El proceso de inmunización avanzó a paso lento por culpa de las campañas de los grupos antivacunas. Desde marzo hasta diciembre, la aplicación de dosis llegó a los mayores de cinco años.
Anahí Cazas / La Paz
En el altiplano, varios pueblos del departamento de La Paz enviaron notas al Servicio Departamental de Salud (Sedes) para rechazar las vacunas anticovid. En el oriente, muchas poblaciones de Pando y Beni se resistieron al inoculante por temor generado, en especial, por campañas de desinformación.
Esta situación jugó un papel negativo contra la provisión de vacunas que impulsó el gobierno del presidente Luis Arce durante todo el año. El Ejecutivo adquirió lotes de dosis de Sputnik V y Sinopharm, además gestionó la entrega de inoculantes del mecanismo Covax: Pfizer, Astrazeneca y J&J. Se esperaba también la llegada de Moderna.
Así, el gobierno garantizó las “Dosis de la esperanza” de la Campaña de Vacunación Masiva de Bolivia.
En total, el país compró y gestionó la llegada de más de 18 millones de vacunas de cinco farmacéuticas diferentes, que permitieron aplicar primera, segunda y tercera dosis, además de monodosis. La inmunización masiva comenzó en marzo con los adultos mayores. Mes tras mes, el proceso incluyó a los grupos de otras edades. En diciembre, los bolivianos mayores de cinco años ya podían ser inmunizados.
Hasta el 8 de diciembre, Bolivia había aplicado 4.195.562 primera dosis y 983.425 unidosis J&j, en total 5.178.987. Es decir, el 72% de las personas mayores de 18 años recibieron la primera dosis.
A nivel nacional se aplicaron 3.308.180 segunda dosis y 983.425 vacunas J&J, en total 4.291.605; es decir un 59,7% de los mayores de 18 años completaron con el esquema completo.
Estas cifras, para los especialistas y médicos, son reflejo de la lentitud del proceso de inmunización. ¿Qué pasó? Según expertos, el Gobierno demoró en tomar decisiones sobre la aplicación de las vacunas. Indicaron -además- que faltaron medidas coercitivas para aumentar el número.
El epidemiólogo e investigador de la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba (UMSS) Yercín Mamani destacó el esfuerzo del Gobierno para conseguir las vacunas, pero advirtió que las autoridades nacionales “demoraron” en tomar decisiones. Por ejemplo, para pasar de un grupo etario a otro, aguardaban un par de semanas y en ese tiempo los puntos de vacunación quedaban vacíos. “Esta fue una debilidad”, aseguró.
Mamani refirió que en el caso de Cochabamba se tuvo que sacar una ley departamental para iniciar la inmunización de los mayores de 50 años antes de la decisión del Gobierno.
El miedo y la desinformación
“Hay algunos lugares que han rechazado por escrito. Han enviado notas indicando que no van a aceptar estas vacunas en las diferentes comunidades”, aseguró indignado el director del Sedes paceño, Mayber Aparicio.
Contó que el Sedes “ordenó el repliegue” a las urbes de las vacunas rechazadas. Este proceso representó gastos de recursos, tiempo y energía porque las dosis se habían enviado a comunidades alejadas.
En Beni, algunos cultos religiosos creen que la vacuna es la marca del diablo, denunció la asambleísta departamental por Riberalta Claribel Sandoval.
“Pudimos percibir que se conjeturó una fantasía en torno a la vacuna contra la Covid-19. Por ejemplo, dicen que es ‘la marca de la bestia’ y por eso te pedirán carnet para todo”, aseguró.
El área rural fue el talón de Aquiles del proceso de inmunización en el país. ¿Qué ocurrió? Según los especialistas, este bajo porcentaje se debe a la limitada capacidad instalada de los centros de salud, la falta de comunicación sobre los beneficios de la dosis y la costumbre de los pobladores de usar alternativas para atender las enfermedades.
En el mundo rural del altiplano, los pobladores hablan del k’ari k’ari y del ajayu. “Son formas de entender esa cosmovisión y con las vacunas sucede exactamente lo mismo. Ellos tienen un desconocimiento de las propiedades del fármaco y, al estar en zonas muy dispersas, el impacto de la covid no fue el mismo que en las ciudades por información, comunicación y otros”, explicó Guillermo Cuentas, exministro de Salud.
De acuerdo con el secretario de Salud de la Alcaldía de Cochabamba y exministro de Salud, Aníbal Cruz, hay poca afluencia de la población del área rural por culpa de los grupos antivacunas que dan mala información.
