Bolivia nació como una potencia continental

Como Bolivia todavía no ha ingresado al mercado del litio, su situación económica dista mucho de lo que puede considerarse una potencia.

Bolivia nació como una potencia continental

Fuente: Brújula Digital

Juan José Toro / El Potosí



Por su participación en golpes de Estado —verdaderos, no los que intentan camuflar una renuncia y posterior huida—, su ejército está entre los más desprestigiados de la región y sus líderes han desaparecido, puesto que su clase política es fagocitaria y extremadamente corrupta.

Pero, aunque parezca difícil de creer, hubo un tiempo en el que el país estaba en el otro extremo de las debilidades mencionadas, por lo menos en relación a sus vecinos. Era ni más ni menos que una potencia continental, según plantea Erick D. Langer, profesor de historia latinoamericana de la antigua universidad jesuita Georgetown de Washington D.C., Estados Unidos.

“A pesar de algunos problemas estructurales, Bolivia estaba en una posición privilegiada en los primeros años después de la Independencia por sus recursos naturales y humanos y el manejo competente de la mayoría de sus primeros líderes”, dice el resumen del ensayo “La fundación de Bolivia en el contexto latinoamericano” que está en el primer tomo de “Un amor desenfrenado por la libertad”, la antología de la historia política de Bolivia, desde 1825 a 2020, que la Fundación Konrad Adenauer presentó este 2022 en varias ciudades del país.

Ciclo centenario

Bolivia en mejor situación que la mayoría de sus vecinos: ese fue el apunte que subrayó la periodista e historiadora Lupe Cajías al presentar el libro en Potosí. Ella e Iván Velásquez son los coordinadores de la monumental obra en dos tomos, el primero de 847 y el segundo de 637 páginas, en la que 37 autores presentan 40 trabajos, muchos de ellos ensayos, en los que se expone el acontecer político de Bolivia, desde su fundación, ocurrida un 6 de Agosto de 1825.

Fue precisamente en ese primer momento, cuando Charcas, conocida entonces como Alto Perú, “se erige en un Estado soberano é independiente de todas las naciones, tanto del viejo como del nuevo mundo” en el que, según Langer, se produce su primer momento de gloria. “A pesar de los muchos daños sufridos por las guerras de Independencia, Bolivia tenía relativamente buenas perspectivas de prosperar como una nueva República. Su sociedad estaba bien organizada y contenía una geografía variada que sostenía una población relativamente grande. Bolivia podía jactarse de tener algunas de las minas de plata más productivas del mundo, con regiones agrarias bien desarrolladas que apoyaban esta actividad”, afirma.

Cajías va, incluso, más allá: afirma que, con el surgimiento de una nueva era de la plata, ya en el periodo republicano, y el advenimiento de la del estaño, Bolivia volvió a plantarse firme en el continente hacia 1925; es decir, cuando cumplía su primer centenario. Sus bonanzas, entonces, se habrían registrado en un ciclo de cien años.

Potencia económica

Como se sabe, la Real Audiencia de Charcas, sobre la que se constituyó Bolivia en 1825, se formó con el fin de resolver los conflictos emergentes del registro de las minas de Potosí, así que, técnicamente, el país le debe su existencia a la ciudad del Cerro Rico. Pero también es indiscutible que la economía de Charcas, primero, y Bolivia, después, estuvo ligada a los vaivenes de los minerales, cuyas cotizaciones siempre fueron caprichosas. Así, la situación en 1825 era muy diferente a la de las primeras décadas coloniales.

El primer tomo de “Un amor desenfrenado por la libertad” cierra con un ensayo de José Alejandro Peres Cajías, profesor asistente del Departamento de Historia Económica de la Universitat de Barcelona que tiene un título que contiene una pregunta inquietante: “Minería y desarrollo económico en Bolivia, 1825-1950 ¿Valía Potosí, un Potosí?”.

Este autor admite algunas verdades de Perogrullo: “la creciente producción minera en Potosí fue fundamental para dinamizar la economía mundial” y “la producción minera en Potosí era la más importante del Imperio español” pero, en seguida, apunta que “este dinamismo se fue ralentizando” y “la producción minera en Potosí durante las primeras décadas del periodo colonial continuó a la zaga de la producción mexicana y no tuvo el dinamismo de la producción peruana”.

Tomando en cuenta que Peres Cajías se basa en hechos concretos y cifras, ¿cómo es que Bolivia llegó a ser una potencia económica en 1825? Dejemos que Langer responda:

“En términos económicos, Bolivia tenía uno de los más grandes potenciales en comparación a cualquier otro país de América del Sur. Como Perú y México, contenía ricas minas de plata que incorporaban otros metales como cobre, antimonio y estaño. Los inversores británicos lo vieron claramente y enviaron a varios agentes para analizar la situación económica del país. Uno de estos informes, de Joseph Pentland, se ha convertido en uno de los documentos más importantes que detallan las condiciones en el país casi inmediatamente después de la Independencia.

