Mamás se vuelven maestras y «teleworkers » en la pandemia


Estas jefas de hogar sacrifican su tiempo fuera del trabajo para colaborar en la educación de sus hijos.

 



Fuente: paginasiete.bo

Madeleyne Aguilar A. /La Paz

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En los «tiempos libres» de su trabajo desde casa, Karen, madre de dos niños, debe acompañar en las clases virtuales y ayudar a cumplir las tareas escolares. Como ella, miles de mujeres  se han convertido en maestras de apoyo en esta pandemia, obligación que cumplen a la par de su trabajo y tareas domésticas. Son supermamás que el 27 de mayo celebrarán su día.

Mientras la videoconferencia de Zoom de su hijo mayor se corta por problemas de conexión, su hija menor, de  cuatro años, le jala el brazo reclamando sus dibujos impresos recortables.

Excusándose con su jefa «para ir al baño», Karen escapa a la otra habitación para imprimir la tarea. En el escritorio se da cuenta que ya se retrasó para preparar la comida. Corre a la cocina, donde aún se escuchan los gritos: ¡Mamá, se cortó el internet!

Pero urgen los papeles de su niña porque son para un examen y  su jefa ya reclama su presencia. Karen se sienta en el piso y comienza a llorar. Es demasiado.

A los pocos minutos, se para, limpia su rostro y vuelve a ambos trabajos: home-office y maestra.

En febrero de 2021, el Gobierno dispuso el inicio del año escolar bajo tres modalidades: a distancia, semipresencial y presencial. Por esto, en la mayoría  de los hogares se requiere el apoyo de los padres en la educación. Esta tarea recae  principalmente en las madres que en muchos casos deben cumplir al mismo tiempo con el trabajo a distancia y las labores domésticas.

Para la abogada Mónica Salas, las clases virtuales significaron muchísimo más trabajo. Entre sus prioridades diarias está que sus tres hijos cuenten con todo el material para sus clases.

«Deben tener los lápices y las gomas. No  sólo eso, pues nos mandan bastantes textos que hay que imprimir. Hay que estar pendientes», remarca.

El que le demanda más tiempo es su hijo menor, que está en segundo básico. Corregir la ortografía, los ejercicios de matemáticas, etc., le puede tomar más de una hora cada día.

Paralelamente debe cumplir con su trabajo de ocho horas, en una firma de abogados. Si bien se les  ha permitido el trabajo desde casa, hay días en los que debe realizar trámites presenciales y esto significa salir de casa.

«El nivel inicial es mucho más complejo, porque está previsto un desarrollo integral, que va desde la psicomotricidad fina, lectoescritura, etc.», coincide otra mamá, Fátima Laura.

El menor  de sus tres hijos está en pre-kínder. Orgullosa cuenta que él  ya maneja muy bien los colores, números hasta el diez, pintado y formas geométricas básicas. Sus dos hijos  mayores están en  segundo y quinto. Con ellos, debe supervisar que cumplan las tareas e imprimir materiales.

«De vez en cuando les tomo repasos. Además, los acompaño en su avance, controlo que no se distraigan y les ayudo a entender algunas instrucciones», señala.

 El trabajo de maestra de esta mamá comienza a las 13:00, incluso antes de las clases. Luego supervisa a sus hijos hasta que terminan sus cursos a las 18:10. Y luego  debe colaborar con las tareas escolares.

Fátima, además de madre, es docente en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), dicta dos materias. Terminó una maestría y es investigadora en el Instituto de Investigaciones Industriales (IIIFI).

«El hecho de no poder contar con la tarde para nuestras actividades es  preocupante y no ha quedado otra que tener que reducir horas de sueño. Por ello, habitualmente me levanto a las 3:30 de la mañana», revela.

Usa gran parte de la madrugada para sus obligaciones laborales y domésticas. Así, puede dedicar la tarde a acompañar a sus hijos, especialmente al pequeño de pre-kínder. «Lamentablemente la coyuntura no nos permite darnos el lujo de dejar de trabajar», señala.

Un trabajo en equipo

Para el acompañamiento escolar,  Fátima cuenta con el apoyo de su  esposo y su madre . Asegura, que sin ellos «no lograrían tener buenos resultados».

«Mi esposo es un padre ejemplar que gracias a Dios realiza teletrabajo y con él nos cubrimos en las tardes para estar todo el tiempo con el pequeño. Mi mami nos apoya con el de segundo de primaria, que es un poco inquieto y requiere  supervisión frecuentemente «, relata.

 Algo similar vive  la abogada Mónica Salas. Ella cuenta con el apoyo de su esposo y se dividieron las tareas. «Yo verifico que estén bien hechas y él se cerciora de que efectivamente se envíen de manera correcta. Es un  gran trabajo en equipo», dice.

En el caso de los gemelos Leandro y Gabriel, de cuatro años, el trabajo es doble. Ellos sólo ven a su maestra de pre-kínder, una vez cada dos semanas, para entregarle sus manualidades. El resto del tiempo las clases consisten en una pantalla,  un celular, materiales y mamá.

