Ser, hacer, qué hacer… de los guerreros de Dios

Viernes 10 de junio, mientras la sentenciaban a Jeanine Añez a 10 años de prisión (de una manera intencionada políticamente hablando y con una justicia dirigida desde el gobierno ejecutivo) un grupo de personas creyentes católicos, nos encontrábamos reunidos en un dialogo fraterno con Monseñor Sergio Gualberti, quien dejará de ser el arzobispo de Santa Cruz de La Sierra en los próximos días.

Ninguna reunión de este tipo, pudiera hacerse si no se actúa con confianza, si no se halla ligado por opiniones comunes, afectos comunes, intereses comunes, pero, sobre todo, por aquellos que nos enseñaron y nos guiaron a conocer y a entender la palabra de Dios a lo largo de los años.



El Padre Guillermo, párroco de la capilla, hizo una pequeña reseña de lo que deberíamos en oración abrirnos a expresar y a escuchar, basado en lo que somos como seres creyentes, en lo que deberíamos hacer como católicos y de qué manera hacer las cosas bajo la guía del arzobispo.

Y de manera resumida en pocas palabras, el contexto de la reunión la podíamos definir en: que es preciso considerar el pasado con respeto y el presente con confianza si se pretende asegurar el porvenir, porque todos los problemas tienen la misma raíz: el miedo. Miedo que desaparece gracias al amor, pero el amor también nos da miedo… Entendiendo que Dios ha puesto el placer tan cerca del dolor que muchas veces nos lleva a llorar de alegría, a reírnos por lo absurdo y a controlar la ira por la pérdida de los valores y principios cristianos de la mayoría de nuestra sociedad.

Muchas veces el dolor calla o grita. Calla porque no encuentra la manera de expresarse, las confusiones se agrupan, los recuerdos se ahogan y las lágrimas suplen a las palabras y todo lo envuelven. “Otras veces el dolor grita, las emociones saltan y la rabia responde a lo que no haya respuesta, a las preguntas infinitas, humanas y divinas. La desilusión camina de la mano de la frustración, el enojo se prolonga y pareciera que se busca sacar a la fuerza lo que muerde el alma. Y el dolor grita y grita, pero no se ensordece la tristeza ni se eliminan las preguntas”. (Entre Cielos)

Lo que es frustrante, es que los creyentes, la comunidad católica y cristiana en general que representa a la mayoría de la población boliviana actualmente, esté inmersa en una desidia cobarde para enfrentar los retos que este gobierno del mal impone de una manera abierta y sin ningún tipo de tapujo.

La palabra nos enseñó que, para profesar la FE CRISTIANA, se requiere primeramente ser valiente y convertirse en guerreros de DIOS para defender los valores y principios que nos fueron dados por nuestro señor Jesucristo hace más de dos mil años. Para que entiendan, los guerreros son personas fuertes de espíritu, fructíficas, creyentes de corazón, con un enfoque claro y con temor solo a Dios, dispuestos a dar todo de sí para defender sus ideales y enfrentar las injusticias del hombre sobre los hijos del Padre, cumpliendo de esta forma su mandato sobre la tierra.

Hoy en día, dejamos de una manera vergonzosa, que el mal reine en nuestro país, que lo malo sea visto como bueno. Vemos y nos lamentamos sin manifestarnos como corresponde, como la justicia actúa de manera mal intencionada, donde los jueces y fiscales tienen quien los ordene para que sus sentencias sean dirigidas en beneficio de intereses políticos y no como debería ser de una manera justa, limpia y honesta. Vemos, de manera aberrante que niños son violados y les transmiten el SIDA ante la pasividad y protección de los vecinos y fiscales protectores de los mal vivientes. Vemos una Policía que se dedica: a robar, a matar, a traficar, a extorsionar, a proteger al maleante, etc. En lugar de proteger a la ciudadanía. Vemos a un Gobierno, que se dedica a dictar leyes con el único fin de controlar el poder total y tener a todo un país como observadores pasivos de el resquebrajamiento de la democracia y de la imposición de una dictadura, que tiene como único fin aprovecharse únicamente de los recursos del Estado, del poder y de la justicia para que una pequeña élite viva como reyes protegiendo todo lo malo…

¡Esto se tiene que acabar!! Tenemos que inculcar nuevamente en nuestra sociedad, en nuestras familias, en nuestros líderes, una lucha frontal a favor de las buenas costumbres. Rescatando la esencia de lo que es obrar con principios y valores en la vida. Y para este fin, tenemos que convertirnos en guerreros de Dios, temor únicamente a Él y a nadie más.

Las características y cualidades de un guerrero de Dios, siempre ha sido reconocer sus capacidades iluminando esa fuente de luz interna: logrando desarrollarse a sí mismo, fortaleciendo sus habilidades y autoestima, siendo un factor importante para salir victoriosos, conocer el terreno de lucha, resaltando su «yo interno».

Tiene que aprender a dominar sus temores internos: para poder salir victoriosos en el combate, se debe superar todos aquellos miedos que buscan estancar y opacar los dones y potenciales del hombre; para lograr luchar por Dios primero se deben derrotar los temores y obstáculos internos.

