Víctor Paz, el sello de la Revolución del 9 de abril de 1952

Al cumplirse 70 años de la Revolución nacional, el autor presenta una crónica histórica, con énfasis en la personalidad del 4 veces presidente de la República.

 



Fuente: paginasiete.bo

Eduardo Pachi Ascarrunz * / La Paz

Comenzaba el siglo XX.  El proceso que iba a rematar en la revolución mexicana antifeudal y popular sacudía al continente. En Bolivia se iniciaba el período liberal, campeaba la oligarquía minera. El 7 de octubre de 1907 nacía en Tarija Víctor Paz Estenssoro, el hombre que iba a cambiar la historia al frente de la Revolución nacional e impregnar con su hálito más de medio siglo boliviano.

“Se va, pero se queda”, decíamos al concluir su último mandato, connotando la validez de su pensamiento, su proyección en el tiempo, su inobjetable vigencia y su palabra premonitoria: “Pero entonces habíamos soñado que un día llegaría en que los campesinos, ya incorporados a la vida nacional, serían la clase social que decidiría los destinos de Bolivia”.

Paz Estenssoro era un estadista que entendía a la patria en su dimensión política, económica, cultural y social; a la tierra, en su vastedad geográfica, en su rica biodiversidad; a su gente, en su diversidad étnica y cultural; y al Estado, en la urgencia de redimensionarlo desde otra visión.

“Volveré y seré millones” había sentenciado Túpac Katari, al filo de la muerte. Al ser desterrado en 1946 a la Argentina, tras el colgamiento del presidente Villarroel, Víctor Paz parecía representar al caudillo indígena, porque volvió el 52 y fueron millones los kataris que lo aclamaron en El Alto, en La Paz y en todos los rincones donde habita la patria.

El Palacio de Gobierno con impactos de bala en su frontis. Foto: Archivo de Peter Bock-Schroeder

Un día como hoy, hace 70 años, el gobierno del MNR daba fin con 127 años de vida republicana en manos de una clase dominante y excluyente. El 31 de octubre de 1952, Paz Estenssoro le ponía el sello de revolución a su mandato nacionalizando las minas. El 2 de agosto de 1953, decretaba la Reforma Agraria, y luego el Voto Universal y la Reforma Educativa. Pero la revolución no se agotaba allí y era hecha suya en el campo y las ciudades: el solo anuncio de la llegada del compañero jefe, vaciaba el pueblo a las calles, colmaba las plazas, desataba el delirio colectivo.

Miembros de las milicias durante un entrenamiento. Foto: Archivo de Peter Bock-Schroeder

Cómo no entenderlo. La tierra había vuelto a ser de quienes la trabajaban; las minas, del Estado; el voto, un derecho universal; la educación, la primera función del nuevo orden; los niños, los únicos privilegiados; y el Ejército junto al pueblo, fabricando ladrillos, abriendo sendas. La Revolución conducida por Paz Estenssoro encaraba la vertebración nacional haciendo caminos al andar. Levantaba puentes entre el olvido y la esperanza, taladraba la roca del macizo cordillerano, tendía rieles, se abría paso a dinamita pura, abriendo túneles y vías serpenteantes al borde del abismo; construía obras faraónicas como el ferrocarril al Beni, pasando de La Cumbre a los Yungas, o la línea férrea Santa Cruz-Corumbá.

Juan Lechín Oquendo con un grupo de simpatizantes. Foto: Archivo de Peter Bock-Schroeder

Los ojos del mundo miraban a Bolivia y varios gobernantes llegaban a ver cómo el país más pobre, atrasado y dependiente del subcontinente decía basta, se reinventaba, hacía cierta su utopía. Quién sabe, ese tiempo fue el único en que el pueblo fue feliz, orgulloso de tener un presidente que lo representaba dignamente, defendía su revolución, negociaba desde ella con príncipes, mandatarios socialistas, jefes de gobierno de países vecinos y de la gran potencia del Norte.

Paz Estenssoro conocía el país, lo asumía diverso y único. Connotaba las diferencias, entrevistado en su hacienda San Luis (Tarija, 1982): “Hay un elemento que es básico -decía- que es el de la solidaridad, solidaridad entre todos los seres humanos que habitan una nación, pero cómo podía haber solidaridad  entre bolivianos, si la mayor parte de los bolivianos, que son los campesinos, estaban en la condición de siervos; ¿qué solidaridad podía haber entre el siervo y los señores?; no existía ninguna”.

¿Fue un hombre de acción?

Lo fue. En la Guerra del Chaco, en las calles, en la conspiración, en las tribunas: “Buscando soluciones a los problemas del país, teniendo en cuenta exclusivamente los más altos intereses de la nación”.

