Se cree que las antiguas civilizaciones que habitaron en la zona realizaron gigantes obras hidráulicas y hasta produjeron alimentos que no eran propios del lugar.
Fuente: paginasiete.bo
Wara Arteaga / Beni
Muy cerca del Cementerio General de Trinidad (Beni) se encuentra la sede del Cabildo Indígena. Allí, el elemento que más destaca es una gran cruz a lado de una iglesia muy bien conservada. Es que en la Amazonia boliviana la historia de los pueblos indígenas se cuenta después de la llegada de las misiones a esos territorios.
¿Quiénes estuvieron antes?, ¿cuáles eran sus costumbres?, ¿por qué desaparecieron? Esas son sólo algunas de las preguntas que expertos investigadores buscan resolver con vestigios arqueológicos que se esconden en los 120 mil kilómetros del humedal más grande de la Amazonia, en los Llanos de Moxos.
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Desde 2020 el grupo Llanos de Moxos –compuesto por biólogos, historiadores, investigadores– se unió para encontrar la riqueza cultural y biodiversa de este sector de la Amazonia.
Es que allí se cuenta con al menos 20 gigantes montículos que, se cree, fueron formados por antiguas civilizaciones o al menos guardan estrecha relación.
“Este grupo científico mira las lomas y canales artificiales de culturas perdidas en el tiempo y de los que hasta ahora no se ha podido descifrar su origen ni quiénes fueron esos miles y millones de personas que vivieron hace más de 6.000 años atrás”, explicó la presidenta de la Casa de la Cultura del departamento de Beni e integrantes del grupo Llanos de Moxos, Selva Velarde.
Para Hurtado, los diferentes niveles del Estado tienen una deuda histórica con este territorio. “Se tiene que componer en algún momento todo lo que ha significado la vivencia de estas personas de tierras bajas, sobre las que no se tiene ningún estudio y que no han figurado en los textos de historia”, declaró.
Para este grupo, la presencia humana en los Llanos de Moxos se remonta hace 10.000 años y fue importante para las transformaciones ecológicas y culturales, como construcciones de grandes obras hidráulicas para evitar las inundaciones. Las que quedan son algunas poblaciones indígenas. Por citar un ejemplo, la mitad de las 36 naciones originarias de Bolivia, con sus propias lenguas, son de Beni.
En los Llanos de Moxos se estima que existen al menos 20.000 lomas que tienen forma piramidal y que podían medir hasta 20 metros de altura. Estos sitios marcan el paisaje y se usaban como residencias, cementerios o centros ceremoniales.
Hoy, una vista panorámica de los Llanos de Moxos muestra elevaciones moderadas, consideradas islas, y los montículos son conocidos como “lomas”, según escribió la arqueóloga Carla Jaimes en el trabajo que lleva por título A la sombra de los Andes. Arquitectura monumental en los Llanos de Mojos.
Esta investigación revela que hasta 2018 las excavaciones arqueológicas en estos sitios habían sido limitadas, por lo que sólo se podía presentar hipótesis y evaluar los vestigios.
Uno solo de estos montículos puede esconder una riqueza arqueológica incalculable o, en palabras de Velarde, ser un vestigio para descifrar el pasado de los pueblos orientales.
“Este grupo de investigación no sólo trata de descifrar aquello, sino también hasta qué medida esas construcciones que hicieron los antiguos, que no sabemos quiénes son, pueden ahora ayudar a los pueblos de tierras bajas para unificar una identidad con el medio”, explicó.
También se maneja la hipótesis de que estas antiguas civilizaciones fueron importantes en la domesticación de las especies.
“Tenemos un estudio de varios arqueólogos en los que se demuestra que ya utilizaron el arroz, por ejemplo. Se piensa que el arroz fue ‘domesticado’ en el oriente, por ejemplo, en Japón; sin embargo, lo que nos están demostrando es que en este sector también se estaba domesticando”, explicó la coordinadora de asuntos sociales de WCS, Kantuta Lara.
