La sombra que viene de Buenos Aires

Emilio Martínez Cardona

Evo Morales anuncia su regreso a Bolivia para uno o dos días después de la transmisión de mando, con una “gran caravana” que iría desde Villazón hasta El Chapare. Esta pirotecnia política tiene una razón: busca reafirmar su centralidad dentro del Movimiento Al Socialismo, algunas de cuyas alas han dado señales de querer prescindir de su lastre autoritario para reinventar el partido.



Tal vez acabemos diciendo: “Volvió, pero debemos recordar su condición de sombra”, como escribió Jorge Luis Borges acerca de uno de sus personajes en el cuento “La otra muerte” (El Aleph).

La sombra que viene de Buenos Aires querrá ser de nuevo el “Jefazo”, pero es probable que su caudillaje se limite ahora al feudo territorial del Trópico de Cochabamba y parcialmente al Soviet del Senado, que encabezarán sus pupilos Andrónico y Loza.

Seguirá siendo pródigo en shows mediáticos, pero habrá que ver, con el tiempo, hasta donde alcanzará su poder fáctico.

Hay elementos suficientes para suponer que Luis Arce Catacora no será el Cámpora que buscaba Evo Morales, un mayordomo que le transfiera dócilmente el sillón presidencial a corto plazo, aunque tampoco sería un Lenin Moreno, que opere una ruptura total con el ex mandatario.

Todo apunta a que la relación entre ambos será más compleja, de política florentina, más parecida a la de Alberto y Cristina Fernández, no tanto desde una cohabitación intragubernamental como la que existe en Argentina, sino de tensiones y negociaciones entre el Poder Ejecutivo y el partido-sindicato. Una especie de poder dual del siglo XXI.

Habrá que estar atentos también al rol que pueda desempeñar David Choquehuanca, quien reagrupó en la campaña a los indígenas no cocaleros, lo que insinúa algún distanciamiento entre el pachamamismo y el Cártel del Chapare.

Se dice que el vicepresidente electo es el más decidido a una renovación de las prácticas partidarias, pero una piedra de toque fundamental para saber si esto va en serio será la actitud que tome como presidente nato del Congreso, respecto al atropello a la democracia que eliminó el requisito de los 2/3 para gran parte de los procedimientos parlamentarios.

Sobre el punto, habrá que recordar que la oposición no es una “minoría bien minoría”, como infelizmente dijo Arce, sino casi la mitad del electorado, y que la estabilidad política en los próximos años dependerá de la capacidad de incorporar este dato de la realidad a las políticas gubernamentales.

Otra cosa es que esa mitad del electorado insista en fragmentarse, facilitándole el “divide e impera” al masismo y, lo que es peor, a la sombra que viene de Buenos Aires. Algo que habrá que revisar para las elecciones autonómicas en puertas, donde se juegan tanto espacios de gestión como la chance de generar contrapesos republicanos.