Potosí pudo haber sido tomada hace un año por nortepotosinos

Con dos videos, recordamos un año del ingreso de comunarios a la Villa Imperial.

En Facebook, las mentiras se visten de colores.



En Facebook, las mentiras pueden provocar tragedias.

Fuente: El Potosí

Juan José Toro / Potosi

“Dice que están entrando los campesinos”…

Eso estuvo a punto de pasar en noviembre de 2019, cuando los mensajes falsos que advertían del ingreso de campesinos a la Villa Imperial se convirtieron en realidad.

Después de varios días en los que los mensajes habían sido sistemáticamente desmentidos por patrullajes nocturnos de El Potosí, el 15 de noviembre de 2019 los campesinos estaban allí, a las puertas de la capital de Departamento.

¿Qué le íbamos a decir a la gente?.. la verdad. Sí. Esta vez, los mensajes en las redes sociales eran ciertos. Sí. Esta vez los comunarios de Chayanta, y de Tinquipaya, estaban entrando a la ciudad. Lo hacían a marcha acompasada, pero rápida. Para seguir su ritmo, era necesario utilizar un motorizado… de otra forma, nos dejaban atrás y no podríamos registrar lo que pasaba.

¿Qué le íbamos a decir a la gente? En las redes, aquellas que no se detienen ni siquiera en el peor de los momentos, empezaron a surgir mensajes de confrontación. “¡Vamos allá, carajo!”… “¡Hay que defender la ciudad!”. Si no se calmaba los ánimos de la gente, que estaba siguiendo las transmisiones de El Potosí por Facebook, las cosas podían salirse de control. Había que decir la verdad, sí. Después de todo, somos periodistas y estamos obligados a decir la verdad. Pero… ¿y si esa verdad desataba un baño de sangre?

Había que evaluar la situación: Hacía cinco días, el presidente Evo Morales había renunciado y partido rumbo a México. Hacía tres, Jeanine Añez, una mujer del oriente, totalmente ajena para los comunarios de Macha y Tinquipaya, había tomado el poder. Como también había renunciado el gobernador, Juan Carlos Cejas, ese 15 de noviembre debía elegirse otro. Hoy, un año después, sabemos que fue esto último que detonó la orden de marchar a Potosí.

Y estaban ahí, avanzando raudamente hacia la capital de Departamento. Cruzaron tan rápido por la tranca de San Antonio que fue necesario darles alcance. Mientras, la única manera de frenar el daño que habían causado las mentiras en las redes sociales era usar esa misma arma, Facebook, para decirle a la gente que había que tener calma. Empezamos a pedirles que no vayan al encuentro de los campesinos pero que, si lo hacían, que vayan a recibirlos en son de paz, que les lleven un mate… que les lleven coca… que vayan con banderas blancas. “Son nuestros hermanos… no debemos enfrentarnos”.

Los alcanzamos ya de noche, kilómetros más abajo de la primera rotonda. Estaban furiosos. Muchos usaban monteras. La mayoría gritaba. Junto a ellos estaba el nuevo gobernador, Omar Veliz, quien les decía que iban a ingresar hasta la plaza, que nadie les iba a detener.

Si se hubiera disparado un solo gas, o si explotaba uno de los globos blancos que los capitalinos habían llevado para recibirlos en son de paz, aquello habría sido un baño de sangre.

La impresión que tuvimos quienes nos pusimos frente a los comunarios esa fecha, cámara o celular en mano, fue la de esos sueños de tragedias en las que vivimos las desgracias propias como ajenas. “Calma… calma… vienen en son de paz”, decíamos en la transmisión, pero la gente que la veía desde sus casas, y miraba los rostros, seguía escribiendo: “pero si esa gente no viene en son de paz”.

Y no venía en son de paz…

Pero en ese momento, lo importante era que no se desate la tragedia, que ni los marchistas crean que les estaban atacando ni que los citadinos piensen que aquellos protagonizaban un ataque.

Y lo logramos…

Los comunarios, la mayoría de ellos integrantes de los bloqueos en el cruce de Macha y Yocalla, ingresaron al centro de la ciudad en multitud, aproximadamente unas 5.000 personas, pero no hubo violencia.

Estaban furiosos, blandían chicotes y gritaban consignas contra el entonces presidente del comité cívico, Marco Pumari, pero, como nadie les molestó en su ingreso, y en su recorrido hasta la plaza 10 de Noviembre, calmaron sus ánimos, aunque no su velocidad.

En la plaza, en el frontis de la Gobernación, hubo un acto reivindicativo. Se izó la wiphala, que había sido quemada en La Paz unos días antes, y, luego de los discursos, se retiraron del lugar. Se concentraron en la zona baja, de donde tomaron buses para volver a sus comunidades. La mayoría era de Macha, el distrito que había sido elevado al rango de municipio por una ley promulgada por Evo Morales.

