Gracias Robert ¡Muchísimas gracias!

No fue golpe. Fue fraude electoral. Fue prepotencia. Fue violación a la Constitución Política de Bolivia. Fue atropello. Fue insultos, agresiones, difamaciones. Pero, sobre todo – por parte de esta recua de gamberros masistas -, fue un menosprecio absoluto a los bolivianos y su voluntad de elegir un nuevo rumbo, un camino diferente. Fue un ultraje a una de las expresiones más sagradas de un ciudadano: el voto.

El último libro de Robert Brockmann “21 Días de Resistencia. La caída de Evo Morales” es meridiano para entender esta parte de nuestra historia republicana de Bolivia. Su lectura es un recordatorio para todos y cada uno de los bolivianos sobre los hechos delincuenciales que vivimos absortos como sociedad, el descaro y sinvergüenzura de quienes detentaron el poder absoluto y maniqueo por 14 años.



Es un libro que narra un capítulo nefasto de la política nacional, de su absoluta mediocridad e incapacidad para defender el bien común y la protección de todas y cada una de nuestras instituciones llamadas a fortalecer la democracia boliviana. Es una evidencia histórica de cómo toda la clase política, directa o indirectamente fue cómplice de todas las satrapías realizadas sin ningún reparo por una agrupación política, en desmedro de los derechos de cada boliviano y de la propia democracia.

Brockmann abre el tendedero y narra de manera trepidante los acontecimientos que abrieron las posibilidades de la defenestración de una pseudo monarquía de facto y deja en evidencia la construcción de un aparato estatal corrupto y en extremis violento.

Nos recuerda que, en ese periodo, una gran mayoría de los bolivianos estuvimos aturullados por la inmensa capacidad de odio, resentimiento y violencia discursiva y ver azorados a más de 1400 políticos exiliarse, la caída de gobernadores con violencia inusitada, como fue la escabechina que se organizó en contra de los pandinos y su gobernador, para luego encarcelarlo como un trofeo de guerra. Mirar absortos una judicialización torpe y agresiva del accionar político en todos los órdenes y sin parangones en contra de la diezmada oposición social y política. De ver el uso abusivo de todos los recursos del Estado en beneficio personal y de un polit buró masista.

Brockmann planta las huellas para que los bolivianos sigamos una huella histórica que debe servirnos de escarmiento para todos nosotros como sociedad y clase política, para no repetir un capítulo tan nefasto de nuestra historia democrática.

Quizás, la parte más dolorosa del libro – en realidad cada capítulo es desgarrador por los constantes atropellos a la ley, a la norma, a los cimientos de la convivencia social – es cuando se deja en evidencia que estuvimos sujetos y condicionados por una recua de personas que hicieron del poder político, un negocio y una herramienta de odio, provocándonos rencillas, discordia y racismo entre nosotros mismos como bolivianos. Nos dividieron y nos enfrentaron. Solo por su búsqueda de eternización en el poder.

Cuando se aterriza en el capítulo de las pititas y Brockmann nos guía sobre la fuerza y coraje de los estudiantes universitarios, la garganta nos tiembla y los ojos se humedecen por recordar haber sido parte de un evento histórico cívico y social gritando ¡Ni por nota ni por plata, por nuestra patria!  o cuando una niña de 13 años, Renata, en una esquina de la ciudad de La Paz espetó su consigna con todas sus fuerzas ¡Quien se rinde! ¡Nadie se rinde! ¡Quien se cansa! ¡Nadie se cansa! ¡Evo de nuevo..! ¡Huevo carajo! Todos lo hicimos nuestro y, en todas las esquinas del país, junto a todas las pititas, reventamos nuestros pulmones al unísono con esa arenga que salía, literalmente, de nuestros estómagos, de nuestras viseras.

Gracias Robert Brockmann, amigo, periodista, escritor por ese manifiesto histórico que permanecerá en el tiempo para que las generaciones nunca olviden que debemos defender nuestra democracia en contra de los tiranos y gorrineros que atentan contra nuestra convivencia pacífica como sociedad.