¡Odio presidencial!

¿Cómo es posible que el presidente Arce hubiera incluido el odio en su discurso del 6 de agosto, luego de un discurso conciliador y de llamado a la complementariedad del vicepresidente Choquehuanca? Es la pregunta que todo Bolivia se hace y pareciera no existir explicación alguna a semejante “evada” pelotuda (aunque suene mal, es parte del castellano) escuchada ese día.

La respuesta lógica, la vamos a encontrar en dos elementos presentes en el entorno masista que repercute en la gestión actual del sumiso presidente: la pérdida de influencia en sus amarres políticos con sus sectores sociales, su estructura partidaria fracturada y un jefe de partido cuestionado y apuntado como un líder narcotraficante. El segundo elemento, es la estrategia de un colectivo debilitado socialista a nivel internacional para configurar identidades de enemigos a quien combatir para levantar popularidad y de esa manera recuperar espacios de poder perdidos.



El discurso caracterizado por el contínuo recurso al odio, la xenofobia y un nacionalismo populista; e ideológicamente por un proteccionismo económico y una reconfiguración del papel que Estados Unidos debe jugar en el ámbito internacional MAS el adoctrinamiento de hace 15 años para que los que se consideran aimaras odien a los “CAMBAS”, es el lineamiento de fondo, que los asesores trasnochados de Arce y de Evo quieren hacer resurgir, luego de la rebelión del 2019 de la ciudadanía boliviana que hizo renunciar al corrupto y fraudulento Evo Morales, demostrando también la cobardía de este personaje, quien salió huyendo del país con su séquito de secuaces, llorando a moco tendido.

El odio, como estrategia de terror, es un instrumento al servicio de intereses políticos. La clásica obra del Príncipe de Nicolás Maquiavelo (que los masistas y Linera lo utilizan como guía de gobierno) dedica un capítulo completo a determinar cuáles son las cualidades más deseables en el gobernante. Lo más importante, como síntesis de esta teoría es que, ante la disparidad de rasgos personales, el estadista florentino (Maquiavelo) defiende que aquellos líderes excesivamente amados pueden ser traicionados por ser considerados ingenuos, mientras que aquellos que son odiados pueden ser suprimidos violentamente.

El odio es, por lo tanto, una herramienta política considerada poco óptima para el rendimiento político y poco beneficioso para la gobernanza.

Pero, en fin, siguiendo la lógica del gobierno masista maquiavélico, nos damos cuenta que estos han posicionado su visión política en torno a cuatro objetivos que representan cuatro fracturas sociales que pueden atacar para debilitar a una oposición desarticulada, pero mayoritaria, según las últimas elecciones subnacionales.

Estas cuatro dicotomías o divisiones (para que entiendan mejor) son:

  1. Generar una antipatía entre los habitantes de las ciudades contra los del ámbito rural, este ejemplo se nota en la Chiquitanía del departamento de Santa Cruz, donde los “multiculturales” fomentados por el masismo, buscan enfrentarse a los indígenas del oriente boliviano y por ende a los cruceños citadinos que tienen inversiones de magnitud en el sector agropecuario.
  2. Así también, pretenden buscar una división insalvable entre los fieles del credo religioso dominante y los laicos.
  3. Asfixiar al empresariado con impuestos, multas y otras adversidades, para que en el fondo se genere un enfrentamiento entre empleadores y empleados, por falta de salarios, por falta de pago de un segundo aguinaldo. etc.
  4. Y el último y más preocupante, es el debilitamiento de los departamentos a través de la centralización política del Estado. Generando obviamente, el enfrentamiento entre el centralismo y los defensores de la periferia geográfica del país.

A estos cuatro elementos se le puede añadir el conocido eje entre izquierda y derecha que permite ubicar en una línea horizontal imaginaria la posición ideológica del gobierno y aquella oposición desarticulada que existe en nuestro país.

Las intrigas, las frases envenenadas y las puñaladas por la espalda son, desde tiempos inmemoriales, el eje de la lucha por el poder. No todo es confrontación de ideas en la política, ni todo son estrategias electorales, ni minucioso trabajo legislativo. Porque, para nuestros políticos y sobre todo para Evo, el conservar el poder, es un negocio, léanlo bien, un negocio que puede darles el poder del narcotráfico a nivel internacional, MAS aun teniendo a Castillo presidente del Perú como otro perro faldero de este poder narco.

¿Pero qué es el populismo? Es otra pregunta que tenemos que responder, para clarificar el odio discursivo del desorejado y pésimo guitarrista. Este es un movimiento político híbrido caracterizado por su antipatía a las élites económicas e intelectuales, por la denuncia de la corrupción política que supuestamente afecta al resto de actores políticos y por su constante apelación al pueblo, entendido como un amplio sector interclasista al que castiga el Estado.

En este sentido, los líderes populistas se caracterizan por una legitimidad basada en su auto consideración como representantes políticos de amplios sectores de la población que se enfrentan a un sistema (presuntamente) corrompido dominado por distintas élites y es aquí donde el odio permite unificar a personas de distintas categorías sociales al otorgarles una identidad colectiva y un enemigo al que perseguir.

Esta simple especificación nos llevará a entender esta lógica binaria entre un “nosotros” y un “ellos” y para este fin, es necesario dirigirse hacia la principal teoría del populismo que es un fenómeno de naturaleza discursiva y simbólica, antes que de naturaleza política o ideológica.

Basado en esta teoría, el pretendido liderazgo populista de Arce Catacora, que por cierto no da la talla, está en su debilidad de definir quién es parte del pueblo y quién no, ya que no nos olvidemos que, durante 14 años, ellos dijeron que fueron capaces de crear una nueva clase media emergente, donde su actual discurso lo único que crea, es un contrasentido en aquellos que hoy en día, saborearon las bondades del capital y disfrutan vivir bien gracias a sus emprendimientos empresariales. Él (Arce Catacora) es quien quiere definir a los protagonistas y antagonistas, teje el relato y propugna una meta política como final deseable a alcanzar, pero cada vez se le hace más difícil y es por ello que lo único que les queda, es buscar a golpistas inexistentes, a través de una justicia azulina, pero con una espada de Damocles en sus espaldas, que los hará honrar el acuerdo firmado con la O E A que es completamente vinculante.

Recuerde presidente que: “El odio es el combustible que propulsa hacia el poder, pero también una gasolina que prende fácilmente y destruye.” Usted está MAS cerca de quemarse que apagar el incendio.