Un lunes de jarana

No sabemos si extravagante o caprichoso, pero la cosa es que el lunes pasado fue anómalo, raro. Sabíamos de una marcha encabezada por Evo Morales que haría “reventar” La Paz, arrastrando una multitud de más de un millón de personas, dizque. Eso de “reventar” La Paz asustó a sus habitantes como nos asustó a todos. Más de un millón de marchistas, que llegan eufóricos, no es cosa de reírse. Pero, además, el mismo lunes soltaron a la ex chica de Morales, Gabriela Zapata, conmutándole más de media sentencia. Y ese mismo día el Ministerio Público presentó la acusación formal contra la mil veces abusada expresidente Jeanine Añez y los jefes militares que acompañaron su Gobierno. Por si fuera poco, para el lunes citaron a declarar al presidente del Comité Pro Santa Cruz; una declaración aquí y otra al día siguiente en La Paz. Total, un lunes movido.

Los periódicos y los medios cruceños le dieron mucha más importancia a la liberación de la señorita Zapata que a la marcha indígena-originaria. Es que los cruceños somos así: nos interesan más las personas que las masas. Que una dama haya tenido un romance con el gran cacique, que tuvieran un hijo que al final no apareció, que la ciudadana se convirtiera en influyente y rica empresaria, interesa más que una marcha de las muchas en respaldo del jefazo, caminata que se hizo grande recién al llegar a El Alto. Partieron del Chapare cuatro gatos, como los que siguieron a Pizarro en la conquista del Perú, y en el camino se fueron agregando los aprovechadores, los que saben salir en la foto, que conformaron la creciente turbamulta. Una concentración a todas luces andina, conformada en un 95% por aimaras y quechuas, genuinos o herederos. Es decir que fue una marcha racista, andino-céntrica, que vociferaba al llegar a la plaza San Francisco contra la “derecha” camba.



Mientras la señora Zapata era liberada después de haber sufrido una larga tortura carcelaria por haberse enamorado de quien no debía (o de quien debía tal vez), a la misma hora estaban Arce, Choquehuanca y Morales en el centro de la tarima montada en la plaza. Y de una competencia de saludos zalameros hacia los capos, apareció Huarachi, secretario ejecutivo de la COB, conocido por su deslealtad con Morales en los días del fraude del 2019, quien lanzando unos carajazos dijo que todo ese montón de gente partiría hacia Santa Cruz para nacionalizar todas nuestras empresas y fábricas. Llovieron los víctores ante semejante acto de valor y seguramente que eso animó al presidente Arce a lanzar un carajazo por ahí y a decir que los golpistas no volverían porque el pueblo estaba unido y porque a Bolivia le esperaba un magnífico futuro. Todo fue gritos contra el golpe, empecinados, como están, en que no hicieron fraude. Morales estuvo parco, mesurado para quienes lo conocemos; Choquehuanca mudo; y Borda pidió cárcel para todos los cruceños recibiendo aplausos por ser un camba tan macanudo. Pinquillos, charangos, alaridos, palmas y menciones al Che, le daban el toque insurgente a quienes después de tanta caminata los sometieron a un plantón húmedo con escozor de tripas.

Mientras tanto, a la expresidente Añez se la acusaba formalmente de delitos que no ha acometido jamás, pero como el pueblo sabe que ella es inocente, la furia se iba canalizando contra el presidente cívico cruceño Rómulo Calvo, por aquello de “tumbar” al Gobierno. Lo cierto es que Calvo y Camacho eran los cruceños más citados por la turba vociferante, con palabras no muy cariñosas.

¿Qué se ha podido ver el lunes? Aquí viene lo feo. Se ha visto un país partido en dos como una sandía de un tajo. Es lamentable decirlo, pero hoy Bolivia está fracturada por dos hemisferios cerebrales desconectados. No por quienes gritaban, bailaban y se divertían en la vieja plaza colonial, sino por quienes estaban aplaudiendo desde la tarima. Los que estaban ahí arriba eran los que azuzaban a la multitud, ofreciendo democracia, paz, trabajo y justicia, sobre todo. ¡Justicia! Los que se robaron la justicia a través de sus tramposas elecciones judiciales y de sus enjuagues mafiosos en la Asamblea, los que manejan con la punta del zapato al Tribunal Constitucional, a la Procuraduría, al TSE y se llevan de la nariz a la mayoría de los jueces y fiscales, pedían justicia. Ya sabemos para qué: justicia para meter presos a todos sus adversarios, sin que nadie diga ni pío. Lunes extravagante el último.

 

Manfredo Kempff Suárez