Lamentable discurso en la OEA

No solo sorprende, sino que duele ver cómo le está yendo a la Argentina. Un país que fue pujante, y que ahora se debate en una aguda crisis generalizada por obra del populismo. Pero no solamente le va mal en su propio territorio, sino que hay actitudes deplorables en sus relaciones bilaterales y ahora en un organismo internacional.

Hace unos días, a su Embajador Representante de la Argentina ante la Organización de los Estados Americanos, Carlos Raimundi, se le ocurrió, en una sesión del Consejo Permanente de este organismo, atacar duramente el informe del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que denunció la constante y brutal violación de los derechos humanos que comete la dictadura venezolana de Nicolás Maduro.

En una parte de su alocución, Raimundi expresó:»Venezuela ha sufrido un fuerte asedio de intervencionismo»; ciertamente una velada acusación a Estados Unidos y a otros que rechazan el populismo. Es más: dijo que hubo amenazas de intervención, operativos y cortes de energía a las centrales que han generado serias violaciones a los derechos humanos; o sea que, para él, la culpa de las desgracias de Venezuela es de otros y no de la tiranía chavista. Ese lenguaje, muchas veces grandilocuente, es el distintivo de populistas ciegos ante la verdad incontrastable: En Venezuela, si se violan constantemente los derechos humanos, y la corrupción y la ineficiencia del chavismo son alarmantes.



La demasía del novel embajador –no tiene antecedentes en la carrera diplomática argentina– tuvo sonados efectos. En primer término, las expresiones de Raimundi “fueron repudiadas por la oposición y provocaron el enojo del presidente (Infobae)”. Y, luego, lo insólito: Raimundi, simplemente “modificó su postura, y ahora dice que no se pueden desconocer las violaciones a los derechos humanos en Venezuela”. Y aquí no ha pasado nada, según le parece.

Claro que hay una explicación a lo anterior: Pese al desagrado del presidente Fernández, la actitud de su representante en la OEA, de alguna forma es  similar a las acciones intervencionistas del mandatario cuando se trata de proteger e incitar al refugiado Evo Morales. Como si fuera normal y aceptable, al mandatario argentino también se le ha dado por formular declaraciones sectarias en favor del refugiado y despotricar  contra el gobierno boliviano, lo que viola el principio universalmente aceptado de no intervención. Esta conducta –la de intervenir en los asuntos internos de Bolivia– no tiene diferencias con la reciente exposición de su embajador en la OEA.

Si un gobierno no es representado fielmente por uno de sus representantes diplomáticos, inmediatamente este es retirado. Eso no se produjo en este caso, ni se producirá mientras prevalezca la injerencia populista en los países con gobiernos  democráticos.

Mientras tanto, queda el empeño intervencionista de los Fernández en su vecina: nuestra Bolivia.