«Pasamos clases en la mañana y en la tarde repasamos todo otra vez. Hacemos las tareas para darles un apoyo porque no es lo mismo ir al kínder que pasar una clase virtual de 45 minutos», cuenta su mamá, Patricia Peña. Es fisioterapeuta y ha  trabajado con niños. Ahora  aplica todos sus conocimientos en sus hijos.

Además del contenido de las clases, Patricia  baja material de internet, como libros o videos. En días de examen la supervisión se hace más difícil. Entonces, la hermana mayor de la familia le ayuda con uno de los gemelos. «Con Adriana ( su primogénita), era diferente. Ella iba al colegio. Entonces era más fácil, yo podía ir a trabajar. Ahora  es más complicado», cuenta la mamá.

Cecilia,  madre de Miguel, es «maestra» tiempo completo. Foto: Cecilia Butikofer

 

Profesoras a tiempo completo

Durante la pandemia, el trabajo de fisioterapeuta se hizo «imposible» para Patricia, la madre de los gemelos. Explica que sería muy riesgoso estar en contacto físico con sus pacientes y luego llegar a casa. Por eso,  colaborar a la educación  de sus hijos ahora es su  trabajo prioritario.

En la casa de Leandro y Gabriel, el living se convirtió en un aula. En la mesa hay dos canastas, una para cada uno. Contienen lápices de colores, marcadores, crayones y pegamento.

Cecilia Butikofer tiene un hijo de 10 años, Miguel Ángel, que cursa quinto de primaria. Sus clases comienzan a la 13:45 y terminan a las 18:10. Ella conoce perfectamente el horario porque lo supervisa. Revisa que su niño no se distraiga y  esté atento.

«Está prohibido que los padres intervengan en las clases o que se los ayude porque dan repaso, exámenes, etcétera; pero hay que supervisarlos», aclara.

Al terminar las clases, Cecilia revisa el casillero de tareas (una ventana virtual) para ver en qué orden Miguel deberá realizar sus actividades. Además, le guía en lo que no entienda y refuerza lo aprendido con practica, para que él  «tenga más curiosidad e interés en  investigar».

Escanear  trabajos, transformarlos a PDF y cargarlos a la plataforma para enviarlos le toma varias horas, pero ella asumió esa responsabilidad en pos de una buena educación para sus hijos. Recibe ayuda de la familia, pero ella es la principal maestra de la casa.

 «Soy licenciada en fisioterapia y kinesiología, pero ahora, por la pandemia, me dedico por completo a las labores de casa. Es por eso que puedo estar al pendiente de mi hijo al 100%», comenta Cecilia. Bajo su supervisión la exigencia para su hijo aumentó.

«En el colegio de mi hijo, desde que comenzaron las clases virtuales se organizaron muy bien en los horarios. Tengo la oportunidad de escuchar alguna vez las clases y los profesores son muy buenos, siempre están atentos las dudas», cuenta Cecilia.

Los niños  de niveles iniciales requieren una guía presencial para cumplir con sus tareas. Foto:Víctor Gutiérrez / Página Siete

 

Mucho por aprender

Si bien todas las mamás entrevistadas coinciden en que los profesores mejoraron considerablemente respecto al año pasado, aún hay mucho por mejorar.

«Creo que se debe aprender a dosificar y buscar mecanismos pedagógicos que permitan una  interacción directa de la profesora con los más pequeños, proporcionando así a los padres un poco de libertad para  cubrir con sus obligaciones laborales de manera simultánea», señala Fátima.

Considera que los profesores deberían considerar  que  la educación virtual es distinta a la  presencial.   «Los profesores debieran darse cuenta que quienes estamos al otro lado, especialmente con los más pequeños, somos los papás que cubrimos el rol de asistentes. Para las exigencias y nivel de avance, somos nosotros quienes ejecutamos de este otro lado lo que ellas planifican», asevera Fátima.

 «La doble tarea de maestra y madre provoca estrés»

«Las madres de esta generación, que viven la pandemia, sufren de estrés por la educación de sus hijos. El proceso de enseñanza y aprendizaje es una profesión que se estudia en instituciones especializadas, pero estas mujeres con las herramientas que tienen han asumido ese rol», destaca la psicóloga especialista en educación infantil y gestora del colectivo Mujer de Plata,  Ivanna Estrada Calderón.

Señala que esa función de maestra/madre significa enfrentarse a   los berrinches de sus hijos y a las frustraciones que implica la educación a distancia.

«Se ven cara a cara con la desmotivación de sus hijos que muchas veces no pueden cumplir con su rol de aprendiz o pupilo por el formato virtual que tiene muchos vacíos», lamenta.

Estrada explica que  en niveles  iniciales las tareas son por lógica simples, sin embargo, la situación se complica cuando los hijos en cursos avanzados, como la secundaria, no comprenden las lecciones. «¿Qué haces como madre al ver que tu hija o hijo no entiende las lecciones y tú no le puedes ayudar a entender?».

Alerta que esa situación   comúnmente  desemboca en episodios de alto estrés. Para lidiar con esto, la profesional recomienda: «La organización será la mayor aliada para llegar al fin de semana con vida. Es muy importante que haya un trabajo en equipo dentro de la pareja».

Fuente: paginasiete.bo