Gobernar bajo pandemia populista y coronavírica

 

 



Winston Churchill menciona un aspecto fundamental aunque poco y nada practicado: “El político piensa en la próxima elección, el Estadista en la próxima generación”.

No todos tenemos habilidades, conocimiento y aptitudes para todo; unos son buenos para el fútbol, la música, los negocios, la artesanía, la política. En política ser un Estadista es muy complicado, pues se trata de atender a personas con múltiples intereses y expectativas, por lo que se necesita conocimiento, experiencia, carácter y sobre todo ética; además de carisma para llegar a la población.

Lo extraño es que, los que se dedican a la política no son necesariamente los más capacitados, ni a quienes les preocupa la ética. También extrañamente, lo que la gente les pide no es capacidad de gestión, sino discursos, arengas, como si ellos buscaran a un histrión, un actor de telenovela y no un Estadista.

Un Estadista es el responsable de conducir una sociedad y lo hace conformado equipos de profesionales idóneos en cada cartera y con voluntad y coraje para afrontar el difícil camino que tenemos por delante. Actuando de esta manera es posible llevar a un país por una senda de progreso, económico, cultural; con paz, concordia y bajo un Estado de Derecho.

En nuestros países donde cunde la cultura del populismo, el Jefazo populista necesita sentirse poderoso y satisface su ego a través del control y manejo del pueblo y goza sintiendo que lo tiene a su disposición y doblegado. Cuando el Jefazo populista accede al poder, contrariamente a lo racional, arma su equipo de gobierno con sus allegados, pero cuidando que ninguno pueda hacerle sombra. Sin embargo rápidamente aparecen en su entorno los llunkus que lo endiosan y engolosinan; los que con Evo se diversificaron y especializaron y así aparecieron los amarrahuatos y ahora los limpia mocos y por supuesto proliferan los eternos lameculos.

Por falta de coherencia y unidad los sucesivos gobiernos democráticos no satisficieron las expectativas de la población, la que al entrar a este nuevo mundo de la tecnología y la digitalización se sintió perdida y temerosa.
No olvidemos que nuestros pueblos por diversas circunstancias históricas, tienen una educación precaria y poco adecuada para enfrentar los desafíos de este nuevo mundo de la economía globalizada, tecnológica y digital, por lo que se le dificulta acompañar esta dinámica económica internacional y frente a la cual nos estamos quedando cada vez más  rezagados.

Es la nuestra, una población mayoritariamente de agricultores, trabajadores informales, comerciantes y artesanos, que conocen de su negocio privado, lo manejan bien y generan ganancias, pero tienen problemas y deficiente educación para enfrentar esta nueva economía globalizada. Por esto el discurso de populismo les cala hondo, pues ofrece a la población hacerse cargo de su vida y su futuro y lo hace vendiéndole ilusiones y esperanzas.

Los estrategas castrochavistas que conducen los procesos populistas en Latinoamérica, utilizan el conocimiento práctico que tienen del pueblo y de sus debilidades y esto por su interrelación personal; ahora por la tecnología y la pandemia, lo manejan mayormente mediante las redes y como siempre siguiendo, identificando y utilizando para sus fines sus debilidades, temores y conflictos. No olvidemos que el primer objetivo de un buen manipulador es crear dependencia y utilizar a los demás para lograr sus fines y así lo hacen.

El Populismo utiliza la democracia electoral como artimaña y trampa política y una vez en el poder, practica el totalitarismo, el estatismo en la economía y ataca la propiedad privada y la iniciativa empresarial. Se ha retornado con entusiasmo al centralismo y estatismo, controlando las exportaciones, aplicando más impuestos e intentando nacionalizaciones, con estas políticas se está liquidando la clase media y generando la quiebra de los negocios de emprendedores medianos y pequeños.

La falta de unidad de los políticos y ciudadanos, que creemos en la democracia, la propiedad privada y la libre economía, nos ha debilitado ante el pueblo y ante la comunidad internacional. La democracia ha perdido la credibilidad de muchos ciudadanos los que están cansados y decepcionados de las divisiones de la oposición.

Para quien detenta el poder, mantener la confianza del pueblo es vital, si los ciudadanos dejan de creer en la autoridad, esta comienza a licuarse a pasos agigantados lo que puede conducir a un peligroso vacío de poder y eso es lo que ocurrió en Latinoamérica, de ahí la imperiosa necesidad de que el gobernante entienda que no debe irrespetar a la población y menos mentirle.

La confianza en el gobernante es más que un asunto interno, pues además de perder la confianza de los gobernados, también se puede perder la confianza del sistema internacional.

Los políticos sensatos, entienden que los procesos y transformaciones en democracia necesitan de negociaciones y acuerdos entre partidos, grupos y personas, pues el poder está repartido y esto ayuda a que se cumplan las leyes y evitan la violencia propia de las revoluciones.

El futuro, está abierto de par en par y es obligación de los dirigentes políticos y sociales unirse, pues esta falta de unidad es el primer síntoma de que no estamos listos para ser verdaderamente libre y solo el realismo y el sentido común nos harán reconocer que no hay otro camino que la unidad.

Fuente: ovidioroca.wordpress.com