¿Flexibilizar el tipo de cambio?

Para reanudar el ritmo de crecimiento de la economía boliviana, disminuido por los insuficientes precios de sus exportaciones, y adicionalmente afectado por la pandemia del COVID, el FMI propone diversas medidas a las autoridades nacionales en su Informe de Artículo VI, publicado en agosto de 2021,

Posiblemente la recomendación más controvertida se refiere a flexibilizar el tipo de cambio para resolver el desequilibrio en la balanza de pagos.  Flexibilizar el tipo de cambio significará abandonar la política de cambio congelado, hasta ahora una de las banderas del Modelo Económico pregonado por el MAS, y adoptar un sistema que introduzca modificaciones pequeñas y aleatorias en el tipo de cambio, para preservar el equilibrio de largo plazo en la balanza de pagos.



Para implantar un tipo de cambio flexible hará falta previamente colocar el tipo de cambio en su valor de equilibrio de largo plazo. Solo así se podrá desalentar conductas especulativas que podrían provocar una estampida hacia la compra de dólares, si el público piensa que se avecinan nuevas devaluaciones. Es decir, una política de ajustes repetidos en el tipo de cambio, para acercarse gradualmente al tipo de cambio de equilibrio provocaría pánico en el mercado cambiario.

Utilizando tres diferentes sofisticados cálculos econométricos, el FMI estima en su informe que para equilibrar la balanza de pagos haría falta reducir el tipo de cambio en 3,2%, o aumentarlo en 16,4%, y 38,0%. Las extremas diferencias entre estas tres estimaciones despiertan una lógica desconfianza hacia su validez. Una más simple y comprensible estimación del tipo de cambio para lograr equilibrio externo la ofrece restablecer el Tipo de cambio Real Efectivo que la economía boliviana tuvo el año 2010. Para lograr esa meta, haría falta una devaluación real mayor a un 50%

La política de tipo de cambio congelado ha sido altamente popular, pues ha permitido elevar temporalmente la capacidad de compra de la población cuyos ingresos son en bolivianos. Mientras los ingresos en bolivianos aumentaban generosamente, los precios de los artículos importados se mantuvieron estables, pues la inflación dólar de nuestras importaciones ha sido muy modesta.

Una consecuencia no buscada, pero inevitable, de mantener el tipo de cambio congelado ha sido la gradual y persistente apreciación del boliviano frente al dólar. Dicha apreciación ha significado una enorme pérdida de competitividad para quienes en Bolivia exportan o compiten con las importaciones. La pérdida de competitividad ha puesto presión sobre el balance externo (exportaciones menos importaciones), y ha sido la principal causa del persistente drenaje de reservas internacionales. En resumen, se ha financiado con reservas internacionales la elevación temporal de la capacidad de compra de la población.

La celebrada estabilidad de precios que el tipo de cambio fijo habría permitido es un engaño. Es cierto que los consumidores con empleos en el sector formal han visto su capacidad de compra crecer año tras año. Sin embargo, al mismo tiempo los productores vieron sus costos de producción escalar en más de un 50% con relación a los precios externos de 2010, lo cual restringió severamente su capacidad de competir tanto en los mercados de exportación como de importación.

La pérdida de competitividad de la producción nacional restringe su expansión. Los desempleados engrosan el sector informal de escasa productividad. La economía boliviana no consigue crecer al ritmo que su potencial le permitiría. Importamos desempleo y pobreza. La esperada reactivación económica es necesariamente limitada, pues una vigorosa reactivación elevaría la demanda por importaciones, lo cual aceleraría el drenaje de las reservas.

Para disfrutar de la falsa estabilidad que brinda el tipo de cambio congelado, competimos en la carrera de expandir el PIB, con las piernas restringidas a dar pasos cortos. Así estamos condenados a ser los eternos perdedores. Somos los más pobres de la región, con niveles de desarrollo humano inferiores a los de todos nuestros vecinos.

Si las experiencias del pasado son indicaciones de lo que sucederá en el futuro, ningún político se atreverá a llevar el tipo de cambio a su nivel de equilibrio, por los enormes costos políticos asociados a una fuerte devaluación. La política de cambio congelado continuará hasta que se agoten las reservas internacionales. Llegados a ese extremo, las autoridades impondrán un sistema de cambio dual. Un tipo de cambio oficial para importaciones preferenciales, administrado por las autoridades de turno, y un tipo de cambio de mercado negro acorde con el precio de equilibrio de las divisas. Habremos vuelto a la época de la UDP con controles de precios, cupos, escasez, e hiperinflación.

Walter Gómez D’Angelo

PhD en Economía y Matemáticas