Una bolsa, bombilla o botella pueden parecer inofensivas y parte de las compras cotidianas, pero en realidad forman parte de una gran cadena de residuos plásticos que se desechan en al menos 142.000 toneladas cada año en diferentes sitios del país.

“Considerado que el plástico aporta alrededor de 11% al total de desechos sólidos, se estarían llegando a casi las 142.699 toneladas de plástico desechado al año en Bolivia”, señala el informe Producción, uso y disposición final de los plásticos de un solo uso en Bolivia, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

De esta cantidad, no toda precisamente es desechada de manera adecuada ni queda en un relleno sanitario, según los datos de este estudio ejecutado este año por Servicios Ambientales SA. “Se estima que el 5% de los desechos plásticos termina en botaderos a cielo abierto o cuerpos de agua, contaminando la naturaleza”.

El reciclaje o reutilización del plástico tampoco se constituye aún en una práctica recurrente entre la población; las encuestas realizadas para el estudio en los municipios de El Alto, La Paz, Santa Cruz de la Sierra y Trinidad encontraron que la mayoría de las personas, luego de usar el plástico, todavía lo desecha directamente.

“Este es el dato más impactante, el 34% lo reutiliza y solo el 19% lo está llevando a centros de acopio, hay un montón de la población que no está participando de eso, necesitamos en general conciencia, hay mucha gente que lo está haciendo y hay que movilizar a más”, explicó en contacto con La Razón Samuel Sangüeza, representante en Bolivia del WWF.

El problema del consumo de plástico parece lejos de acabar tanto en el país como en el mundo, la situación se ha visto incluso agravada con la pandemia del COVID-19, que en algunos casos incrementó el uso de objetos de este material.

“Los productos que aumentaron su uso a causa de esta emergencia principalmente están relacionados a polímeros o plásticos de un solo uso, que en Bolivia al igual que en el resto del mundo son: barbijos, envases y vasos de poliestireno para el transporte de alimentos, trajes plásticos de bioprotección, máscaras protectoras,  guantes plásticos desechables,  botellas plásticas con desinfectantes (y) residuos hospitalarios plásticos”, subraya el estudio.

Sin embargo, aunque erradicar el uso de este elemento parece imposible y requiere un abordaje integral por la cantidad de empleos que genera, instituciones como WWF apuestan por una ola de conciencia en la población para optimizar el uso y promover su desecho adecuado.

Sangüeza explicó que el abordaje de esta problemática debe ir de la mano con una promoción de las consecuencias de la utilización desmedida y sin responsabilidad del plástico en el medio ambiente, que se estima tarda en degradarse entre 150 y 400 años. Además, los diferentes niveles de gobierno pueden aportar con normas e incluso incentivos para la economía circular con el reciclaje.

“La población del mundo va a seguir creciendo y si realmente no cambiamos la forma en que consumimos y cómo utilizamos el plástico, pues vamos a asfixiar mucho más al planeta, hay todo un tema de microplásticos que están también en la cadena alimentaria”, detalló el especialista.

WWF propone una acción conjunta con la educación, los sectores públicos y privados, y la sociedad civil. “Como organización, hemos lanzado el reto de alcanzar una naturaleza positiva al 2030; esto incluye lograr reducir a la mitad la huella de producción y consumo”, sostuvo Sangüeza.