¿Supo cuánto pesa un muerto? ¿Cuál fue su reacción en el colgamiento del presidente Gualberto Villarroel?, le preguntamos, y él: “Ese rato me puse a llorar como un niño, porque realmente era una pérdida lamentable para la nación, y en lo personal, también,  porque ese instante se aflojaron todas las tensiones que había estado soportando varios días en el proceso que culminó con la caída del gobierno y el sacrificio de Villarroel”.

“No fue un intelectual, no ha escrito libros”, decían a espaldas del hombre que sistematizó, interpretó, enriqueció y expresó una ideología brotada de intelectuales  de la talla de Carlos Montenegro, José Cuadros Quiroga, Augusto Céspedes, Wálter Guevara. Varios de sus discursos eran sendos ensayos de la realidad nacional. “Sólo tenía buena memoria”, repiten aún hoy los cultores de la desmemoria, aquellos que porfían enseñarnos a olvidar lo que debe recordarse, y a recordar lo que merece olvido.

Sin embargo, el jefe del MNR podría suscribir a Borges, literalmente: “Que otros se ufanen de los libros que se les ha sido dado escribir, yo me ufano de los libros que se me ha dado leer”, aunque su producción intelectual sobrepasa ocho obras, entre ensayos y monografías.

Familias mineras recibieron armas y víveres en 1952. Foto: Archivo de Peter Bock-Schroeder

Víctor Paz Estenssoro vino con el siglo XX, creció con él y no quiso irse sin trascenderlo.

Hay muchas maneras de decir “te quiero” a la Patria, diría el caudillo. Una de ellas es haciendo una revolución desde el pueblo, con el pueblo y para él; una revolución propia, original, que puso patas arriba a la ortodoxia marxista y al sistema capitalista, causó arrebatos en la Casa Blanca y pervive en la memoria social, a pesar de todo.

Y otra, a riesgo de perderlo todo antes del fin: volviendo para resolver la crisis económica más lacerante de nuestra historia (en los últimos meses del gobierno de la UDP, la inflación había alcanzado topes mayores al 20.000%). En agosto de 1985, el doctor Paz explicó el porqué del Decreto 21060: “Hay muchas crisis a resolver en Bolivia y otros países del tercer mundo, que responden a las posibilidades de cambio y a las necesidades que hay para introducir las transformaciones estructurales y coyunturales”.

Paz Estenssoro junto a integrantes del Instituto Cinematográfico Boliviano (ICB), en 1952. Foto: Archivo de Peter Bock-Schroeder

Víctor Paz Estenssoro amó a Bolivia repensándola, con la mente fresca, recordándola con el corazón estallado de dicha. Vivo, hoy como ayer; viviendo hasta su última agonía en la esperanza de ser no sólo un recuerdo.

“Todas las medidas están vivas”

Antes de la revolución nacional, Bolivia era un país con una población 70% rural, campesina, indígena, excluida y analfabeta. El MNR estableció y ejecutó el voto universal, dando lugar a la democracia con la incorporación de toda la población indígena, campesina, mujeres y sectores excluidos; la reforma agraria, bajo el concepto de que la tierra es para quien la trabaja, convirtiendo a los campesinos e indígenas en propietarios; la nacionalización de las minas para establecer independencia económica; la reforma educativa para la formación del boliviano en una escuela única y obligatoria; la diversificación económica para incorporar el oriente (hoy la primera zona en importancia económica) a la economía nacional.

Así, con libertad, democracia, derecho propietario, educación obligatoria, luchando por la independencia económica y con la participación de todos los sectores del país, se empezó a construir la nación boliviana.  Las mujeres, el campesino, el indígena, el siervo rural, el ciudadano, el obrero, el profesional, todos los nacidos en el territorio nacional se convirtieron en bolivianos iguales en un Estado de derecho, reconociendo un mismo origen en el mestizaje, con unidad en la diversidad.  La “alianza de clases” es la doctrina con que el MNR combatió la “lucha de clases” planteada por el marxismo.

Con el MNR derrocado en 1964, el proceso de la revolución nacional fue deformado, demorado; se cambiaron denominaciones y actores, pero nunca fue interrumpido.  Cuando Paz Estensoro volvió a la presidencia en 1985, puso en marcha una segunda etapa de la revolución poniendo fin a la hiperinflación, con la nueva política económica, la lucha contra el narcotráfico y otras medidas precedidas de su histórico concepto: “La Patria se nos muere”.

Todas las medidas de la Revolución nacional están vivas, les han cambiado nombres, las han debilitado, pero no las han podido liquidar.

La revolución nacional boliviana es patrimonio del pueblo boliviano y los desafíos de hoy son el retorno a la democracia y al proceso de consolidación de la “nación boliviana”, única, mestiza, diversa pero unida, con una alianza nacional para restituir el Estado de derecho en una patria sin perseguidos, exiliados ni presos políticos.

(Carlos Sánchez Berzaín).

 

*El autor es periodista y escritor.

Fuente: paginasiete.bo