Las sombras del matrimonio infantil en el Caribe

La República Dominicana promulgó en enero una ley que prohíbe el casamiento infantil en el país, pero se limita a las uniones formales y deja fuera las informales entre adultos y niños

Elena Crespo

Rosa Giselle González, de 34 años, vive junto a sus tres hijos y su compañero, en San Cristóbal, República Dominicana. Fue abandonada por su marido y cargó sola con los chicos.
Rosa Giselle González, de 34 años, vive junto a sus tres hijos y su compañero, en San Cristóbal, República Dominicana. Fue abandonada por su marido y cargó sola con los chicos.PABLO TOSCO

Yamileth, de 14 años, está embarazada de cinco meses. Vive muy cerca de su madre, Sugenys, en una humilde casita en la Zurza, un barrio marginado de la zona norte de la ciudad de Santo Domingo (República Dominicana). Tres grandes cañadas, El Diablo, Los Dulceros y las Tres Cruces, delimitan con basura y desperdicios esta comunidad que, pese a haber logrado significativos avances en su desarrollo a partir del Plan Estratégico del Distrito Nacional 2030, adolece de una correcta urbanización, sistemas de saneamiento y gestión de servicios básicos en la mayor parte de las viviendas. La de Sugenys, como la mayoría, está construida con materiales muy frágiles: zinc viejo, hojalata y madera.



Dentro, Yamileth atiende su anticuado móvil. Con 16 semanas de gestación, se le hace difícil ocultar su embarazo. “Deja de poner mente al celular y métete en afanes y trapea un poco tu casa antes que llegue tu marío”, le conmina su madre. Además de la adolescente, Sugenys tiene dos niños varones.

“Para mí es normal que se haya independizado. Yo me casé a los 16 años. En mi casa éramos seis hermanos. Había muchas bocas que alimentar, asín que a mi madre no le importó que me pusiera en amores pronto”, cuenta la madre con naturalidad. Pese a su corta edad, Yamileth vive con Félix desde hace un año. Fontanero de profesión, ha cumplido 50 años. “Empezó a visitarme a casa de mi mamá. Me traía regalos, ropa y un día me regaló un celular. Así nos fuimos conociendo, hasta que nos hicimos novios”, relata la adolescente.

Yamileth no es una excepción. Al menos una de cada cinco dominicanas termina casada o en uniones informales siendo menor, y en muchas ocasiones, con hombres que les doblan la edad, según datos oficiales recogidos por Unicef. El informe ENHOGAR-MICS 2014, concluyó que el 36% de las mujeres jóvenes (entre 20 y 24 años) de la República Dominicana se casó o unió antes de los 18 años y un 12%, antes de los 15. Las cifras, entre las más elevadas de América Latina, son similares a las de la ONG Plan Internacional, que afirma que el 37% se casa con un adulto antes de los 18 años, y este porcentaje se puede elevar hasta el 47% en las zonas más pobres del país. “El matrimonio infantil era un problema y una realidad en República Dominicana, pero para la mayoría de la gente no existía”, explica Virginia Saiz, directora de esta ONG en República Dominicana.

Félix perdió su trabajo a finales de marzo del año pasado, justo antes de que Santo Domingo entrara en cuarentena en un intento de prevenir la propagación del nuevo coronavirus. “Antes íbamos al cine, comíamos pizza o salíamos a dar un paseo por la Zonal Colonial. Ahora no hay ”, lamenta la adolescente. La pareja vive también con el hijo de ocho años de Félix, fruto de una relación anterior. Carecen de ingresos fijos, así que sobreviven mediante trabajos esporádicos. “Se come con lo que aparece. No hay de otra”, se resigna Yamileth.

La prohibición es un hito, pero es simbólico porque se limita a los matrimonios formales inscritos en el Registro Civil

ALBA RODRÍGUEZ, DIRECTORA EJECUTIVA DE SAVE THE CHILDREN REPÚBLICA DOMINICANA

Las expertas de Save the Children y Plan Internacional consultadas para este reportaje afirman que la mayor brecha en el país es la de la desigualdad y la pobreza. “Si a eso le sumamos la crisis de la covid-19, no sabemos en qué escenario estamos, pero las niñas y adolescentes que han sido casadas o unidas a un adulto sufren aún más desigualdad”, sostiene Alba Rodríguez, directora ejecutiva de Save the Children en el país.

