Un carnaval para el olvido

Creo que Hiroshima después de la bomba atómica quedó tan silenciosa como el centro de la ciudad de Santa Cruz, cuando hasta las aves desaparecieron. Algunos perros sin dueño pasaban de vez en cuando. Observé también a algunos transeúntes tristes, callados, que seguramente iban en busca de alimentos, tal como en Hiroshima iban los sobrevivientes quemados. Con la diferencia de que allí murieron calcinados miles de miles de personas y en Santa Cruz se trató de combatir la maldita peste china y de salvar vidas.

Si la cuarentena rígida era la solución o no, será algo que quedará para el debate. Pero, naturalmente, nadie puede negar los destrozos que la norma municipal causó en el transporte, el comercio, los músicos, y sobre todo en el sector gastronómico, donde cientos de restaurantes se quedaron con sus reservas confirmadas, el personal contratado y los alimentos adquiridos. Choferes, vendedores, camareros, trompetistas y tamboreros, se quedaron sin comer. No habían sido arrasadas las casas por la bomba nuclear, pero sí la alegría innata de sus moradores.



Esta plaga maldita ha afectado al mundo entero, y, en Bolivia, a muchísimos hogares. Estamos desesperados sin saber si las vacunas nos van a salvar, o si la ivermectina, o el paracetamol, o aspirar hojas de eucalipto, mientras mueren tantas personas conocidas. Y lo que es peor, amigos entrañables, amantes de la vida, enamorados llenos de planes y de proyectos hasta hace poco, como lamento todos los días y no dejaré de lamentar.

Los Tauras hemos perdido a varios de nuestros cofrades con la peste y los hemos recordado el domingo pasado, en una reunión virtual. Con la casaca rojinegra, nos pudimos ver, luego de diez meses, y evocamos a quienes partieron, tomando un vaso de cerveza y oyendo los sones de la banda. Fue lo máximo que pudimos hacer durante el encierro “rígido”. Suponemos que algo similar harían otras comparsas, porque si bien el carnaval se festeja con entusiasmo en todo el país, los cruceños somos los que hemos hecho de la fiesta algo místico, fervoroso. No hubo Corso ni mojazón aquí, pero tampoco hubo la fantástica “entrada” en Oruro, ni habrá el espectacular Corso de Corsos en Cochabamba.

A las chicas Pioneras (ya no tan chicas ahora) les ha tocado celebrar sus 30 años de vida comparsera justo en este Carnaval desolado. ¡Qué mala suerte! Es la primera agrupación carnavalera constituida únicamente por mujeres que logró abrirse camino desafiando el machismo de los carnavaleros varones. Y los Tauras las adoptamos como a ahijadas por su enorme simpatía y porque le dieron brillo al Corso, con un ropaje fantástico, creativo y seductor. Pese al caos, las Pioneras exhibirán su historia, sin fiesta, mañana viernes en la Casa de la Cultura. Ni baile ni copas, pero por lo menos podrán recordar su hazaña, aunque sea sin esplendor. Esperemos que esté presente nuestra bella y sensible Reina, Iciar I, de vuelta de su peregrinaje solidario por Chiquitos.

Los únicos que sacaron provecho del largo feriado, como de casi todas las fiestas, fueron los masistas. Ni la bomba atómica los modera porque hasta las guaridas profundas donde moran no llega la radioactividad. Aprovecharon del Carnaval para aprobar una ley terrible en la Asamblea, indultando a sus jefes y partidarios que hicieron fechorías en noviembre del 2019 y después obstruyeron hasta el paso de oxígeno para los enfermos de Covid. Pero arremetieron contra las FF.AA. y las personalidades que pusieron coto a tales desmanes, para quienes no habrá indulto. Con el mismo cinismo y descaro de la época del malhadado Evo Morales, exactamente con las mismas mañas, decidieron manipular a la justicia que le es fiel todavía y por tanto librar a sus secuaces y liquidar a sus enemigos. Seguramente que su próximo paso será proclamar la República del Kollasuyo, como ya lo están insinuando algunos de sus líderes.

Mientras tanto, pasado este lamentable Carnaval, se nos viene como una tromba las elecciones para gobernadores y alcaldes, otras Carnestolendas donde habrá que quitar antifaces para saber quiénes son los promasistas y los pseudo masistas, porque a los masistas de verdad ya los conocemos. Han transcurrido días de muy mal sabor, y ahora toca votar sin lugar a equívoco: hay que cerrarle el paso al MAS, sin dudar ni por un instante.