“En su informe, Pentland describió muchas minas, llenas de promesas. Enumeró 15 distritos mineros que contenían cobre, estaño, oro o plata. Se detuvo especialmente en una descripción de Potosí y sus ingenios que, en 1826, a pesar de todos los problemas con las guerras de Independencia, produjo alrededor de 100.000 marcos de plata”.

Potencia militar

¿Es posible pensar que Bolivia fue, alguna vez, un país respetado, y hasta temido, por el ejército que lo protegía? Langer no tiene dudas al respecto:

“Durante las primeras décadas, el gobierno de Bolivia fue bendecido con algunos de los mejores líderes entre todos los nuevos Estados y una estabilidad política envidiable, con algunos contratiempos, lo que la convirtió en una de las principales potencias militares de la región”.

Tomando en cuenta la calaña de nuestra clase política, lo de “los mejores líderes” parece fantasioso, pero hay que tomar en cuenta que el historiador estadounidense no discrimina nacionalidades y, pese a la innegable —y mala— influencia del olañetismo, en 1825 el país estaba gobernado mayoritariamente por extranjeros, comenzando por Bolívar y Sucre, que en ese momento eran colombianos, y pasando por sus lugartenientes como el inglés William Miller, que llegó a ser prefecto de Potosí, y el irlandés Francis Burdett O’Connor.

“En 1825 Bolivia era una potencia militar a tener en cuenta, tanto por su liderazgo como por la amalgama de fuerzas del Alto Perú y de Colombia, endurecidas en batalla, que permanecieron en el país. Al principio esto fue una ventaja porque Sucre usó ese poder para consolidar los reclamos territoriales del país. En 1826 envió tropas colombianas comandadas por uno de sus hombres de mayor confianza, el irlandés Francis Burdett O’Connor, al territorio de Tarija para reforzar allí los reclamos de Bolivia contra las Provincias Unidas del Río de la Plata”, apunta.

La presencia del ejército colombiano hizo temible a Bolivia y evitó las invasiones de sus vecinos, pero también se convirtió en la manzana de la discordia porque los políticos locales, como el peruano Agustín Gamarra y el boliviano Casimiro Olañeta, lo veían como un obstáculo para sus intereses particulares, así que comenzaron una campaña en su contra que alcanzó éxito en 1828, cuando un motín provocó la salida de esas tropas, a las que se llamó “de ocupación”, y del propio Mariscal Sucre. Tras su partida, el país cayó en un caos tal que el 1 de enero fue asesinado el presidente Pedro Blanco, que apenas había alcanzado a gobernar cinco días.

Se acabó, entonces, el tiempo de los líderes competentes.

Los otros

Para afirmar que, en 1825, Bolivia era una potencia continental, hay que comparar su realidad con la que atravesaban, entonces, los demás países de la región.

Esa es la novedad que presenta Erick D. Langer en el ensayo “La fundación de Bolivia en el contexto latinoamericano”, pues presenta resúmenes de lo que pasaba en el vecindario:

Argentina: un país sin centro. “Para 1825, Argentina tenía unos 570.000 habitantes, aproximadamente la mitad de la población boliviana”, menos recursos y extenso e incontrolable territorio: “toda la Patagonia y gran parte de la pampa estaban en manos de pueblos indígenas que no le hacían caso a Buenos Aires”.

Chile: un país pobre luchando por existir. En 1825, este país estaba sumido en una crisis política y era gobernado por Ramón Freire. “En el mejor de los casos, había algunas minas de cobre y plata en el extremo norte del país, alrededor de Copiapó”.

Perú: caos político y oportunidades perdidas. Los mismos conservadores que proclamaron dictador a Bolívar lo expulsaron y sus conspiraciones, que alcanzaron a Sucre, provocaron una declaración de guerra en su contra, en 1828. La ambigüedad de sus gobernantes fue su principal rasgo a fines del periodo colonial y durante la Guerra de la Independencia.

Brasil mantiene el antiguo régimen. Este país mantuvo su estabilidad en los primeros años de las repúblicas sudamericanas debido a que pasó de monarquía a imperio, gracias a que la familia real de Braganza se refugió en su territorio tras huir de la ocupación napoleónica.

La dictadura autónoma de Paraguay. En 1811 se independizó del Virreinato del Río de la Plata y en 1814 José Gaspar Rodríguez de “Francia se declaró dictador y lo siguió siendo por el resto de su vida”.

La Gran Colombia: un país sin futuro. Fue el gran país que formó Bolívar tras echar a los españoles, pero en 1825 se le despojó de la presidencia y, aunque volvió al poder solo fue para combatir a sus nuevos enemigos. Francisco de Paula Santander y José Antonio Páez se le opusieron y en 1829 “Venezuela se declaró independiente y Ecuador siguió su ejemplo. Para 1830 la Gran Colombia ya no existía”.