Con bioseguridad, los familiares pueden entrar a la sala para ver a su ser querido que lucha contra la covid. Ingresan en cumpleaños, Navidad y días festivos.
Verónica Zapana S. / La Paz
Para el jefe de la unidad de terapia intensiva (UTI) del Hospital de Clínicas, Alejandro Enríquez, los momentos de alegría duran minutos, pero son únicos. Así ocurrió el jueves pasado. Ese día, el personal de turno dio pre-alta a dos pacientes que ingresaron semanas antes al área con una saturación muy baja.
Una de ellas es Sandra, una mujer que casi muere dos veces por la Covid-19, pero logró salir adelante. “Qué lindo es decirle a su hija: ¿Ya se va (de alta) tu mamá? y que ella responda: ‘sí, doctor’. Ese momento es indescriptible, sencillamente maravilloso”, dijo Enríquez a Página Siete.
Sandra ingresó hace un mes al área de terapia intensiva con los signos vitales muy malos. El personal del área tuvo que hacer “todo lo extremadamente necesario” para vencer al coronavirus.
Jean Pol es el otro paciente que recibió pre-alta. Ambos fueron transferidos al Hospital Cotahuma para continuar con su recuperación necesaria. “En unos días más tendrán el alta médica (definitiva)”, comentó el profesional.
La noticia de las dos altas dio alegría a todo el personal de terapia intensiva. En el pabellón Percibal de la UTI comenzó a sonar música como una manera de compartir el momento de regocijo.
“Pero no todos los días son así”, reconoce Enríquez, destacado profesional especializado en México. “Hay momentos duros, aquellos cuando nuestros pacientes se nos van”, contó con la voz entrecortada. El miércoles fue uno de esos días tristes. “Uno de los enfermos falleció”, dijo el médico con los ojos llorosos. Y es que para el personal de la unidad, la muerte de un paciente es como la pérdida de un ser querido.
En el área de UTI, los profesionales entienden el dolor de las familias que pierden un ser querido. Según Enríquez, cuando un paciente muere no meten su cuerpo inmediatamente a las bolsas negras. “Nosotros preguntamos a sus familiares si quieren que cambiemos a su ser querido. (Entonces), ellos nos traen la ropa que más les gustaba, la de su oficio, de su deporte favorito o de su hobby. Lo cambiamos y recién se llevan (el cuerpo) a la funeraria”, dijo.
Y como otro gesto de solidaridad y empatía, el médico contó que además consultan a los familiares si quieren despedirse “porque es parte del duelo”. “Les dejamos pasar” bajo estrictas medidas de bioseguridad, aseguró.
La solidaridad y empatía están siempre presentes en la UTI. Con rigurosas medidas de bioseguridad, los familiares pueden ingresar a la sala para ver por unos minutos a su ser querido que lucha contra el coronavirus. Algunos entran por el cumpleaños del paciente, por Navidad, por el Día del Padre y de la Madre. “Esos días son muy fuertes, por eso hacemos todo lo posible para que nuestros pacientes no mueran en esos días, porque es hasta traumante para la familia”, indicó.
De acuerdo con Enríquez, las personas ingresan previa selección y se elige al familiar más joven que ya pasó la enfermedad y se evalúa que tenga buenas defensas. Así pueden ver cómo están sus seres queridos, cómo son atendidos y qué fármacos se aplican.
Esta “revolución” en la atención en terapia intensiva fue muy criticada por algunos de sus colegas, dijo Enríquez, pero aseguró que esas acciones ayudaron a muchos pacientes a recuperarse. Según el galeno, pone en práctica “la terapia abierta” gracias a sus maestros Silvia del Carmen Carrillo y Juan Gerardo Esponda, quienes lo formaron en “humanización de la terapia”.
“Sabemos lo duro que es, por eso nosotros cada día informamos sobre la evolución del paciente a los familiares para que conozcan la situación”, dijo. Agregó que “lo malo es que la gente tarda mucho en acudir al hospital que tienen mayor riesgo de fallecer”.
Enríquez contó que la mayoría de los pacientes ingresan al hospital con una saturación de 30 o 40, cuando lo normal es 90 o más. Por este cuadro, se pone boca abajo a la persona afectada. “Los colocamos días en esa posición con ventilación mecánica porque ese tratamiento funciona y nos ha servido”, dijo el facultativo.
Un paciente recibe atención en una de las camas de la unidad de terapia intensiva.
Foto:Carlos Sánchez / Página SieteLa UTI del Hospital de Clínicas es la más grande de La Paz. Tiene 15 camas divididas en dos bloques: seis en el Artemis y nueve en el Percibal. En ambas salas se instalan dos y cinco purificadores de aire, respectivamente.