En República Dominicana, el matrimonio infantil no estuvo penalizado hasta enero de 2021. De poco servía el hecho de que la legislación tipifique como abuso sexual las relaciones con menores de edad cuando se da una diferencia de cinco años o más, según el artículo 396 de la ley 136-03. El marco legal anterior legitimaba, en realidad, el matrimonio infantil, pues las adolescentes mayores de 15 años y los adolescentes mayores de 16 sí podían casarse legalmente si disponían de la autorización de sus padres. Por debajo de estas edades era necesario el permiso paterno y, además, una dispensa judicial. En estos casos, el juez no tenía en cuenta ningún límite de edad para aprobar esos matrimonios. “Se trataba de abrir un camino más favorable, había que deconstruir los patrones machistas que habían aceptado el matrimonio con menores de edad. Esto solo se podía hacer empezando por prohibir su práctica”, explica Rodríguez.

“Tradicionalmente, se priorizaba la maternidad frente a cualquier otro avance, y eso está muy arraigado. Se ha pasado de generación en generación, como una opción para las niñas en situación de pobreza”, subraya Rodríguez. Por eso, los patrones de género tradicionales del país, en los que las niñas se debían casar pronto, deben transformarse a través de la educación. “Todos los actores tienes que ser partícipes”, subraya.

Tradicionalmente, se priorizaba la maternidad frente a cualquier otro avance, y eso está muy arraigado

En enero, el presidente Luis Abinader promulgó la ley 1-21 que prohíbe el matrimonio infantil en el país. En su artículo primero, la ley establece que “tiene por objeto prohibir que las personas menores de 18 años contraigan matrimonio mediante la modificación y derogación de varias disposiciones del Código Civil”, y sanciona la práctica con entre cinco y cien salarios mínimos (de 1.500 a 30.000 euros), de dos a cinco años de cárcel y la anulación del matrimonio. Como parte de esta apuesta, se ha creado también el Gabinete de las Mujeres, las Adolescentes y las Niñas, bajo la dirección del Ministerio de la Mujer. La medida va en línea con la suscripción por parte de la República Dominicana de diferentes convenios, como la Convención sobre los Derechos del Niño, ratificada por el país en 1991.

“La prohibición es un hito, pero es simbólico, porque se limita a los matrimonios formales inscritos en el Registro Civil. Queda una brecha en las uniones tempranas (informales), que no tienen regulación por ley”, señala Rodríguez. “El embarazo en adolescentes, el matrimonio infantil y las uniones a temprana edad tienen un papel preponderante en la agenda de prioridades de nuestra gestión de gobierno. Existe la voluntad política firme y decidida de implementar planes y políticas sociales, económicas y educativas. Tenemos la plena conciencia de que no será posible el desarrollo sustentable del país si la población adolescente y joven enfrenta barreras estructurales que limitan su desarrollo personal, educativo y profesional”, responde por mensaje Mayra Jiménez, ministra de la Mujer. Sin embargo, no menciona los matrimonios no inscritos.

El obstáculo de los padres

Aurelina Payano es educadora y trabaja en un programa de apoyo a niñas y adolescentes casadas, unidas y en riesgo en Save the Children. “Las chicas tienen entre 12 y 17 años. La mayoría han sido unidas [de manera informal]. Solo hay una casada. Primero estuvo unida siendo menor y acabó contrayendo matrimonio con la misma pareja al ser mayor de edad. Todas comparten que vienen de entornos familiares autoritarios y restrictivos, por lo que muchas sienten la necesidad de escapar de esa realidad”, explica.

Nicole Luciano es también trabajadora de la ONG Save The Children y tiene un contacto diario con las niñas y adolescentes en peligro por este tipo de prácticas. “El trabajo que se ha venido haciendo a través de charlas y talleres de prevención del matrimonio infantil ha sido muy bueno. El mayor obstáculo es que, a veces, los padres no colaboran”.

La clave para el futuro, dicen estas expertas, es encontrar una nueva masculinidad en el comportamiento de niños y adolescentes y continuar un trabajo global para mirar a los otros con empatía.