Italia busca desesperadamente a su presidente de la República

Tras siete años en el Palacio del Quirinal, el mandato del presidente italiano Sergio Mattarella expira el 3 de febrero de 2022. En esta elección indirecta, los partidos políticos tienen la tarea de designar a su sucesor. El asunto parece especialmente complejo y el ambiente en Roma es eléctrico.

Por la corresponsal de RFI en Roma, Anne Tréca.




 

Lo que está en juego en las elecciones presidenciales italianas es importante porque, aunque el presidente en Italia no tiene poder ejecutivo, es el garante de una cierta continuidad. En siete años, Sergio Mattarella ha tenido cinco jefes de Gobierno y un Parlamento fragmentado e ingobernable. Él es quien ha cosido las mayorías, ha elegido a los primeros ministros y, finalmente, ha garantizado la estabilidad del país.

Ahora Italia está bajo presión: tiene que gestionar la pandemia, el plan de recuperación de 200.000 millones de euros y hacer las reformas que se esperan en Bruselas. De lo contrario, corre el riesgo de perderlo todo.

Berlusconi, en busca de poder

Un presidente mal elegido provocaría la caída del Gobierno, elecciones legislativas anticipadas y meses de parálisis. El único candidato declarado por el momento es Silvio Berlusconi. A sus 85 años, el exjefe del Gobierno quiere volver al poder por la puerta grande.

Pero, ¿tiene realmente posibilidades de convertirse en el próximo presidente de la República italiana? En cualquier caso, se lo cree. Ha cumplido su condena por fraude fiscal. Las fiestas «bunga-bunga» son un viejo recuerdo, tiene un imperio mediático a su disposición y ha conseguido el apoyo de todos los líderes de los partidos de derecha.

Dicho esto, a siete días de la primera ronda de votaciones, aún le faltan unos 60 electores para ganar, de un buen millar. Así que uno se pregunta si no preferirá retirarse de la carrera antes que arriesgarse a la humillación de la derrota en las urnas.

Mario Draghi, ¿el candidato ideal?

El problema es que, al entrar en escena, Berlusconi ha impedido la aparición de otro perfil más unificador. El primer ministro, Mario Draghi, es para muchos el hombre para el puesto. Capaz de reunir en torno a él una amplia coalición desde la derecha hasta la izquierda para obtener ayuda europea, es muy popular y ha devuelto al país una influencia internacional que se creía perdida. Y el exbanquero es de una integridad intachable.

Pero aquí el sistema se vuelve perverso. Muchos representantes electos, tanto de la derecha como de la izquierda, están de hecho tan contentos con Draghi como primer ministro que no quieren enviarlo al Quirinal.

A partir del 24 de enero, habrá una votación al día, y el proceso podría durar días, un poco como la elección de un papa. En Roma se pierden en conjeturas, intrigas y cálculos bizantinos, donde ya nada está claro, salvo que los jefes de partido controlan mal a sus tropas. Con la Covid como telón de fondo y representantes elegidos ausentes mientras se propagan los contagios, es imposible hacer un pronóstico serio.

Fuente:Radio Francia Internacional