Santa Cruz bajo un ataque desquiciado y despótico

 

Los gobernantes – todos sin excepción a lo largo de la historia de Bolivia – se olvidaron que su principal propósito desde la administración del Estado es preservar la paz social, generar bienestar para todos los ciudadanos, promover la seguridad jurídica y resguardar el respeto de los derechos fundamentales de los ciudadanos y la propiedad privada.



Cuando estos detentadores del poder – coyunturales – son arrastrados por sus ideologías trasnochadas y sus narrativas forzadas para promover milicias armadas – fuerzas paralelas a la Policía Nacional -, aúpan a los avasalladores de tierras, a los grupos irregulares auspiciados por el narcotráfico y asientan una peligrosísima e irregular soberanía territorial dentro del propio país – el Chapare – caen en la ilegalidad y pierden legitimidad.

Cuando hablan de defensas armadas sindicales, cuando destilan odio y resentimiento con una altísima carga xenófoba, racista y discriminadora se convierten en “grupos del terror”, si entendemos el concepto como una práctica de expandir el miedo e indefensión entre ciudadanos pacíficos.

La situación se descompone mucho más cuando nuestros cientos de miles de emprendedores bolivianos – en su gran mayoría jóvenes – observan pasmados como cada día las reglas de juego protegen a los cocaleros que venden su coca al narcotráfico, a los contrabandistas que hacen competencia desleal, a los ilegales e informales que destruyen el aparato productivo a diario y observan al funcionario público corrupto que desde un ministerio o dirección, mete sus manos en bolsillos ajenos. Y, para colmo, estos soñadores junto a todos los bolivianos legales,  son impositivamente perseguidos y fiscalizados con una marcada ferocidad solo por ser exitosos en sus negocios que generan empleos dignos.

Ahora, la desidia ha escalado a un nivel mayor. Se ha embotado en su guarida. Ha llenado su buche de rencor. Con espuma en la boca acusa, discrimina, desconoce, persigue, araña y golpea. Ahora dispara contra toda una región: Santa Cruz. Contra toda una población. Contra todo un aparato productivo que da de comer a todos, que brinda bienestar a todos, que genera empleos para todos, que abre oportunidades y que es la locomotora del progreso de todos, que agrupa en su territorio a todos los bolivianos de todas partes de Bolivia. Lo hacen por miedo. Por saberse perdidos. Por saber que su visión narcotizada los aísla. Los deja en evidencia. No son millones. Son unos cuantos pagados y, además, son poca cosa.

Los bolivianos somos emprendedores y liberales. Nunca hemos sido ni seremos comunistas. Nos gusta progresar, crecer, invertir.  El orden jurídico consagra la propiedad privada y el principio de la legalidad vigente en Bolivia defiende la voluntad de la celebración de contratos de compra y venta de servicios y productos en un comercio abierto y competitivo, consagrado en la CPE. Los aymaras de El Alto son capitalistas y lucen orgullosos sus cholets, sus empresas, sus comercios y sus fiestas. No se confundan.

Santa Cruz es la región con el mayor crecimiento social, económico en la historia del país y es el departamento con la mayor diversidad cultural, étnica, de clase y de origen. Es la refundación viva de Bolivia. Atacar a Santa Cruz es atacar a todos los bolivianos. Es abofetear a todos los bolivianos nacidos y no nacidos en esta bellísima tierra oriental, donde  creemos en la competitividad, en la productividad, en la generación de oportunidades iguales para todos. Somos solidarios, somos colaborativos, creemos en el valor de la comunidad. Nosotros sí somos inclusivos, democráticos.

¡Nosotros sí somos millones!