“En el área rural tenemos poca información; además, existe desinformación de parte de grupos religiosos”, advirtió Cruz.
La poca afluencia a los puntos de vacunación también se registró en ciudades. Tal es el caso de El Alto, donde muchos vecinos cerraron sus puertas a las brigadas que hacían visitas casa por casa para inmunizar a la población.
El secretario de salud del municipio de El Alto, Saúl Calderón, contó que en las visitas casa por casa los médicos de las brigadas identificaron que “la mayor cantidad de las personas que no querían vacunarse tenían algo en común: no estaban informadas sobre los beneficios de la vacuna”.
Según Calderón, “en realidad, no es que la gente no quería vacunarse, sino que no tenía la información correcta o tuvo acceso a datos equivocados sobre la inmunización”. Explicó que los grupos antivacunas también jugaron un rol negativo en esa urbe.
“En los diferentes barrios se ha visto que hay grupos de evangélicos que hablan a la gente para que no se vacune contra la Covid-19. Hasta dicen que es marca del diablo”, relató el secretario ejecutivo de la Federación de Juntas Vecinales (Fejuve), Daniel Tenorio.
Algunos municipios comenzaron a dar incentivos a las personas que reciban las dosis. El Alto entregó desde canastones con alimentos hasta tours turísticos.
La primera semana de diciembre, el Gobierno dio luz verde para inmunizar a los niños de cinco a 11 años.
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“Quiero vacunarme para protegerme de la covid. No quiero morir”, dijo José, de siete años y uno de los primeros pequeños en recibir el inoculante en la ciudad de La Paz. Así, los más pequeños dieron una dosis de esperanza a los bolivianos.
Entre incentivos ciudadanos y dosis vencidas
En el año de la vacunación, los bolivianos se dividieron de alguna forma en dos extremos. Los primeros decidieron dar su granito de arena para recuperar la normalidad -en especial económica- con el impulso de incentivos para premiar a los que recibieron las dosis.
Los segundos decidieron rechazar la vacuna por miedo o desinformación. Esta acción provocó la lentitud en el proceso de inmunización, pero también dejó un saldo negativo: miles de vacunas se vencieron. Médicos y especialistas lamentaron que el país se dé el lujo de desechar dosis.
“En semejante pandemia, no podemos darnos el lujo de echar a perder vacunas”, aseguró el exministro de Salud Guillermo Cuentas.
Un ejemplo del lado de los primeros es Paul Stach, dueño del restaurante Vienna, que se encuentra en el centro de La Paz. En junio, él se preguntó “¿Cómo puedo ayudar?” y casi de inmediato recordó que en otros países los negocios de comida apoyaron a las campañas de inmunización para combatir el coronavirus. Así, puso en marcha su idea: ofrecer un cóctel o aperitivo especial para las personas que presenten su certificado de vacunación.
No fue el único. En las ciudades de Cochabamba, Beni, Oruro, Tarija y Santa Cruz, muchos restaurantes y negocios de diferentes rubros impulsan también promociones y descuentos en sus productos o servicios hasta de un 50% para incentivar la vacunación masiva.
Por ejemplo, en la ciudad de La Paz, para los amantes de la pizza, la Muela del Diablo -que está en San Miguel de la zona Sur- propone: “Vacúnate y obtén un 10% de descuento”. Para acceder a la promoción, el cliente debe presentar su certificado de inmunización.
Las pérdidas
El 31 de octubre venció un importante lote de vacunas AstraZeneca en el país. La cantidad -hasta la fecha- no fue confirmada por el Gobierno nacional.
Según una revisión de datos, el 11 de octubre, el Ministerio de Salud inició la aplicación de la tercera dosis con 800 mil vacunas AstraZeneca “disponibles”. Hasta el 31 de octubre –fecha de vencimiento de las dosis– se aplicaron 363.267 inoculantes y, según este reporte, se perdieron 436 mil dosis.
En la segunda semana de noviembre, las autoridades de salud informaron que al menos 40.000 dosis de la vacuna Johnson & Johnson (J&J) estaban en riesgo de caducar. Esta cantidad representaba el 4% del millón de fármacos que llegaron al país a través del acuerdo Covax.
Según el Ministerio de Salud, esta cifra está por debajo del 10% de pérdida permitida. Hasta la fecha, el Gobierno no dio datos sobre cuántas vacunas J&J se perdieron en el país.
En Santa Cruz, autoridades reportaron que entre 16.000 y 18.000 primeras dosis de Sputnik caducaron el 30 de noviembre.
Fuente: paginasiete.bo