Diez tesis sobre la transición boliviana

Emilio Martínez Cardona

Cerrando el 2020, se impone un balance del proceso vivido en el último año y tanto, para desmontar falacias y aportar elementos de juicio sobre aciertos y responsabilidades.



1. Objeción de conciencia. La rebelión popular contra el fraude no habría llegado a buen puerto sin la objeción de conciencia de los policías, que se negaron a reprimir las protestas, y sin la resistencia institucionalista de los militares a enfrentarse con las fuerzas policiales.

2. Ni golpe ni junta: sucesión. Contra la estrategia de vacío de poder impulsada por Evo Morales, a través de las renuncias de sus inmediatos sucesores, y contra las tentaciones de una junta cívico-militar en una facción de extrema derecha (que habría sido funcional a la primera), se optó por la vía correcta, con una sucesión constitucional avalada por el Legislativo y por el TCP.

3. Mandos medios masistas. Si bien es comprensible, por motivos éticos y técnicos, que el gobierno de transición evitara despidos masivos en el sector público, debió procederse a una remoción quirúrgica de mandos medios estratégicos del MAS en los ministerios. Al conservar muchos de estos cuadros, se mantuvieron también ciertas redes de corrupción como la que generó el escándalo de los respiradores.

4. Torpedeo del mesismo. Desde el sector liderado por el ex presidente Mesa se priorizó lo electoral sobre la gobernabilidad del proceso de transición, llevando a cabo un bombardeo mediático que magnificó los errores reales (respiradores) y procuró instalar otros inventados (reactivos). Actitud que contrasta con la tibieza mostrada en las últimas semanas por esa formación política en relación a la nueva administración del MAS.

5. Se frenó la debacle económica. Contra lo sugerido por la “leyenda del año negro” que promueve Arce, lo cierto es que la pérdida de reservas internacionales en plena pandemia fue menor que la del 2019, y que la recesión generada por el Covid en Bolivia también es inferior a la que se registra en Argentina, gobernada por el modelo “nacional-popular” que comparte el masismo.

6. No se avanzó en la autonomía. Aunque se alegará que esto no estaba dentro de las competencias de un gobierno de transición, se perdió la oportunidad histórica de impulsar medidas como el Pacto Fiscal, para distribuir buena parte de ese 85% del Presupuesto General del Estado que es manejado por el centralismo.

7. Sacrificios y mezquindades. Si bien dos candidatos presidenciales (Añez y Quiroga) dieron correctamente un paso al costado para viabilizar la unidad de las fuerzas democráticas, los partidos que siguieron en carrera fueron incapaces de forjar acuerdos mínimos, siquiera a través del voto cruzado, que habría ampliado la representación opositora en la Cámara de Diputados.

8. Sin control electoral. Otra grave falencia de las alianzas opositoras que llegaron al 18 de octubre fue su débil aparato de control electoral, sin el cual es difícil confirmar las denuncias de irregularidades.

9. Misión tardía. Aún comprendiendo que la llegada de los expertos de la CIDH se demoró por las dudas en la imparcialidad de dos de ellos, habría sido preferible que el arribo de este grupo se diera en el marco del gobierno de transición, reduciendo las capacidades de manipulación de la verdad histórica del masismo.

10. El pos-evismo. Aunque la posibilidad de un cambio pleno de ciclo político quedó trunca, no todo fue en vano y el propio MAS parece vivir un proceso de “desestalinización”, con el fin de la dictadura personal de Evo Morales e incipientes tanteos hacia una democratización interna.