Las unidades comenzaron a funcionar en 2020 con la primera ola. Durante 100 años, el hospital no tuvo una sala de esas características, sólo contaba con un espacio pequeño. El exdirector Omar Rodas y el especialista Enríquez iniciaron la travesía. Y con el actual director del hospital, Óscar Romero, dieron funcionalidad al espacio con tres camas. Luego, este establecimiento compró otras tres, el Ministerio de Salud entregó otras tres y la Gobernación dotó 10 más.
Según la responsable de la UTI, Priscila Villafuerte, la unidad tiene 123 contratos de la Agencia de Infraestructura en Salud y Equipamiento Médico (Aisem), 30 son médicos intensivistas, cirujanos, anestesiólogos, emergenciólogos y médicos generales formados en terapia intensiva, 50 son licenciadas enfermeras, 30 son auxiliares, siete son fisioterapeutas y 10 son manuales de limpieza. “La mayoría del personal es joven, tiene entre 30 y 40 años”, aseguró.
Enríquez dijo que antes de contratar al personal, se hizo entrevistas para constatar que los profesionales postulantes “tengan el deseo de (atender) a la gente”. “No queremos médicos que se escapen de noche o que traten mal a las familias de los pacientes”, sostuvo.
El cirujano Sergio Espinoza, de 31 años, ingresó en enero a trabajar con “algo de miedo”, pero en las tres olas no se contagió la Covid. “Creo que hay que tenerle respeto más que miedo al virus”, dijo.
El trabajo en la unidad es coordinado, por eso las guardias son funcionales. “Cada uno aporta con alguna sugerencia para mejorar la salud del paciente, yo por ejemplo, (doy sugerencias) en la práctica. También he operado a algunos”, relató Espinoza.
Luego de cambiarse, el personal pasa la visita a los enfermos, revisa a cada uno de los pacientes y supervisa los equipos. Ve las indicaciones para seguir el tratamiento farmacológico con vitaminas, antibióticos y anticoagulantes. “Ahí se toman las decisiones. Si hay falla renal, se debe llamar al nefrólogo o si tiene problemas de corazón al cardiólogo, entre otros. Nosotros (los terapistas) tomamos las decisiones y los otros médicos las efectivizan”, dijo Villafuerte.
El jueves, en la sala de monitoreo, el personal alistaba la cama que dejó Sandra para el ingreso de otro paciente que esperaba UTI en el Hospital de Cotahuma. “Llevamos dos pacientes para recuperación y nos traen uno a la sala. Trabajamos recíprocamente con hospitales públicos”, dijo Enríquez. Su colega Villafuerte contó que ese día había cuatro pacientes en espera de un espacio. “Es duro ver nombres y edades, pero tratamos de ayudar a todos los que podemos”, dijo.
En las dos últimas semanas ingresaron enfermos de 30 y 20 años
Tercera ola: el paciente más joven que estuvo en terapia intensiva tiene 15 años
El paciente más joven de la tercera ola fue un adolescente de 15 años que ya se recuperó, contó el jefe de la unidad de terapia intensiva del Hospital de Clínicas, Alejandro Enríquez.
“Cuando nos enteramos que había un paciente de 15 años, decidimos traerlo (a la unidad). Habilitamos una décima cama porque teníamos un ventilador”, recordó el profesional y contó que luego de un tiempo, el adolescente se recuperó.
Según la responsable de la UTI, Priscila Villafuerte, “en la primera ola ingresaban a la sala pacientes entre 60 y 80 años en promedio, en la segunda, bajamos a 40, 50 y 60, pero ahora en esta tercera ola hemos comenzado con los de 40. Y en las últimas dos semanas hemos bajado a 30 y 20 años”, sostuvo.
Resaltó que el último paciente que debía ingresar a la sala (el jueves por la tarde) tiene 26 años. En espera había otro de 25 que estaba internado en emergencia. Había también otro de 23 años que estaba en UTI. Villafuerte dijo que los de 30 y 40 años superan mejor la enfermedad, pero los de 20 no tienen resultados tan favorables.
Enríquez indicó que por eso, si bien una familia se tranquiliza en encontrar una cama, también tiene miedo sobre cómo será la evolución. Aunque sostuvo que la tasa de supervivencia de esa UTI llega al 64%.
Si el paciente fallece, el trato debe ser digno. “No eres un saco pestilente para que te pongan dentro de una bolsa”, aseguró.
Para todo el personal, cualquier paciente tiene el mismo trato, desde el más humilde hasta el que tiene más dinero. La atención en esa sala es gratuita, todos son beneficiarios del SUS. La sala busca crecer más.
Hace unos días, el Ministerio de Salud llamó a la unidad para ampliar con 10 camas más. “Estamos buscando un ambiente porque eso mejora la salud y ayuda a la gente (…)”, aseguró.