Cambio climático: los agricultores andinos resisten con prácticas ancestrales

En el Perú, los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el calentamiento global han puesto en peligro la seguridad alimentaria de miles de personas. Los más afectados son los que viven en los Andes y practican la agricultura familiar. Para sobrevivir, estas comunidades no tienen más remedio que adaptarse.

Wyloën Munhoz-Boillot



 

San Francisco de Raymina, pueblo ubicado en la provincia de Vilcashuamán, a 4.000 metros de altura en la sierra andina. Las 50 familias de esta comunidad aislada practican una agricultura de subsistencia, amenazada en los últimos años por el cambio climático.

«En los últimos años, el granizo y las heladas son más frecuentes y llueve mucho menos. Todos estos cambios han afectado a nuestros cultivos», explica en quechua Marlene Ramírez, agricultora y madre de 40 años.

Para poder seguir alimentando a sus familias, y sin apoyo estatal, los habitantes de San Francisco de Raymina han reactivado técnicas y prácticas ancestrales. «Para hacer frente a las heladas, por ejemplo, nuestros antepasados hacían hogueras de paja en los extremos de sus campos, y esparcían cenizas alrededor de las semillas para evitar que el agua de lluvia se congelara y proteger así las semillas», detalla Marlene Ramírez.

Cultivar juntos diferentes parcelas

Lo mismo ocurre con el reparto de las parcelas. Orlando, uno de los vecinos de Marlene, que está arando la tierra de una parcela común, explica el interés de esta práctica: «Cultivamos juntos diferentes parcelas, de modo que, si alguna vez se hiela en un lugar y se destruyen los cultivos, siempre tendremos las cosechas de las otras parcelas».

Las semillas plantadas en estas parcelas proceden de un banco de semillas al que todos contribuyen. Al igual que sus antepasados, estos agricultores, que cultivan principalmente papas, han abandonado las variedades modernas del tubérculo para volver a las variedades autóctonas. Estas crecen más lentamente, pero son más resistentes a las condiciones climáticas extremas.

Frente a nosotros, Marlene Ramírez extiende un gran número de ellas sobre una alfombra de paja. Las hay de todas las formas y colores: «Aquí tiene todas las variedades de papas autóctonas que cultivamos. Hay unas 65 variedades diferentes que se cultivan desde hace miles de años en la región. Nuestros antepasados tenían un nombre para cada una. Esta, por ejemplo, se llama ‘zurullo de cerdo’ por su forma alargada. Esta es apodada ‘el cuerno pequeño’ porque parece cuernos de toro», precisa.

«En general, las más oscuras son los más resistentes a las heladas y al granizo. Son las que nos permiten sobrevivir en este momento», concluye Marlene.

Fuente:Radio Francia Internacional