Llaman a repensar la bolivianidad al margen de las identidades porque promueven la fractura

El debate sobre la identidad y el mestizaje también está polarizando las posiciones políticas a propósito de los preparativos para el próximo censo de población y vivienda previsto para el 16 de noviembre.

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Fuente: ANF



La bolivianidad debería repensarse desde las condiciones concretas de la vida y no desde la fractura que supone la confrontación entre la identidad indígena y la mestiza, y debe hacerse desde las poblaciones de base y no desde los líderes políticos porque ellos promueven la disputa, según un grupo de analistas jóvenes convocados por la Agencia de Noticias Fides (ANF).

El investigador social Guido Alejo (El Alto), la comunicadora Yara Espinoza (Cochabamba), el analista de temas internacionales Rubén García (Santa Cruz) y la politóloga Evelin Callapino (Potosí) participaron en el conversatorio moderado por Estefani Tapia, también politóloga.

Alejo sostuvo que entender lo boliviano no debería anclarse en la autoidentificación étnica o el reclamo de lo mestizo, “sino en las condiciones de vida porque es algo que a todos transversalmente nos está cruzando para bien o para mal”.

Defendió que esa mirada no se produce desde el Estado porque el mismo “ya tiene su relato indígena, y la oposición, su relato mestizo”, sino que parte de las formas de vida mayoritarias donde se encuentran los muchos nexos que son comunes a los bolivianos en la urbanización, la vida social, el mercado, la informalidad, la migración y la territorialidad, entre otros factores.

En ese sentido, agregó que la bolivianidad se interpreta desde la posición de un trabajador informal que vive con la incertidumbre, la visión de un empleado formal o un empresario, si bien la primera categoría es la dominante ya que un 80 % de la población está en esa situación.

“Ya que gran parte de la población está sujeta transversalmente a lo que es la informalidad, posiblemente esa subjetividad social que emana de la informalidad forme parte de la bolivianidad”, sostuvo Alejo.

Asimismo, dijo que la globalización y la urbanización está haciendo que los indígenas pasen de la resistencia en las tierras altas a una actitud “entusiasta” respecto de la contemporaneidad y la modernidad occidental para converger con las clases medias urbanas, en una especie de diálogo, incluso en medio de lógicas coloniales y de adaptación.

Además, la bolivianidad “no puede estar circunscrita a La Paz, Cochabamba y Santa Cruz”, sino a todas las regiones del país para buscar los elementos comunes que “vendrían a ser estas condiciones migratorias, sociales, económicas, más allá que la auto adscripción cultural étnica que nos puede llevar a confrontaciones abiertas”, insistió para comenzar el debate.

Espinoza dijo estar de acuerdo con la plurinacionalidad como un proceso que “no le pertenece al MAS” sino a la gente y se debe a la articulación de las organizaciones sociales y cuestionó que se use y se abandere el término de mestizaje “como una posición cómoda de poder” con los argumentos de la modernidad y la globalización frente a la antigüedad ancestral de los pueblos indígenas, como el quechua, identidad a la que la comunicadora dijo haberse adscrito.

Agregó que la identidad está por encima de los señalamientos de qué debe considerarse indígena o no, y defendió que es algo propio al igual que la cultura y “es un proceso que se apropia, resiste, negocia y rechaza”, de tal forma que si a un aymara no le interesa el culto a la Pachamama está en su derecho de hacerlo.

De su parte, García subrayó que hablar de lo boliviano como algo que une “no corresponde con la realidad en tanto los sujetos colectivos se interrelacionan en el quehacer político” y que el concepto de la plurinacionalidad tampoco porque fue planteado a partir de la existencia de varias lenguas, incluidas las de pocos hablantes que culturalmente tienen otras prácticas.

“El proyecto plurinacional perdió su horizonte de pluralidad y más bien es plenamente nacionalista homogeneizador a la altura del proyecto del MNR”, sostuvo el analista, quien admitió haberse autoidentificado como guaraní en el anterior censo (2012) para evitar problemas ante la supuesta amenaza de grupos oficialistas de quitarles una casa de campo.

Dijo que “Bolivia es producto de la colonialidad-modernidad como dos caras de la misma moneda, pero tienen dinámicas distintas porque no son lo mismo en tierras bajas, que en el occidente donde se vivió un proceso de colonización mucho más duro”.

Callapino señaló que Bolivia nació como país con territorio, pero sin nación y es “un país de muchas fracturas sociales” con una larga data como lo es la formación de castas y la subalternización de lo indio o indígena y el racismo que impiden formar una bolivianidad como identidad aglutinadora.

Según Callapino, la clase política ha contribuido a la confrontación y el debate sobre el mestizaje y la identidad “se ha partidizado”, lo que ha provocado una “contaminación” de los intentos de la reconciliación social a partir de la diversidad, sobre todo por la acción del Movimiento al Socialismo (MAS) que se ha apropiado del discurso de la plurinacionalidad.

El debate sobre la identidad y el mestizaje también está polarizando las posiciones políticas a propósito de los preparativos para el próximo censo de población y vivienda previsto para el 16 de noviembre.