¿De fraude en fraude?

Además del fraude electoral que realizó Evo Morales en octubre del anteaño pasado, aparentemente se produjo otra estafa más al pueblo en octubre del 2020; quiere decir que la democracia nacional no vale un pimiento, porque ni siquiera el voto, del cual nos ufanamos todos, tiene valor. Morales provocó un fraude que censuró la OEA, coincidió la Unión Europea, y reconoció hasta el propio Morales, que decidió anular esos comicios y hacer una nueva convocatoria, lo que la ciudadanía no aceptó. Entonces, al ver que lo de la trampa electoral no tenía solución, el MAS, para borrar la suciedad del rostro de su jefe, ahora declarado persona “non grata” en Perú, inventó el cuento del “golpe de Estado”, tema que ha quedado como dogma irrefutable dentro de sus filas.

Uno de los argumentos que sostiene el MAS en apoyo al invento del golpe es que, un año después de esas elecciones tramposas, el señor Arce Catacora ganó en los comicios generales con un sorprendente 55%, dejando fuera de combate a Carlos Mesa, el candidato de la línea moderada, que, según las encuestas, podía aspirar con lo suficiente a un balotaje para definir la Presidencia.



Pero nada es imposible en Bolivia y en política ni qué decir. Es muy probable que hubiera existido fraude en las elecciones que ganó Evo Morales el 2014, como hubo con toda seguridad el 2019 y, tal vez, el 2020. La extrañeza por ese 55% que obtuvo Arce fue enorme. Pero los bolivianos somos o muy confiados o muy lerdos, porque recién, transcurrido un año, nos ha abierto los ojos la señora Rosario Baptista, ex vocal del Poder Electoral, al haber anunciado la existencia de un padrón electoral inflado, donde existiría más de un millón y medio de “votantes fantasmas”.

¿Pero será posible que nos hayan vuelto a tomar el pelo? Francamente, no lo podemos creer. Nos avergüenza la sola idea de que los masistas hayan recuperado el poder con otra trampa consecutiva. Y que, además, se vanaglorien de su triunfo y nos enrostren que fuimos unos golpistas porque como ganó Arce el año pasado, no existía ningún misterio para que ganara Morales el 2019. Eso lo refriegan en nuestro pueblo ingenuo y lo lanzan al exterior que observa estupefacto a estos bolivianos inestables que, según eso, no saben lo que quieren.

De ser cierto lo que afirma la ex vocal Baptista, que no tiene por qué mentir, significa que estuvimos y que estamos frente a un Tribunal Supremo Electoral donde pululan personajes deshonestos hasta la obscenidad. Si la ex vocal Baptista, ya había alertado, hace tiempo, que existía un “padrón paralelo”, lo que le valió una sanción del Tribunal, ¿cómo fue posible que permaneciéramos con el mismo bodrio? ¿A tal extremo de sometimiento y miedo a Morales llegó el Poder Electoral? ¿Tanto pánico como tienen el Poder Legislativo y el Judicial? ¿Esta es la democracia de la que nos ufanamos orgullosos y celebramos cada 10 de octubre desde hace casi 40 años? ¿No será que la democracia boliviana se enfangó hasta el cogote desde la Constitución del 2009 y ha ido hundiéndose cada vez más en el lodazal? O como dice la señora Baptista, ¿no será que esta democracia no pasa de ser una ilusión generada en la gente? ¿Solo una ilusión para incautos?

Hoy nos encontramos ante un gobierno que persigue e insulta, agresivo como no se veía ninguno desde hace mucho. Así lo ha demostrado Arce el domingo pasado en el Plan Tres Mil, llamando de fascistas a los cruceños. Todo opositor entra dentro de su mira telescópica que no es otra cosa que la justicia obsecuente y canalla. Es el mismo método que utilizan Cuba, Venezuela y Nicaragua. Apuntar a la cabeza del enemigo que incomoda para aplicar la ley con un gatillazo que liquida al adversario y beneficia al poder.

Esta administración, que empieza a ser cuestionada asustando a quienes la ejercen, no solo le apunta a Camacho, Calvo, Reyes Villa y Arias, sino, en su pavor, a los jefes políticos, a los parlamentarios opositores y a todos los periodistas que tienen derecho a ser curiosos; más todavía, si tanto se comienza a hablar de que estaríamos bajo la férula de un intolerable mando ilegal, impuesto por un engaño detestable. De ser cierta la denuncia de Rosario Baptista, este Gobierno no debería esperar ningún sometimiento ni respeto de los bolivianos.