La Paz: Tras un año, niños vuelven a aulas abandonadas y sin bioseguridad

Faltan lavamanos, barbijos y desinfectantes para evitar contagios. Directores dicen que no están listos para el sistema presencial. La Alcaldía prepara un diagnóstico.

 



Fuente: paginasiete.bo

Leny Chuquimia / La Paz

“Hoy no hay clases de apoyo, ¿qué pasó?”, pregunta la regente de la unidad educativa Marcelo Quiroga Santa Cruz a dos niños   que ingresan al colegio y se forman para ser rociados por un desinfectante. Entre risas, el mayor  dice que  no tiene internet y no pueden  hacer sus tareas. Llevan  barbijos desgastados y los cuadernos en  una bolsa.

Luego de 15 meses, los estudiantes de La Paz emprenden el retorno a las aulas sin infraestructuras adecuadas ni barbijos, jabón, lavamanos  o desinfectantes para prevenir los contagios. Padres y directores afirman que no están listos y la Alcaldía prepara un diagnóstico de las condiciones de los  colegios.

Los pocos  insumos con los que cuentan fueron adquiridos por papás y maestros. Foto:   Carlos Sánchez / Página Siete

 “Esta escuela ha sido levantada por los padres hace muchos años. Las aulas no están adecuadas  a la  reforma  educativa y mucho menos a la pandemia”, afirma Darío Callisaya, el profesor más antiguo de la escuela Quiroga Santa Cruz desde un pupitre en el que reparte las tareas.

El establecimiento está ubicado en el macrodistrito Cotahuma, en el sector antenas,  al borde la ladera que une La Paz con El Alto. Esta zona no solo es la segunda más pobre del municipio (con una incidencia del 41,3%, según el  Anuario Estadístico del Municipio de La Paz 2016), sino que es también la segunda con mayor cantidad de contagios de Covid-19. Suma 11.532 de los 64.650 acumulados en  la urbe.

Esta unidad alberga a 150 estudiantes -tope de la  infraestructura-  divididos en ocho grados de inicial y  primaria. Es decir que en promedio hay alrededor de 20 alumnos en cada curso.

Aun así, el espacio resulta insuficiente. Desde hace ocho años, un   grupo de alumnos de  inicial debe salir todas las mañanas del establecimiento para pasar clases  en una sala prestada en la  sede vecinal del barrio.

Los niños  asisten a clases porque no acceden a internet. Foto:  Carlos Sánchez / Página Siete

Las aulas que  tienen en el establecimiento son pequeñas y casi todas deben ser usadas, además,  como depósitos. No tienen ventanas y, por lo tanto, carecen de  ventilación, una condición mínima para evitar contagio.

Hace años que los padres piden la construcción de más aulas pero no hay resultados. Primero, porque el terreno no era apto, pero  gracias a la donación de un medio televisivo ya tienen un espacio. Ahora falta el material y la mano de obra de construcción.

“Mi padre estuvo entre los que construyeron esta escuela, ahora tengo a mis hijos aquí. Si es necesario los papás vamos a volver a construir”, afirma una  mamá.

En Pasankeri, la vicepresidenta de la junta escolar de la unidad educativa Alto Pasankeri Sur,  Julia Mullisaca, advierte que  urgen  lavamanos móviles y cámaras de desinfección para  volver a clases. Las baterías de los baños tienen fallas, es necesario poner un techo al patio para las  actividades al aire libre y evitar las aglomeraciones.

“Las laderas estamos abandonadas. Pedimos cuota de los papás para comprar alcohol para los niños que están viniendo al apoyo escolar, pero las familias de acá no están en condiciones de dar. Yo misma tengo cuatro hijos, todos en primaria y los tengo con un solo equipo de bioseguridad”, sostiene.

El ingreso a la escuela es una puerta que, si no fuera por el letrero, se confunde entre las del resto de viviendas.  No hay un muro perimetral y la infraestructura está por debajo del nivel de la avenida. Por esa condición no es raro encontrar promontorios de basura en los alrededores. “¿Así, como vamos a volver?”, insiste Mullisaca.

Retorno y deserción

Pero los problemas  no son solo de  escuelas pequeñas. A unas cuadras de las anteriores está el colegio Luis Espinal Camps I, el más antiguo de la zona. Cuenta con 28 aulas  para unos mil alumnos. Funciona primaria y también secundaria y nocturna.

“Estamos preocupados porque ya hay varios anuncios   sobre el retorno a clases, viendo que hay estudiantes que no cuentan con los recursos tecnológicos y económicos. Tenemos que ver  opciones para este posible retorno, porque no estamos listos”, señala el presidente de la junta escolar primaria, Carlos Flores.

Al ingreso del establecimiento hay dos lavamanos móviles, conseguidos en un acuerdo entre la directora del colegio y una institución no gubernamental. Están sostenidos con insumos  que los maestros y padres compran.

“Estamos estirando hasta con agua, si vienen todos los alumnos  no vamos a poder solventar”, sostiene la directora Jheimy Salgado. Piensa, además,  en la época de lluvias que se acerca,  temporada  en las que por  fallas en los suelos, las aulas se inundan.

