Mayerly era la mimada de su casa y adoraba a los niños

Era la tercera de cuatro hermanos. Su tía y hermana contaron que la joven era muy cariñosa, tranquila y un poco desconfiada. Deseaba estudiar parvularia.

Verónica Zapana  S.  / La Paz

Para los seres queridos,  los vecinos  y  las amigas, la sonrisa de  Mayerli  era única. La joven de 18 años -que fue asesinada y descuartizada en pasados días en la zona Alto  Inka Llojeta- era la  hija más mimada de su familia y adoraba a los niños. Y por eso, ella  tenía el sueño de  estudiar la carrera de parvularia.



“Mayerli  tenía muchos sueños, quería estudiar algo relacionado con los niños porque le encantaban”,  contó a Página Siete  la tía de la joven, María Condori. Recordó  que su sobrina siempre estaba dispuesta a cuidar a sus primos. “Cuando llegaba a su casa con mis hijos, lo primero que ella hacía era  abrazar y jugar  con ellos”, indicó.

Erika, la hermana mayor de la víctima, también recordó esa faceta de la joven. Evocó los días cuando Mayerli abrazaba y cuidaba a sus sobrinos.  “Ella siempre  estaba pendiente de mis hijitos; le gustaba  jugar,   cambiar y arreglar a mis niños. Cuando no los llevaba a la casa de mis papás, ella siempre  me reclamaba”, recordó.

Para Erika, el apego de Mayerli a los niños quizá se debía a que ella “era una persona especial”, es decir que tenía una discapacidad mental. “A veces tenía la mentalidad de una persona de su edad y a ratos de una niña”,  dijo y aseguró que este problema “no se le  notaba físicamente”.

Pese a  esa situación,   la joven estaba dispuesta a vencer cualquier obstáculo y deseaba ser profesional. “Claro que le costaba más”, dijo  Erika y explicó que por eso, su hermana  “aún no salió bachiller, pero quería continuar estudiando”.  Indicó que soñaba con estudiar una carrera  relacionada   con el  cuidado de los niños.  “Quizá parvularia”, sostuvo.

“Toda mi familia la mimaba demasiado”, contó Erika y relató que esa muestra de cariño hacia su hermana era tan evidente que “nadie podía siquiera gritarle”. “Era  la consentida del hogar”, aseguró.

En los recuerdos de su hermana,  Mayerli  “era divertida y siempre estaba riendo”. Aclaró que  esa alegría la mostraba a las personas con las que tenía más confianza. “No con cualquiera. Ella debía tener confianza para  hablar con alguien”, dijo.

Esta versión es confirmada por Melany, una amiga de la hermana menor de Mayerli, quien relató que conoció a la joven porque ella  casi siempre  las  acompañaba a las fiestas de 15 años.

“Vino hasta mi fiesta de 15 años  y nos ayudó en algunas cosas”, indicó la adolescente. “Ahí la vi bailar y divertirse. Estaba alegre”, recordó.

Erika  dijo  que pese a su alegría, Mayerli era una joven  muy reservada. “Hace un tiempo la escuché hablando con un hombre. Cuando le pregunté quién era, no  me dijo nada y no quise insistir porque supuse que era alguien de su colegio”, sostuvo.

Aseguró que su familia no conocía si Mayerli  tenía una relación amorosa con alguien. “Ni lo conocíamos a ese hombre (Matusalén) que  habría matado a mi hermanita”, dijo. Añadió que ahora lo único que pide es justicia para su  hermana.

“Ese hombre hizo  un gran daño a mi familia, nos  quitó  a quien más queríamos,  a la más mimada y consentida. Yo siento que me han quitado las manos, qué haré, ya no podré verla y ya  no podré abrazar a  mi hermanita que el próximo 18 de octubre iba a cumplir 19”, lamentó.

La última vez

Mayerli salió de su casa el domingo  por la mañana -en el Día del Peatón-. “Era extraño porque ella no salía mucho de la casa”, aseguró su hermana.

A  medida que pasaban las horas, la joven  no aparecía y su familia comenzó a desesperarse. “Después de unas horas respondió a mi mamá indicando que estaba bien”, contó.

Mientras tanto en  los medios de comunicación difundían  una terrible noticia: el hallazgo de los restos de una joven que fue asesinada y   descuartizada.

Horas después,  la Policía solicitó a los familiares que identifiquen  los restos por la ropa que llevaba puesta la víctima. Ni se imaginaron que era Mayerli.  “Pero cuando mostraron la mochila que llevaba, vi que era uno de los bolsos que le di”, contó su hermana.

Cuando la familia acudió a la morgue   vio el cuerpo irreconocible de la joven. “La identificamos porque tenía un lunarcito cerca  del labio”, contó.

“Para mí ha sido como un balde de agua fría. Mi mundo se vino abajo”, relató la hermana mayor, mientras con impotencia y  entre lágrimas  observaba el ataúd blanco de Mayerli.

Sobre el ataúd, la familia puso uno de los bocaditos  más preferidos de la joven: los “chizitos”. En ese espacio también se encontraba una foto de la joven.

En el ataúd   blanco de la joven, la familia puso fotos y golosinas. Foto: Verónica Zapana / Página Siete

En el velorio, que se realizó ayer en  la zona Ballivián, de la ciudad de   El Alto,  más de   100  personas llegaron la lugar con  gritos de “justicia”, llanto, dolor y desesperación.

Los papás, los hermanos y familiares de la joven  estaban desconcertados y no encontraban consuelo. Su mamá no dejaba de llorar la muerte de la tercera de sus cuatro hijas. “Ya no puedo,  ya no puedo con el dolor”, dijo mientras observaba la foto de su hija. En la  imagen,  Mayerli se ve coqueta y sonriente, tal como todos la quieren recordar.

“Es muy triste lo que  pasó. Hace unos días la vimos tranquila y sonriendo. Ahora está en ese ataúd y sin poder contar lo que le hicieron”, comentó una vecina, ayer  en el  velorio de la  joven.

Luego de unas horas,  el cortejo fúnebre salió  al cementerio de  la zona del Mercedario. “Justicia”, “justicia” y  “justicia”,  gritaban los asistentes.  En una parte del recorrido,  familiares y vecinos  sujetaron el ataúd y dieron tres vueltas con el sentido contrario al reloj.

Esta acción se acostumbra realizar para que pronto se pueda identificar  y castigar al asesino.  “Queremos pena de muerte para el autor de este crimen”, gritó uno de los vecinos.

“Ella   estaba pendiente de mis hijitos, le gustaba  jugar y arreglar a mis niños. Cuando no los llevaba a la casa, ella   me reclamaba”.

Erika, hermana de Mayerli

“Mayerli  tenía muchos sueños, quería estudiar algo relacionado con los niños porque le encantaban”.

María Condori,  tía de la víctima

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