Otro elemento que se requiere precisar es la data de antigüedad. “En algún momento se va a poder establecer la antigüedad. No sabemos cuál fue el primero, lo que es importante es lo que hicieron. Por algún motivo no están, por algún motivo sólo están los que están y entonces es nuestro deber, con ayuda de los científicos, investigadores e incluso de los que vienen, ayudar a identificar la época, el lugar y la magnitud de lo que sucedió”, dijo Lara.
La llegada de las misiones
La sede del Cabildo Indígena se encuentra ubicada detrás de la iglesia. Cuenta con un escritorio para quienes dirigen la reunión y banquetas alrededor.
En la pared destaca una imagen de 18 sillas y en cada una el nombre de una nación: baure, canichanas, cayubabas, cavimeños, chacobos, chimanes, ese ejjas, guraya, itonama, mores, mosetenes, movima, moxeño, pacahuara, reyesano, siriono, tacana y yuracaré.
La historia aquí se cuenta después de las misiones jesuíticas que registraron esa época y su llegada no se comparó con lo que sucedió en occidente.
“Sabemos que la historia jesuítica está escrita por los misioneros que vinieron”, señaló Velarde, quien añadió que cuando estas misiones llegaron ya existían 200 pueblos con sus lenguas.
7 mil archivos de música misional
El Museo de Moxos, en San Igancio, resguarda entre sus tesoros instrumentos antiguos, restos arqueológicos y más de 7.000 archivos de música, que lo convierten en uno de los más grandes repositorios de Latinoamérica. Los registros le pertenecen a la Compañía de Jesús.
“Dentro del recorrido tenemos el archivo musical, que está adscrito al recorrido del Museo de Moxos. Es uno de los archivos más grandes de Latinoamérica y se resguarda todo lo que es música de las antiguas reducciones, lo que se ejecutaba en el periodo jesuítico”, comentó el director del museo, Francisco Limayca.
Este material debe pasar por un proceso de archivística, digitalización, restauración y catalogación. “Está abierto para todo aquel estudioso en el área que pueda visitar esta institución”, sostuvo el director.
Este material no se encuentra publicado en la red de internet porque todavía se espera realizar estudios más profundos sobre los archivos.
El Museo de Moxos, que comparte reliquias con la Iglesia , muestra un recorrido etnohistórico que se divide en cuatro áreas: una dedicada a la biodiversidad, donde hay réplicas de las especies que habitan las selvas del Beni; otra trata los restos arqueológicos y muestra una recreación de las culturas ancestrales; el sector moxo-jesuítico, destaca la arquitectura misional que permanece en la ciudad hasta la fecha, por último, Moxos siglo XX.
“Además, tenemos una sala exclusiva de arqueología, donde se tienen al menos unas 60 cajas de material arqueológico provenientes de todas partes del Beni”, destacó el director del museo.
Foto: Wara Arteaga
Aún falta trabajar en el área turística
Beni no sólo tiene riqueza en biodiversidad, sino que también atesora historia.
El responsable de planificación estratégica en áreas protegidas y turismo de la WCS Mario González indicó que “aunque tiene espacios bien investigados tanto en la parte arqueológica, como de biología; queda un montón de trabajo por hacer”.
En la parte del turismo hay muchos elementos que Beni todavía no llegó a desarrollar, según el funcionario.
Este desarrollo puede fortalecerse con apoyo de organizaciones públicas, privadas y de las propias comunidades.
“El turismo es una actividad sostenible interesante, no sólo por lo que genera en cuanto a sostenibilidad y refuerzo de la conservación natural de los espacios, sino porque es una actividad que beneficia a todos”, indicó.
González agregó que beneficiaría al país, pues el turismo es la cuarta actividad que más divisas genera.
Se tiene que reconstruir toda la vivencia de estas personas de tierras bajas, que no han figurado en los textos de historia
Selva Velarde, Casa de Cultura
Fuente: paginasiete.bo