A un año de tu muerte:
Mamá Ali, hace un año, el 20 de agosto del 2020, tu corazón dejó de latir después de haber permanecido 34 días de pie, como los árboles, luchando por seguir iluminando tu descendencia y tu árbol de vida que sembraste durante los 85 años, con raíces, tallos, flores y frutos de amor.
Y te recordamos así. Porque estuvistes en todas. Primero engendrando a tus ocho hijos, hasta hacernos hombres y mujeres de bien, lavando ropa ajena, vendiendo comida, dulces, en tu natal Montero, o en el pueblito de “Los Fierros”, en la boca del horno de barro, sudando mientras sacabas las charolas humeantes con pandearroz o rosquitas para llenar los canastos y despedirnos siempre con una sonrisa de esperanza y… dando recomendaciones. “Si venden harto a una misma persona le pueden dar vendaje y tengan cuidado que se le hagan chinga los compradores, sin pagarles”.
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Fueron tiempos mágicos mamá en los que nos enseñaste que es prohibido rendirse ante las adversidades y que la fórmula para salir adelante era seguir trabajando en equipo, en familia, y que “lo único que debe dar vergüenza es ser flojo y pícaro”,
Fueron tantas enseñanzas mamá…Tantos valores, tanta sabiduría. “Si su pantalón está limpio, aunque tenga remiendo de otro color no importa…”
Y a mis hermanas, “cuidadingo con estarse viendo en las oscuranitas por ahí, si tienen cortejos que vengan a visitarlas a la casa, aunque solo tengamos agua para invitarles y unos tocos en que sentarlos”, advertía siempre.
Fueron 85 años impartiendo valores como trabajo, sacrificio, dignidad, moral… y justicia. “No pueden comer mas de tres fritos porque pueden dejar a su hermano sin comer”, nos decía.
Así nos sacaste adelante a los ocho hermanos, luego de la muerte repentina de nuestro señor padre, matizando tus tiempos libres tejiendo nuestros nombres en las cabeceritas, “para que nadie se pelee y para que cada uno la cuide”, recomendaba, o preparando Bacalao o Jarabe de Berro y repitiéndonos que no debemos ser “volantines sin cola” y que “el estudio los hará grandes” y que escuchar nuestro apellido en boca de un profesor debía ser siempre un motivo de orgullo, de mirar al frente, de decir con fuerza ¡!! Presente!!!.
“Yo… hijos solo estudié hasta primero básico en el Cidral. Escribíamos con carbón en una tablita que después de cada clase íbamos a lavarla al Rio Jorge”, nos contaba. Pero nadie la ganaba a leer, sumar y restar, leer o escribir,
“!!Bien mijo!!”, me dijiste cuando te entregué mi título de bachiller, “!!Bien mijo!!”, me repetiste cuando te dediqué mis dos libros, y … “Bien mijo”, me volviste a decir en mis sueños, entre la vida y la muerte, aquella noche del 23 de enero del 2021, cuando me internaron de emergencia en la clínica Niño Jesús 2, de Santa Cruz, ahogado por el tizón del Covid que me quemaba la garganta y los pulmones. Y ya te habías ido Mamá Ali, pero nunca me dejaste.
Porque sos y serás siempre árbol de vida. Porque asististe y sobaste a cada nuera petacuda que se te acercaba a preguntarte si “el muchacho estaba bien encajau” o si iba ser hombre o mujer. Y siempre tenías una respuesta. “Si la petaquita es redonda y chiquitita, es mujer…”, decías.
Así viste reproducirte tu sangre y tu especie. De los ocho hijos salieron 38 nietos y 38 biznietos. Y a casi todos los viste nacer y los llenaste de mimos, le distes de comer y enseñanzas, y todos crecimos escuchando tus cuentos del carretón de la otra vida o las fábulas de la mujer curiosa que recibió unas velas que al otro día se convirtieron en huesos o la del borrachito que conoció a una mujer hermosa y le prestó su chamarra y al otro día fue a recuperarla en una cruz del cementerio, o la del duende o la mula gente que salía cada que llegaba el sur condenada por haberse acostado con un sacerdote del pueblo.
Tu cuerpo partió al lado de Jesucristo mamá en esta epidemia del Covid, pero tu, nunca te fuiste, porque por siempre vivirás en nosotros. Porque todos nosotros somos orgullosamente Mamá Ali, por los siglos de los Siglos… Amen.
Roberto Mendez, periodista y docente universitario