La pulseta de Marte y Mercurio

Emilio Martínez Cardona

No, esta columna no habla de cartas astrales y otros enigmas del zodíaco. El Marte del título es el dios de la guerra, que por estos días parece medir fuerzas con la deidad del comercio, Mercurio, en torno a la invasión de Rusia a Ucrania.



Putin ya hizo su apuesta por el primero, a fondo, de acuerdo a su visión geopolítica donde la conquista de territorios en la “Isla Mundial” de la que hablaba Mackinder, con la violencia que haga falta, prima sobre cualquier otra consideración.

Occidente, liderado por las talasocracias anglosajonas (para seguir en tono mackinderiano), le ha puesto sus fichas al segundo, contando con golpear al imperialismo ruso en su flanco débil: la economía.

Cuando la debacle del “socialismo real”, el político conservador alemán Franz Josef Strauss había dicho que aquello representaba “una victoria de Mercurio sobre Marte”, en el sentido de que el comercio pasaba a cobrar primacía sobre el enfrentamiento militar Este-Oeste. Y fue cierto por un par de décadas.

Ahora, habrá que ver si las enérgicas sanciones comerciales y financieras contra el régimen de Putin logran desgastar y prevalecer sobre la máquina de guerra  euroasiática. Como este proceso puede llevar muchas semanas o algunos meses, en el corto plazo Mercurio necesita del auxilio de Minerva, diosa de las guerras justas. Es decir, de un incremento rápido de la asistencia militar a Ucrania, cuidando las obvias líneas rojas que eviten la implicación directísima de la OTAN y una tercera conflagración mundial.

Boris Johnson parecería más decidido que Joe Biden a pisar el acelerador de la ayuda en armamento, aunque se debe reconocer que el presidente estadounidense está reaccionando mejor que en el desastre de Afganistán, siguiendo una línea más bipartidista que obamiana.

Por lo pronto, la presión “mercurial” va haciendo mella sobre los oligarcas rusos, mayormente ex integrantes de la nomenklatura soviética (o sus descendientes) que, tras la caída del sistema de dominación burocrática, se “autoprivatizaron” las empresas estatales. Han sido visibles varias disidencias de alto rango, como punta de un iceberg de volumen incalculable.

El Marte ruso ha tenido que rebajar significativamente sus objetivos, de la anexión de Ucrania –formal o tácita, a través de un gobierno títere– al control del Donbass, buscando la continuidad territorial con Crimea y la hegemonía total sobre el mar de Azov. Metas que podría haber logrado con relativa facilidad al inicio del conflicto, de no haber distraído ingentes recursos bélicos en el fallido asalto a Kiev, frustrado por la resistencia “minerviana” de los ucranianos.

Con el nuevo objetivo “de mínimas”, Putin buscaría tener algún éxito para mostrar en la emblemática fecha del 9 de mayo, aniversario de la toma de Berlín, y así desactivar o atenuar descontentos entre sus generales.

Desde Cicerón, se dice que “el dinero es el nervio de la guerra”. La pulseta entre Marte y Mercurio puede ser otra ocasión para comprobarlo.