Abuelitud, una segunda oportunidad

 

Hace algún tiempo, una amiga usó el término “abuelear”. No lo había escuchado antes. Pero, lo entiendo y lo estoy viviendo a plenitud. Cuando uno es padre o madre se muestran sentimientos de cariño, de ternura o de reconocimiento con los hijos, pero casi siempre estos quedan en segundo plano porque son desplazados por el sentido de responsabilidad, exigencia y autoridad para no maleducar. En cambio, ejercer el rol de abuelo es de lo más gratificante: pura diversión y disfrute. Pareciera que educar y pasarla bien fueran actividades incompatibles.



Se van a fijar en los alrededores de los colegios, cuando una madre o padre llevan a sus hijos, los arrastran o los jalan en dirección hacia el establecimiento, mientras los chicos se tambalean medio dormidos. Los padres y madres tienen horarios laborales que cumplir y no pueden perder el tiempo en esta tarea porque sino llegan tarde al trabajo. Están siempre apurados. Hay también madres —en calzas— que se toman su tiempo, pero ese ya es un tema para otro artículo, y no me he fijado mucho en esos pormenores. En cambio, si son los abuelos que llevan a los nietos, caminan tranquilos a su lado, sin prisas, se quedan en la puerta mirándolos perderse en el patio o en las aulas de la escuela, junto a sus amiguitos.

Cuando uno “abuelea” da rienda suelta a lo que hubiera querido hacer cuando era padre o madre con sus hijos y que, por diversas razones, no hizo o no hizo lo suficiente. Pareciera que los progenitores deben “tirar” hacia delante a sus hijos. Mientras que los abuelos acompañan a sus nietos en el inicio de la vida; y estos, acompañan a sus abuelos hacia el final de la suya. Los abuelos y los nietos se cuidan mutuamente. Ese es el origen de la complicidad que nace entre ellos.

Quisiera creer que siendo abuelo es posible transmitir, con menos traumas y mayor fluidez: amor, experiencia, cariño, confianza, estabilidad, tolerancia, sabiduría, comprensión, paciencia, respeto, esfuerzo, valores y principios.

Inma Puig, una famosa psicóloga clínica española, con diversas publicaciones y asesora de atletas de primer nivel en diferentes disciplinas (¡llegó incluso a ser psicóloga del F.C. Barcelona, por muchas temporadas!) escribió esto: “La verdad es que ser abuelo te permite disfrutar de una segunda oportunidad: ser como el champán. Cuando tuve el privilegio de escribir el libro con Josep Roca, Tras las viñas. Un viaje al alma de los vinos, una de las muchas cosas que aprendí es que el champán es un vino con una segunda oportunidad. ‘El champán’, me explicó Roca, ‘es el resultado de un vino que, una vez finalizada la fermentación, no tiene mucha personalidad, pero gracias al proceso de agregar azúcares, levaduras y un poco más del mismo vino y llevándolo a fermentar nuevamente, es una bebida exquisita’. Después de escuchar todas esas explicaciones, pensé: ‘Cómo ser abuelos …’”.

Aunque mi hija me ha ido limitando, con comentarios indirectos y directos, la publicación de fotos y muestras de amor y cariño hacia su retoño, por aquí me declaro y me reafirmo como un abuelo baboso que está disfrutando esta segunda oportunidad.

 

Alfonso Cortez

 

Comunicador Social