Ya en noviembre de 2020, la presidenta del comité cívico de Macha, Magda Barahona, dijo que los habitantes del lugar se encuentran agradecidos con Morales, y con el Movimiento Al Socialismo (MAS) por la creación del municipio de San Pedro de Macha, cuyas primeras autoridades municipales serán elegidas en las próximas elecciones subnacionales. “Todos estamos con el color azul en agradecimiento a eso. Con el color azul nos hemos cerrado el año pasado”, admitió.

Pese a la admisión, la cívica afirma que no es la política la que guía a los habitantes de Macha. Es más… la mayoría de ellos apenas tenían referencia de que, hace un año, los potosinos eran invadidos por mensajes falsos en las redes que aseguraban que ellos estaban entrando violentamente a la ciudad. “Dice que estaban de miedo, ¿no?”, pregunta, más bien.

Pero eso parece difícil de creer, si se toma en cuenta los sucesos posteriores al tinku o encuentro del 15 de noviembre de 2019.

Macha se puso en franca rebeldía contra el gobierno de Jeanine Añez, a la que consideraba una usurpadora, y mantenía su respaldo a Morales. Mientras la gente que vivía en las ciudades hablaba de fraude electoral, los macheños sentían que les habían robado la elección a ellos. “Era fraude, pero en este sector no había fraude”, dice Magda.

Entonces, quedó claro que las personas que llegaron hasta la capital el 15 de noviembre no lo hicieron por reivindicar la wiphala, como se informó entonces, sino a defender su voto, aquel que había favorecido abrumadoramente al MAS en las elecciones de 2019 y que se repitió en las de 2020, cuando el 83,6 por ciento de los votos emitidos fueron para Luis Arce.

Pero otro dirigente, Germán Huanca, fue más franco al hablarnos este año: “Nosotros hemos entrado, pues; directamente para enfrentar con la población”.

Como secretario ejecutivo de la Central Seccional Tomás Katari, Huanca conoce cuáles fueron los movimientos de los nortepotosinos en noviembre de 2019 y asegura que decidieron marchar a la ciudad porque se enteraron que se iba a elegir a un nuevo gobernador y ellos debían asegurarse que sea del MAS.

—¿Y qué hubiera pasado si no lo elegían gobernador a uno del MAS?

—Ah… eso… uta… (los de Macha) querían enfrentar siempre. Por lo menos dos días o tres días tenían que quedarse (en la capital de Departamento). Después sigue tenían que masificar, digamos, de otras provincias más. Eso era el objetivo.

Tomás Katari

Macha es Tomás Katari y Tomás Katari es Macha. Esa es la impresión que te deja ese poblado, ubicado en la provincia Chayanta del Departamento de Potosí y con una historia más antigua que Bolivia misma.

La estatua del cacique que, en tiempos coloniales, caminó hasta Buenos Aires reclamando sus derechos, domina la plaza… y buena parte de la vida de los macheños. De hecho, la mayoría de las organizaciones llevan su nombre.

La Central Seccional, que dirige Germán Huanca, se llama Tomás Katari. Depende de la Central Provincial que, a su vez, es una división de la Federación Regional del Norte de Potosí. Se trata de organizaciones sindicales que, según dice aquel, actúan respetando a las organizaciones originarias y a sus autoridades. “Mi brazo izquierdo es el sindicato y mi brazo derecho son las autoridades originarias”, dice mostrando sus extremidades.

La asambleísta departamental Mirian Vargas es de Macha y denunció en junio de este año que la casa de sus padres fue quemada, como represalia por haber manifestado su intención de no ratificar al gobernador Omar Veliz, el mismo que fue elegido en noviembre, cuando los comunarios estaban ingresando a Potosí.

Vargas dice que el caso no avanza en el Ministerio Público y teme por sus padres, porque los macheños que se sienten respaldados por el MAS siguen amenazándola con hacerles daño a ellos. Con el propósito de que dejen en paz a sus padres, ella renunció aquellos días, pero el Tribunal Electoral Departamental no aceptó la dimisión, por haberla presentado bajo presión.

Ella culpa del incendio a “los Tomás Kataris”, en alusión a un grupo denominado “Tomás Katari Unido”, que actuaría de manera extraoficial, aunque Huanca admite conocerlos. ¿Y quiénes quemaron la casa de la asambleísta? Germán dice que no sabe quiénes lo hicieron pero señala que fue una reacción de pobladores de Macha al saber que Vargas no votaría por la ratificación de Veliz. ¿Quién les avisó? “Hay confianzas. Nos han llamado asambleístas directamente”.