Componente 2 de la Sputnik V: crónica de una muerte anunciada hace 164 días en Rusia

La crisis del Gobierno por el déficit de segundas dosis de la vacuna rusa tuvo su germen en enero. Las alertas que nadie pareció escuchar y ahora ponen en jaque la inmunidad de millones de argentinos.

 



El presidente ruso, Vladimir Putin. Foto: AP

Aunque el Gobierno argentino quiera ser “más ruso” que Vladimir Putin, las posibilidades de conseguir a tiempo el segundo componente de la vacuna Sputnik V contra el coronavirus parecen apagarse lentamente. No es especulación: esta semana tuvo lugar el último capítulo de una larga crónica, de lo que a todas luces parece una muerte anunciada.

El certificado de defunción del componente 2 se firmó oficialmente hace 50 días en Rusia, cuando ese país aprobó la eufemísticamente llamada Sputnik Light. Es la mitad de la vacuna original, aunque su efectividad -según los datos publicados- es del 79 por ciento. Con el esquema completo, la efectividad sube al 92.

Sin embargo, la extinción del componente 2 comenzó antes, casi desde el momento mismo de su nacimiento. Una cosa fue el ensayo de la vacuna. Otra, tener que producirla en cantidad para inocular a los rusos y, también, a los habitantes de otros 67 países que la fueron aprobando este año, en los que viven 3.500 millones de personas.

Mientras Rusia no paró en su afán de promocionar la vacuna por el mundo, pronto comenzaron los desfases en la fabricación de los componentes 1 y 2. Una pregunta hasta ahora no respondida es si Argentina sabía, desde el mismo momento en que firmó un contrato por 200 millones de dólares, que este problema existía.

La clave se puede rastrear en el día que Rusia anunció el comienzo de los ensayos con la Sputnik Light. Fue el 11 de enero pasado, hace 164 días. A nuestro país apenas habían arribado 300 mil dosis del primer componente y faltaba casi una semana para que llegaran las primeras 300 mil dosis del segundo. Hoy, el total acumulado de segundos componentes en Argentina no llega a los 2 millones.

La ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, durante una conferencia de prensa en Casa Rosada.

La ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, durante una conferencia de prensa en Casa Rosada.

Los argentinos se empezaron a dar cuenta de estos inconvenientes cuando, cada vez más, quedaron en evidencia los desfasajes entre los arribos de esas primeras y segundas dosis. Hasta hoy, apenas una “élite” pudo ser vacunada con el esquema completo de la vacuna rusa: 2 de cada 10 inmunizados.

Este miércoles, el gobierno de Rusia explicó abiertamente y sin tapujos que las segundas dosis no estaban disponibles para el mercado externo porque la prioridad es la demanda interna de ese país. O sea, repitieron lo que ya habían dicho hacía seis meses. Pero en ese momento era una música que nadie parecía escuchar.

Dicha cuestión, agregada a que la fabricación del segundo componente resulta mucho más lenta y delicada que la del primero (producto de la inestabilidad que presenta la materia prima del adenovirus replicante 5), dio como resultado este enorme déficit que hoy tiene como rehenes a millones de argentinos.

Rusia dice, en resumidas cuentas, que no hay segundas dosis para todos porque las pocas que consigue producir van para los rusos, algo que en principio suena bastante razonable. La salvedad es que Rusia le vendió a nuestro país una “casa con pileta” y la pileta por ahora es sólo un pozo en el terreno. Mientras tanto, la ministra argentina de Salud, Carla Vizzotti, en vez de reclamar el “amenity” comprometido afirma que no hay segundas dosis porque, sencillamente, está costando elaborarlas.

Administrar sólo una parte de la verdad le permite al gobierno argentino sostener su complicidad política con Rusia, sin la incomodidad que le depararía incursionar en un reclamo más firme, como lo ha hecho ante el laboratorio AstraZeneca en mayo, cuando las vacunas prometidas para marzo aún no habían arribado.

El último cargamento de Sputnik arribado al país, el 8 de junio.

El último cargamento de Sputnik arribado al país, el 8 de junio.

La realidad es que Rusia, dicho por el propio gobierno de ese país, creó la Sputnik Light para comercializar su vacuna en el exterior, ante las dificultades de escalar la producción del segundo componente. Entonces, lo que decidió ofrecer es ni más ni menos que el primer componente: por lógica, de una efectividad menor que el esquema completo.

El problema es que Argentina firmó su contrato con el Centro Gamaleya antes de que existiera la Sputnik Light. Y allí se dejó por escrito que de las 20 millones de dosis compradas -a 10 dólares cada una-, la mitad debía corresponder al primer componente y la otra mitad, al segundo.

Si Rusia sigue mandando componentes 1 en los vuelos que se programen para las próximas semanas, ese contrato pronto quedaría alterado: faltan sólo 2,4 millones de dosis para completar los 10 millones de primeras dosis. El resto debería consistir en segundas.

La Sputnik Light todavía no está aprobada en la Argentina. Es decir que, sanitariamente hablando, los 6 millones de ciudadanos que no recibieron la segunda dosis de la vacuna rusa no estarían satisfactoriamente vacunados. ¿Esto podría cambiar si Argentina decidiera tomar el “atajo light”, que ya obtuvo el visto bueno en Moscú?

Vizzotti sigue afirmando, ante cada micrófono que le ponen delante, que todos los argentinos recibirán el esquema completo de las vacunas. El matiz es que si la Sputnik Light se aprobara finalmente en nuestro país, el nuevo esquema completo de la vacuna rusa pasaría a ser sólo el primer componente. Y pese a la desprolijidad del caso, nadie podría afirmar lo contrario.

Viales de la vacuna Sputnik utilizados en en el vacunatorio de Tecnópolis. Foto: EFE

Viales de la vacuna Sputnik utilizados en en el vacunatorio de Tecnópolis. Foto: EFE

En la polémica por la falta de segundas dosis de la Sputnik V también participó en las últimas horas el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. Equiparó el primer componente de la vacuna rusa con la unidosis de Johnson & Johnson. En rigor, una dosis de Sputnik brinda teóricamente más protección que la estadounidense. Pero ni la Sputnik Light ni la de J&J están aprobadas en el país.

Las condiciones para llegar a este escenario fueron preparadas durante los últimos meses. Había un problema que en algún momento iba a hacer eclosión. Y el momento es éste. En el ínterin se conocieron estudios científicos sobre la eficacia del primer componente en solitario de la Sputnik V. Uno de esos trabajos fue realizado por investigadores del Conicet: llegaron a la conclusión de que la eficacia del primer componente era alta y mucho más en aquellas personas que ya habían tenido Covid.

El Fondo Ruso de Inversión Directa difundió además, el último 2 de junio, datos surgidos de la provincia de Buenos Aires para avalar la eficacia de la Sputnik Light: según anunciaron, se había demostrado una eficacia del 80 por ciento en adultos mayores con una sola dosis.

Los científicos argentinos que llevaron adelante estos trabajos celebraron esos resultados, que desde el punto de vista sanitario pudieron aportar algo de tranquilidad, aunque a la vez no lograron saldar la incertidumbre sobre un punto clave: cuánto tiempo dura la efectividad de una sola dosis.

De manera que esas conclusiones, siempre provisorias y algo frágiles, fueron construyendo un intento de legitimación del producto farmacéutico alternativo, que ya no era el que había adquirido el país. Pero para decirlo con la metáfora inmobiliaria: que algún verano sea eventualmente menos caluroso, no implica que el comprador de la casa con pileta quiera renunciar a darse su merecido chapuzón.

PS