Estaba mirando canal siete de chichada, cuando elay.
¿A quién pillo, dijqué cantando?
¡Al presi Arce!
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Más desorejau que Aldo Peña el hombre, pero contento, jugando a ser artista junto a Savia Andina.
¡Como berreaba el llako!
¿Y qué cantaba?
Puej bregaba con una de las estrofas de La Caraqueña, una cueca compuesta por el chapaco Nilo Soruco.
«… Ya las pagarán, fachos de mierda, pronto volveré «
-repetía el estribillo, ante los aplausos de los chupas que lo veían hasta bonito.
No puej.
Tan educativa letra me inspiró a buscar la guitarra y seguir su ejemplo.
¡Zas!
Con la guitarra ya en mano, entoné al ratingo la canción favorita del exministro Carlos Romero:
«Te regalo, yo mis ojos…», una vieja canción de Gabriela Ferri.
La verdaj, me emocioné con la letra, pensando en el ministro Gollum.
Seguí tocando y me salió otro tema:
– «Libre, como el sol cuando amanece yo soy libre, como el mar»
¡Que letra!
Imposible no pensar en la Nemesia Achacollo.
Mucha letra de Nino, o sea, Nino Bravo, no Gandarillas.
La música me llevaba y al ratingo me acordé de otro tema: «No tengo edad para amarte», una bella canción de Gigliola Cinquetti y entonces, un nombre de mujer asomó a mi mente:
¡Noemí!
Y la imaginé jugando con sus muñequitas, sentadita en las rodillas de Evo.
¡Qué momento!
No pude evitarlo.
Mis dedos hicieron la nota La menor y entonces afloró la melodía favorita de la
Gabrielita Zapata, cantándole al mismo galán de la Noemí, al maestro de la seducción infantil:
«Es un buen tipo mi viejo…»
Y claro, cualquier viejo es buen tipo, por más feo que sea; total, un contrato de quinientos millones vuelve bonito a cualquiera.
En esas estaba yo.
Ocioso, tocaba la guitarra cuando elay, apareció mi asiática.
– ¿Qué hacés?
-dijo ella.
– Aquí, sin hacer nada, igual que el presi Arce.
-respondí.
– A ver, cantame «No tengo dinero», de Juan Gabriel.
-me respondió coqueta.
– No sabía que te gustaba esa canción.
-dije yo.
– ¿Quién dijo que me gusta?, es pa que te acordés que hay que pagar once meses de luz, quince de agua y cuatro de cable.
¿Y si de paso te aprendés el Himno al Trabajo?
-continuó.
– Ya estás igualito al flaco Borda, esperando la plata ganada por otros, ni pensés que yo te voy a dar plata de mi venta de pollos.
…Ahhh y ya que me acuerdo, tampoco tenemos leche pal jugo del pequeño Chang Poo, ni megas pa las clases de los demás, también falta…
No supe cómo.
Pero yo ya estaba en la esquina con mi mochila lleninga de ejemplares del Príncipe Feo y aún la escuchaba.
Tenía razón mi asiática.
Me salí nomaj a vender libros, lo que sea, con tal que no me compare con los vagos de la COD o peor aún, que me compare con el ocioso presidente boliviano.
El ESCRIBIDOR.
Fuente: Facebook El Escribidor