Estremece la amenaza de una guerra

Europa sufrió las dos guerras mundiales. Sus víctimas suman millones de seres, ciudades enteras destruidas por los bombardeos, la economía destrozada, el daño irreparable todavía muestra secuelas. Todo este pasado (1914 – 1938) surge de pronto como algo palpable, estremecedor que sacude Europa, otros continentes, el mundo entero. El nuevo Hitler se llama Putín, no es alemán sino ruso.

Ucrania está muy cerca de Escandinavia, su proximidad no es solo geográfica es física, es comercial, es humana. No extrañe por tanto que el estallido de las armas, haga estremecer no solo a los europeos que forman la Alianza OTAN, bajo el compromiso de actuar cuando alguno de sus miembros fuese agredido, sino cuando la agresión suceda en territorio europeo afectando la seguridad, la economía, la vida de relación tan estrecha de la Unión Europea.



No es nada grata la noticia de la ejecución del Plan diseñado por Putin “para recuperar el territorio que nos fue robado” refiriéndose a los compromisos suscritos por “los cuatro grandes” del final de la Segunda en Yalta, Roosvelt, De Gaulle, Churchill y Stallin que clausuraron la conflagración que le había costado a la humanidad 20 millones de vida, espantoso pasado que no debería jamás repetirse.

Las abiertas amenazas del mandatario ruso, contra quién se atreva a detener sus acciones en el norte ucraniano, han terminado de despertar de su sopor a los pocos que descartaban la Guerra, que consideraban sus palabras destinadas al interior de su nación, con fines propagandísticos, o sea maniobras políticas para encubrir la falta de apoyo a sus políticas internas de una Rusia muy disminuida al punto que es evidente el achicamiento de su economía, comparable a la de Texas de los EEUU, economía improductiva y de gran debilidad frente a otros estados europeos superiores en varios sentidos.

Cuánta razón le asiste a Francisco que está convocando a una jornada de oración por la Paz en Ucrania, jornada que tiene el respaldo del mundo católico, de los ortodoxos rusos y ucranianos, los jefes de Estado de la Unión Europea y en general del mundo entero. Creyentes del Dios del Amor y de la Paz entre los hombres nos adherimos al clamor papal y ofrecemos nuestras preces por esa patética intención.

Mauricio Aira