Debates histéricos

 

Como si no fuera suficientemente desalmada la peste china que nos devasta planetariamente, a ella se le vino a sumar, luego de 18 años de ausencia, el debate político preelectoral con miras a las posibles elecciones a realizarse este próximo 18 de octubre, con la presencia de los principales candidatos presidenciales.

Parodiando el debate electoral entre el presidente candidato Donald Trump y el exvicepresidente Joe Biden, por la presidencia del mal llamado Imperio norteamericano, que más que un intercambio de ideas semejó la bronca de esos ancianos personajes de los Muppets, que aparecen siempre sentados en el palco de un teatro ridiculizando cruelmente a gil y mil, nuestros ocho aspirantes a la presidencia de Bolivia se enfrascaron en una suerte de exposición de motivos, sin motivo alguno plausible de ser escuchado, considerado, y menos estudiado, y donde los únicos qué salieron perdiendo fueron el buen humor y el elogio.



Sabemos que un debate​ es el derecho que tiene la opinión pública de conocer las propuestas que los candidatos le presenten para la contienda electoral, facultad empero, que jamás deberá confundirse con el derecho de los candidatos.

Es más, un debate es el acto de comunicación por excelencia, en la que dos o más personas opinan acerca de uno o varios temas y en la que cada uno expone sus ideas y defiende sus opiniones e intereses. El que sea más completo se logra a medida que los asuntos expuestos vayan aumentando en cantidad y en solidez de sus motivos; al final de todos los argumentos expuestos por cada una de las personas, el moderador o intermediario deberá llegar a un acuerdo fijo.

De la citada definición concluimos en que jamás la clave de la violencia debería estar presente en dicho intercambio de ideas y motivos, y mucho menos en sus determinaciones y aplicaciones que contemplen semejante opción cavernaria.

De ahí que la población boliviana, en medio de este clima asintomático de terror  que viene soportando desde hace 15 años, se halle sobrecogida ante las temerarias, como irresponsables declaraciones de quienes la amedrentan con sus amenazas nacidas del termo cefálico estado que aqueja a las dos cabezas de su jefazo, y que lo inducen obstinadamente, sin reparar en las consecuencias, hacia la comisión de actos criminales, como el de cercar las ciudades para asesinar a sus habitantes   por la falta de alimentos, medicamentos y oxígeno.

Como un prolegómeno a la consumación de estas amenazas, el propio candidato títere afirmó que respetarían los resultados de las elecciones, solo si estos se dan iguales a las encuestas recientemente conocidas, a sabiendas de que dichos sondeos son menos confiables que la cojera de un can y, en su mayoría, fueron elaborados con los dineros que nos timaron, y aquellos otros que provienen de las arcas del Andrógino que nos amenaza: “Ni se les ocurra hacer alguna irregularidad, fraude o provocar convulsión. Estamos en cuarto intermedio a nivel nacional, hermanos y hermanas, cualquier momento, si provocan alguna irregularidad, levantamos el cuarto intermedio, el pueblo boliviano en las calles recuperará el poder”. Si esta va a ser la tónica que caracterice los próximos comicios, antes que, a debates históricos, estaremos condenados a asistir a debates histéricos.