Durante cuatro años, Donald Trump se jactó de ser un líder atípico, pero la victoria del demócrata Joe Biden, declarada este sábado por los principales medios de Estados Unidos, lo hace ingresar al club de los presidentes que no fueron reelegidos.

Desde la Segunda Guerra Mundial, solo dos inquilinos de la Casa Blanca no lograron convencer a los estadounidenses para un segundo mandato: Jimmy Carter y George H.W. Bush.

Trump buscó con ansias un segundo periodo de gobierno.

En medio de la pandemia del coronavirus que azota al país, hizo una campaña frenética de mitines masivos de estado en estado, y puso su firma en los 150 millones de cheques enviados a los estadounidenses como parte del plan de ayuda económica para enfrentar la crisis sanitaria.

«Hay una razón por la que es inusual que presidentes en el poder sean derrotados. Tienen la capacidad de usar el púlpito a su favor; pueden cambiar la narrativa», dijo Matt Dallek, historiador político de la Universidad George Washington.

«Cuentan con todos los beneficios de la Casa Blanca: el poder del cargo, la Oficina Oval, el avión Air Force One. Son símbolos poderosos a su disposición», agregó.

La Casa Blanca otorga «la mayor ventaja para jugar de local en el mundo moderno», como dijo uno de sus habitantes ficticios, el presidente Andrew Shepherd de la película «The American President» (Mi querido presidente, 1995), protagonizada por Michael Douglas.

Para Trump, el primer presidente que nunca antes había ocupado un cargo electivo o un puesto de liderazgo militar, la investidura, y el sello presidencial que acompaña todas sus apariciones públicas ayudó a normalizar a un magnate más conocido por los estadounidenses como una celebridad de la televisión.

Trump es el primer presidente de Estados Unidos que nunca logró una aprobación del 50% en las encuestas de Gallup. Cosechó amplia oposición por su manejo de la pandemia, su retórica incendiaria y sus escándalos personales. Pero verlo como presidente se volvió menos inusual después de cuatro años.

Los presidentes estadounidenses gozan de mucha autonomía en materia de diplomacia y Trump, al igual que sus antecesores, no dudó en aparecer frente a las cámaras con líderes extranjeros en la Casa Blanca, incluso en septiembre, cuando Emiratos Árabes y Baréin acordaron reconocer a Israel.