Reivindicando la República

 

Hemos celebrado los 197 años de la fundación de la República de Bolivia y es una oportunidad propicia para destacar el significado de la República, como historia en común, que constituye la base de nuestra existencia como nación boliviana, y como institución, la cual debe ser el fundamento y las libertades de todos quienes habitan el territorio nacional. A pesar de los intentos de desterrar el concepto de la República y sustituirlo por el de Estado Plurinacional, la ciudadanía ha preservado lo republicano, en sus símbolos, en su historia y en la defensa de la democracia representativa y liberal.



Esto no quiere decir que cerremos los ojos frente a una realidad de errores, y fracasos, de inestabilidad crónica, de pobreza mayoritaria, de corrupción generalizada, de gobiernos autoritarios, de abusos de poder, de falencias en los servicios públicos, de confrontaciones sin fin, de enfrentamientos incentivados desde el poder para consolidar un país de unos y no de todos; podríamos seguir enumerando una larga lista de los problemas, muchos estructurales, por resolver y de los obstáculos que los mismos bolivianos ponemos a nuestro desarrollo.

Sin embargo, también es realmente impresionante leer, ver y escuchar los mensajes de todos quienes celebran a Bolivia, como su patria, incluso aquellos que tuvieron que emigrar a otros países, incluso a otros continentes, a buscar las oportunidades que no encontraron, en su propia nación.

Es emotivo ver como la gente defendió el uso de la tricolor, el escudo y el himno nacional como aquellos símbolos en los cuales todos los bolivianos nos sentimos reflejados, integrados y representados. Podrá haber otros símbolos, con mucho significado, algunos representan a los departamentos, como las banderas departamentales, otros a regiones y naciones, como la bandera del Patujú, y otros a movimientos sociales adscritos a una determinada ideología, como sucede con la wiphala. Creo que cada uno de ellos merece el respeto que corresponden a los ciudadanos que con los mismos se identifican; sin embargo, lo que siempre estuvo mal, y ha fracasado, es el intento de imponer el símbolo de una parcialidad reemplazando aquellos que representan al conjunto.

Es lo que la gente no permitió y con ello rindió su mayor homenaje a la República de Bolivia, aquel espacio común del cual todos somos parte, todos somos propietarios y todos debemos ser protagonistas, sin las antiguas ni las nuevas exclusiones que se pretenden imponer, con sus visiones de hegemonía cultural y de discriminación a quienes piensan diferente.

Ese sentido de pertenencia y de identidad con la nación boliviana, que se asienta en una historia en común, con sus avances y retrocesos, con sus alegrías y sus desgracias, una historia en común que también debe reconocer la riqueza de nuestra diversidad, de nuestra cultura, de nuestra literatura, de las lenguas, de nuestro mestizaje, de nuestra mayoritaria fe cristiana, de las creencias de los pueblos indígenas, de nuestra inmensa y variada geografía. Es lo que transmiten los mensajes que han celebrado el aniversario patrio en estos días, desde el discurso de un niño en las horas cívicas, hasta los mensajes transmitidos en las redes sociales por miles de personas.

Al mismo tiempo, no debemos olvidar la institución republicana, la República entendida como un sistema de gobierno fundamentalmente orientado a limitar el poder de los gobernantes y a garantizar las libertades y los derechos de los ciudadanos. Esa República que quizás nunca logramos construir en su plenitud, que hoy se encuentra casi como una fachada, en la cual existen los nombres de las instituciones que la componen, pero vaciadas de contenido por la falta de independencia institucional, como le sucede, por ejemplo, a la justicia.

Esa República es por la cual también la ciudadanía se ha movilizado, pues incluso aunque a la mayoría no les interesa la política en general y están ocupados en los problemas cotidianos de su subsistencia diaria, solo en esa República institucionalizada forjaremos una democracia real, con estado de derecho, poder limitado y distribuido en órganos independientes y distintos niveles de gobiernos autónomos. Esa es la República democrática que todos debemos reivindicar como nuestro derecho y patrimonio, es la única en la cual podremos construir ese futuro común con paz y prosperidad que tanto anhelamos.

 

Oscar Ortiz Antelo

Ha sido senador y ministro de estado.