Navidad…

¡Un robot!

Un robot que lanzaba luces y funcionaba a pilas, fue el último regalo que recibí de mis padres en Navidad.
Tenía trece años.
Un tiempo después, ellos se separaron.



Y todo cambió.
Todo cambió, porque desde entonces pasé muchas navidades en mesas ajenas y créanme.
Ninguna mesa navideña, por muy hermosa o cara que sea, jamás se iguala a la mesa donde hay una familia unida.

Y una Navidad sin familia, pues…

Una vez, creo que tenía diecisiete años y estaba sentado en un banquillo, de esos que había en la Ana Barba y por todos lados tronaban los cohetes en la medianoche navideña.

Muchas familias felices y unidas celebraban Navidad y yo me preguntaba:
– ¿Cuántas personas como yo, estarán como yo a esta hora?

Era muy joven para entenderlo.

Y bueno…
Con los años supe, que millones de personas festejan o sufren la Navidad en distintos niveles.
Con los años me convertí en padre y supe, que no hay Navidad más hermosa que aquella que se refleja en la mirada y alegría de nuestros hijos.

Y todo cambió…
Gracias a mis hijos volvieron las navidades felices y como dice Paul McCartney No more lonely nights.

Entonces entendí que el truco para ser feliz en Navidad, está en hacer feliz a los demás del modo más simple.

Pronto será Navidad y será la oportunidad de agradecer la vida, en un año en que muchos amigos y familiares han muerto.
Por eso:

Si quieren hablar de algo, llorar por soledad o alegría navideña, recordar a un hijo lejano o disimular una pena en el alma, vengan a la Manzana 1, ahí estaré con mis libros del quince al dieciocho de diciembre.

Estoy seguro de que juntos hallaremos el modo de hacer feliz a alguien.

Los espero.