Costa Rica, la otra cara del paraíso verde

En algunas partes de Costa Rica, los bosques nativos dejaron lugar a hectáreas y hectáreas de monocultivos.
En algunas partes de Costa Rica, los bosques nativos dejaron lugar a hectáreas y hectáreas de monocultivos. © Flickr/DomenicoConvertini


Para el mundo entero, Costa Rica es un país de volcanes, bosques, cascadas y selvas, el lugar perfecto para desarrollar un turismo verde y responsable. El país decidió hacer de sus riquezas naturales su principal fuente de ingresos, pero las políticas medioambientales no siempre son suficientes para proteger la biodiversidad. Los monocultivos, en particular el de la piña, son una amenaza tanto al medio ambiente como al turismo. Un gran reportaje de Natalia Olivares.

En San José de Costa Rica, cuando los semáforos pasan al verde cantan como pájaros de la jungla, y en los billetes de banco coloridos, animales como tiburones perezosos o monos comparten el protagonismo con las figuras nacionales.



Esto sólo se da en un país en que las autoridades han decidido poner énfasis en sus reservas naturales y mostrar al mundo su afán de preservarlas. Rodeado de playas, montañas, volcanes, ríos, bosques tropicales y pájaros de todos los colores, Costa Rica, que figura en la lista de los países más felices del mundo, decidió hacer de sus riquezas medioambientales su principal fuente de ingresos, y de la reforestación una prioridad.

Sin embargo, la realidad no es tan idílica: la ONG Oxfam en 2016 había denunciado, tras alertas de las poblaciones y de organizaciones costarricenses, que el uso de agroquímicos utilizados en el monocultivo intensivo de la piña (10%del PIB) tenía impactos ambientales “graves y chocantes”.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

La piña, “una historia de atropellos a los derechos humanos”

Los sindicatos también alertan sobre las condiciones laborales y de salud que permanecen en las grandes plantaciones que surgen en detrimento de los bosques nativos, así como sucedió con la producción expansiva de palma, banano y café. El paisaje ha cambiado en poco tiempo en Costa Rica.

La producción de piña se da sobre todo en la zona del Caribe Norte. En Guácimo, la líder sindical Erlinda Quesada, del  Frente Nacional de Sectores Afectados por la Producción Piñera (FRENASAPP), afirma que con ventas al exterior de alrededor de 900 millones de dólares –la mitad destinada a Estados Unidos, y el 44 % a la Unión Europea–, “la piña es una prioridad para los gobiernos sucesivos en detrimento de los costarricenses y del turismo; los turistas prefieren venir a visitar nuestras riquezas naturales más que las plantaciones de piña, que si bien es muy rica y bonita cuando llega en el plato, viene con una historia de atropellos a los derechos humanos”.

Si bien el último informe oficial (Monitoreo del Cambio de Uso y Cobertura de la Tierra en Paisajes Productivos – MOCUPP) afirma que los cultivos son libres de deforestación entre 2018 y 2019, Erlinda Quesada, así como Mauricio Álvarez, de la Universidad Nacional de Costa Rica, estiman que “las plantaciones invaden incluso zonas protegidas y actúan fuera de la ley, dejando pueblos enteros sin agua potable y con problemas de alergia y de salud debido a los agroquímicos. Los cultivos han propiciado además una plaga de moscas que ataca al ganado, lo que está afectando la producción de leche”.

Según datos del Instituto Geográfico Nacional (SNIT), “el 12 % de los terrenos sembrados de piña se han hecho de manera ilegal al destruir zonas boscosas sin permisos” en 2016.Así la producción de esta fruta llegó a ser un pilar económico (Costa Rica es el primer exportador del mundo) pero también un problema para la salud pública y el turismo.

Hacia un turismo consciente

¿La imagen de “paraíso verde” sigue siendo representativa de la realidad? Para Carlos Marín, cofundador de Green Communities, que opera de manera internacional y en la región central de Los Santos, hay algunas nubes que agregar en esa carta postal: “Las iniciativas de las autoridades no están en la misma línea”, estima. Esto significa que las prioridades no están en el mismo nivel y las ayudas para este tipo de iniciativas no son suficientes en relación con lo que se les atribuye a las grandes explotaciones.

Lo que sí es urgente para Jonathan Cerdas, también cofundador de Green Communities, es “proteger los bosques, como el bosque nuboso” de la zona montañosa central donde ellos han armado una red de pequeños productores de cafés, talleres de sensibilización a la protección de la biodiversidad, intercambios de trabajos voluntarios y turismo sostenible. El turismo consciente ha logrado convencer a pequeños productores deshacerse de los agroquímicos y podría ser la solución a la encrucijada costarricense: la atracción de la piña como amenaza turística.

Sin embargo, “esto, desgraciadamente es imposible si se siguen quemando y talando de manera indiscriminada, lo que sucedió durante el periodo de pandemia mundial, cuando no había turistas para hacer el contrapeso”. Así para ellos dos, el turismo se debe acompañar de conciencia ecológica y las energías verdes deberían poder llegar a las poblaciones más pobres.

La Carpio, un barrio marginado

Situado a 40 minutos del centro de San José, La Carpio es uno de los barrios olvidados del turismo, de las energías alternativas, y de las autoridades. Allí 25.000 personas viven bajo el umbral de la pobreza.

 

La Carpio, San José, Costa Rica. © RFI

Débora Portilla, benévola, nos abrió las puertas de uno de los asentamientos más grandes de Centroamérica. Nos contó con entusiasmo, cómo, a pesar de no tener las más mínimas necesidades básicas, los habitantes (entre ellos migrantes nicaragüenses) se organizan para poder hacer una red de recuperación y de reciclaje de la basura a golpe de educación y sensibilización. Débora Portilla visita constantemente el barrio y como observadora exterior nos explicó que la solidaridad y la dignidad fueron la única manera de poder sobrevivir.

La Carpio se ubica al costado de la más grande planta de agua de Centroamérica, sin embargo, ellos llevaban 15 días sin una gota. “Aquí no llega el Estado”, según Débora, pero es una población de “precursores” verdes que lo hacen por necesidad, aunque el problema del agua no se puede resolver sin la intervención de las autoridades.

Radio Francia Internacional