunque, en julio de este año, Xitlali Miranda encontró un puma en la cocina del negocio de sus papás en la zona de Achumani.

Pero los paceños silvestres que más se dejan ver son las aves. La bióloga considera que son más visibles porque en un cielo limpio como La Paz es fácil divisarlos y  porque, además de trinar, aletear y producir otros sonidos, muchos se acercan a las ventanas para curiosear, y así es muy difícil no admirarlos.

Ahora que comienza la época de lluvia también empieza la etapa de procreación de muchas pájaros y sus pichones, después de unos dos meses de vida, comenzarán a aprender a volar.

En la pruebas muchos suelen caer de los nidos que sus padres construyen en árboles, postes de electricidad y hasta muros de la ciudad. Si usted encuentra un ave bebé en su camino no se preocupe si lo ve con el plumaje desbaratado y opaco, no significa que esté herido, es su aspecto normal porque las plumas le están creciendo. Levántelo, póngalo en un lugar alto porque seguro que sus padres, unos vecinos paceños, están cerca y alertas para rescatarlo.

Si quiere conocer su especie, tómele una fotografía sin molestarlo y la pueden enviar a Nuestros Vecinos Silvestres a las siguientes direcciones:

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