Dios te salve Bolivia

 

En medio de estos días sagrados de Semana Santa, lejos de convertirse en una plácida temporada de reparador descanso, no faltaron los acontecimientos que la ensombrecieron, como aquel aguilucho imperial que se dio a la tarea de comerse una paloma en una de las cornisas del Palacio Quemado, dándole al hecho el carácter de presagio de mal agüero, similar al de aquel taparaco, o mariposa negra grande, que se posó en la entrada principal del Palacio de Gobierno, pocos días antes de la renuncia y fuga del entonces presidente.



Al margen de este anecdótico hecho sucedido con el ave de rapiña, nuevamente surgió un raudal de supersticiones, que van desde la señal oficialista que lo atribuye a un signo de buen augurio, ya que este significaría la proba labor del presidente, personificado en el ave que se traga la pobreza del país, hasta la cábala opositora que señala que el azor, símbolo Imperial, fue enviado para devorar la paloma presidencial con el fin de derrocarlo.

Entretanto, obviando toda consideración de nigromancia o esoterismo, lo que sí es cierto y ya no se puede ocultar, son los innúmeros casos de desestabilización que los mismos oficialistas se encargan de lanzar contra su gobierno, como es la famosa denuncia del presidente y jefe de esa tolda política, sobre la existencia de fábricas de cocaína en el trópico cochabambino a cargo de súbditos extranjeros, delación que fue confirmada por fuerzas de Umopar empero, con la agravante de que los fabricantes huyeron y los policías protagonistas del operativo fueron luego presos y/o degradados.

 

Hace una semana, versiones recogidas por la prensa de Santa Cruz indican que una ciudadana, considerada “La reina del microtráfico” en esa ciudad, al igual que el Jefazo, dejó audios grabados donde involucra a varios policías antinarcos, entre los cuales nombra a uno en especial, que tuvo la delicadeza de obsequiar a una teniente de esa fuerza, un vehículo de 25 mil dólares.

 

Ante semejantes denuncias, no es difícil extrañarse que haya surgido el famoso informe del Departamento de Estado de los EE.UU. donde en el capítulo referido a Bolivia señala, que si bien se asumieron medidas para enjuiciar a funcionarios que cometieron abusos, “la aplicación inconsistente e ineficaz de la ley y un poder judicial corrupto condujeron a la impunidad”.  Existe, dice el reporte, “una presión inusual” del Gobierno sobre los operadores de justicia, como es el caso de la expresidenta Añez, donde se ha violado el precepto constitucional respecto a su juzgamiento.

 

Algo parecido y escalofriante aconteció con Marco Antonio Aramayo, funcionario que denunció las tropelías del Fondo Campesino, y que, por dicha acción, murió, tras siete años en “prisión preventiva”; 259 procesos en su contra; cerca de 50 traslados a distintos centros carcelarios; y una retahíla de crueles maltratos que dejarían a Putin, como a un niño de teta. Su historia todavía no se entiende en su cabal magnitud, pero apunta a marcar uno de los hechos más aberrantes en la manipulación política de la administración de justicia, muy similar al de la expresidenta Añez y aquellos que fallecieron en esas mismas circunstancias.

 

Ante semejantes exabruptos cometidos por la prepotencia de un sistema judicial  cruel y despiadado, solo nos atrevemos a invocar la justicia divina clamando que Dios te Salve Bolivia.

 

 

Álvaro Riveros Tejada