Se tiene que ser persistente: sus acciones tienen que estar guiadas por su pasión y deseos de prosperar, dando lo mejor de sí, incluso cuando la lucha se ponga difícil y todo parezca venirse abajo; no hay que darse por vencido ante los fracasos que utilizará para fortalecerse.

Se tiene que demostrar que es honesto y que ama la verdad: sus acciones deben reflejar la realidad y no buscar engañar o reflejar algo que no se es, la verdad y la fe tienen que ser sus banderas de batalla.

Se tiene que actuar por convicción: porque se sobrentiende que conocen e identifican todo su potencial, desafiando todos los obstáculos y confiando en lo que su corazón le sugiere de acuerdo a los mandatos de Dios.

Tienen que vivir y actuar por amor: tienen que reconocer el amor al prójimo como parte de su vida y sabiduría, siendo el arma más poderosa en una Bolivia llena de maldad, egoísmo, discriminación, regionalismo y obscuridad.

Tiene que seleccionar sus batallas sabiamente: tiene que conocer sus capacidades y saber identificar la importancia de las luchas, así como el momento idóneo para enfrentarlas. Ser paciente: es confiar plenamente en el tiempo de Dios y saber administrar sus recursos de forma sabia para no desperdiciarlos, esperando de este modo que las condiciones estén dadas para actuar y salir victorioso.

Siempre es bueno aceptar su entorno: de esta manera evitará emitir juicios y opiniones personales para confiarse y demostrar una falsa fortaleza, aceptando la voluntad de Dios sin oponerse. No hay que olvidarse de ser empático: ya que de esta manera se tiene la capacidad de ponerse en el lugar de prójimo, reconociendo sus problemas sin sentirse superior a los otros hombres.

Los guerreros de Dios, siempre serán los hombres elegidos para defender su palabra y salvar al prójimo, a tu país de la perdición. No obstante, a pesar de todos los hijos del Padre que han sido llamados para formar parte de su ejército, muy pocos logran seguir el ejemplo de Jesús y luchar por Dios en la tierra. No nos olvidemos de algunos guerreros que dieron su vida en la batalla de la vida en contra de la injusticia, empezando de los apóstoles, como ser:

Santiago de Zebedeo: que fue decapitado con una espada en el 44 d.C; Santiago de Alfeo: quien fue primer obispo de Jerusalén en el 55 d.C. y murió lapidado; San Judas Tadeo: quien murió atravesado por flechas; San Felipe: este apóstol fue crucificado por soldados romanos por predicar el nombre de Cristo; Santo Tomás: sufrió martirio en el año 72 d.C atravesado por una lanza; San Pablo: el apóstol de los gentiles, murió decapitado a espada en Roma. San Pedro: primer Papa de la Iglesia Católica. Fue crucificado de cabeza el 67 d.C; San Mateo: murió decapitado por la espada; San Simón: murió crucificado; San Bartolomé: fue cruelmente desollado y finalmente decapitado; San Andrés: fue crucificado en una cruz en forma de “X”; San Matías; fue crucificado en Judea y así muchos otros mártires de la iglesia católica.

O sea, los propios apóstoles batallaron para que los principios y valores de Cristo se impusieran y se viva dignamente… Y hoy en día, vemos penosamente, que no existen más de 200 sacerdotes para una comunidad de 3 millones de personas en Santa Cruz. Vemos que a los jóvenes no les interesa el concepto de familia; que la ideología de género se consolida; que la apuesta a favor del aborto se impone; que el robar, el matar, el violar no es tan importante como el vivir en paz y alejado de la realidad. Vemos que el concepto de patriotismo se va perdiendo y que lo que se viene imponiendo es una nueva orden mundial gobernada por la tecnología digital… Mientras tanto, los narcotraficantes gobiernan el país, los policías se convirtieron en delincuentes, los ciudadanos son cobardes silenciosos, y, la Iglesia de a poco va desapareciendo.

Qué triste realidad, ojalá las iglesias convoquen a defender los principios y valores. Que surjan nuevamente los valientes guerreros, no aquellos que aprovecharon la Biblia para empoderarse y ser iguales o peores que los masistas.

Despedimos al Monseñor Sergio Gualberti, un guerrero que estuvo siempre con su palabra diciéndoles las verdades a quienes se aprovechaban del poder, y damos la bienvenida a Monseñor René Leigue, quien tiene el desafío de convocarnos a una guerra contra el mal, contra las malas costumbres y contra aquellos que desean acabar con las familias, más aún siendo boliviano de nacimiento y conocedor de nuestra realidad. No espere, Padre René que el tiempo transcurra, es el momento de actuar, con agua bendita no vamos a correr a nadie, solo servirá para sanar las heridas de los creyentes.

DIOS bendiga a nuestro país, que a sus líderes religiosos les de valentía para guiar a un pueblo que requiere acciones concretas para que las mismas junto a las oraciones, nos lleven a la victoria.

Alberto De Oliva Maya