Pero listos o no, con un instructivo o sin él, la situación de los padres y estudiantes llegó a un límite  y empiezan el retorno forzado o el abandono escolar.

 “Tenemos entre un 5% y 10% de alumnos que están en riesgo de desertar. Se pierden y los maestros tratan de contactarlos. También hay casos puntuales en los que los papás manifiestan que sus hijos ya no van a estudiar… En estos casos les hablamos de lo que dice la ley y  logramos que vengan a las aulas”

 La preocupación se replica en la unidad Marcelo Quiroga Santa Cruz, donde su director Vladimir Pérez trabaja con su plantel para ir en busca de los niños que han dejado de conectarse.

“El contexto nos obliga, porque no sólo hay problemas socio-económicos de los estudiantes, sino problemas técnicos, en esta zona no hay señal de internet estable. Un porcentaje de estudiantes están perjudicados porque no pasan clases. Los maestros están yendo a traer a los  estudiantes a las aulas para que no dejen de estudiar”, insiste desde el límite del municipio.

La mayoría  de las aulas no cuentan con ventanas ni ventilación para prevenir los contagios. Foto:Carlos Sánchez / Página Siete

Alcaldía trabaja un diagnóstico de las  escuelas

“Ya tenemos un informe final de unidad por unidad y ya lo estamos    sistematizando. Con eso tendremos un cuadro para ver qué establecimientos están en condiciones de volver a clases. Comparto la preocupación   de los padres y directores. Volver en este momento, con aulas sin ventilación, sin insumos, sin espacio será muy riesgoso”, afirmó el director municipal de educación, Ricardo Luna.

  La autoridad manifestó que los problemas existentes en las 223 infraestructuras se debe a la falta  de mantenimiento y construcción de aulas  en  la anterior gestión edil. Sostuvo que hay un presupuesto ya fijado para los arreglos y que se dará   prioridad a las obras en coordinación con las juntas escolares y que ya han estudiado los casos vistos en Cotahuma.

 Para María Elena Flores, dirigente de las juntas escolares del municipio de La Paz, este es uno de los puntos importantes  para garantizar que los arreglos lleguen a las escuelas que más lo necesiten y con prioridad.

  Un documento al que Página Siete tuvo acceso advierte como arreglos menores se sobreponen a grandes necesidades.

  “Otro punto es el  presupuesto destinado para bioseguridad. Son 40.000 bolivianos”, advirtió Flores. Esta cantidad  debe alcanzar a los más de 133 mil estudiantes del municipio.

  Luna señaló que no solo es este dinero, sino que se gestiona ayuda de otras organizaciones para dotar de insumos a las escuelas.

“Sería una irresponsabilidad volver a clases”, reiteró.

  Santa Ana se ayuda con rifas y kermés

En la  Buenos Aires, vecina a   la parroquia San José Obrero, se encuentra  la unidad educativa  Kínder  Santa Ana. Un pequeño bloque  incrustado en medio de varias edificaciones.

Hace 15 meses  que las cinco aulas que acogen a 161 niños (un promedio de 30 por cada una) están cerradas. El abandono  se siente en el olor a humedad, en  el parquet que se despega del suelo y  en algunas  paredes que se llenan de burbujas o se vuelven arenilla. El huerto  escolar  se llenó de maleza y cubrió un sumidero que colectaba el agua que aflora  por el muro.

La humedad  daña los pisos y paredes del kínder. Foto:Carlos Sánchez / Página Siete

  “No estamos listos para un regreso a clases ni siquiera semipresencial. La humedad es fuerte y da condiciones al contagio, además  que antes de la pandemia  ya causó males respiratorios. Los espacios son pequeños   y -como el mobiliario-  no dan para crear distancia. No tenemos   insumos de bioseguridad”, advierte   la presidenta de la junta escolar, Sofía Rada

Hay cinco lavamanos, que de volver a clases deberían abastecer a  todos los niños. Los grifos están nuevos pero mal instalados como parte de la   única intervención edil, de este año, en este  centro al que el año pasado  le cortaron el agua potable, porque la comuna  no pagó las facturas de los servicios básicos.

“Tendríamos que sacarlos por  grupo y cursos viendo que se laven uno por uno”, afirma la directora Irene Apaza.

Como las mamás de la junta escolar, indica  que   la situación y las necesidades de los niños más pequeños son distintas a los de los escolares más grandes. Aunque el preescolar   es la base para toda la escolaridad y las habilidades de socialización de los niños, éstos no  pueden volver a las aulas y a la vez se ven en desventaja ante  las  dificultades de  la virtualidad.

“Muchos  no tienen la posibilidad de ingresar a las clases. Vienen de familias numerosas, en las que no hay más que un equipo, que es priorizado para los más grandes. Están volviendo a trabajar y lo hacen con sus niños pequeños que ya  no vuelven a clases”, explica.

 Desde hace años que por la desatención de las autoridades las principales falencias son solucionadas por los  padres y  la parroquia, que aglutina  a una comunidad fuerte  que se desvive por mejorar las condiciones en las que vive. Ahora se preparan  para una kermés y una rifa, que les dé  fondos  para  mejorar la infraestructura.

Fuente: paginasiete.bo