Intolerancia política: el desafío de vivir con las diferencias

 

Incluso la intolerancia tiene su lado positivo. No tolerar la corrupción, la mentira, la injusticia, la desigualdad, es parte de un movimiento a favor de la sociedad. La falta de tolerancia encuentra el lado oscuro de la fuerza cuando se enfoca en negar la existencia del otro, cuando carece de la capacidad de lidiar con diferentes formas de pensar.



A los que nos gusta compartir nuestros puntos de vista, cuando se trata de hablar sobre la situación actual de Bolivia, lo hacemos la mayoría de las veces sin medir consecuencias.  La política tiene que ser discutida. Y si dejamos que otros lo discutan por nosotros, nos quedamos al margen. Mucha gente no habla de política y sigue reproduciendo frases ajenas sin buscar conocimiento, es lo que viene ocurriendo con el ciudadano común. Sin embargo, defender nuestra opinión no siempre significa hacer nuevos amigos. Por lo contrario. Por diferencias en el pensamiento político, muchas veces ofendemos a los que parecían ser nuestros amigos y que hoy en día se desvían bruscamente en la calle para evitar la conversación.

Los políticos y sobre todo los gobernantes, o sea, el presidente, los gobernadores y los alcaldes; Piensan que tienen derecho a decir cosas, darnos la espalda y no escuchar nuestras respuestas. Tanto es la falta de respeto a su conciudadano, que nos amenazan seguirnos procesos judiciales, gracias a un poder judicial (en minúscula) que ya no tiene credibilidad peor respeto de la población.

Bolivia dividido en tres: Por un lado, un azul corrupto, por el otro un rojo, amarillo y verde y por la punta un verde con blanco. Es este o los otros. No hay espacio «en la cerca» o para argumentos de equilibrio. El escenario político se ha convertido en un sin fin de opiniones.

La exaltación de los ánimos presente en el cotidiano de los bolivianos solo muestra cuán profunda es la autocrítica que cada uno de los involucrados de las partes tienen que hacer. Tarde o temprano, los partidos y las regiones más importantes de este país tendrán que sentarse a buscar una solución, reconocer lo que están haciendo mal. Si no hay garantías, más que seguro, la tendencia será de difícil pronóstico, ya que en la época actual nadie quiere perder el poder, la autonomía, sus derechos ciudadanos y lo más importante, su libertad de expresión y seguridad jurídica.

Parte del problema que ocurre hoy en Bolivia proviene de la dificultad de reconocer al otro. En nuestro país, tenemos tímidas políticas de reconocimiento a las autonomías regionales y peor aún cuando se trata de distribuir los recursos financieros de manera transparente a los distintos departamentos, ya que el poder centralista no desea perder su capacidad de control a nivel nacional.

Entonces, oponerse a ese mínimo de ajuste histórico, de reforzamiento de las identidades oprimidas, llevó a un reforzamiento de un falso socialismo, que continúa pregonando la distribución de la riqueza, intentando mantener posicionado en el discurso desgastado de un falso “proceso de cambio” donde lo único que cambió, fue el estado económico financiero de todos los líderes masistas que se enriquecieron de manera abrupta y desvergonzada.

Quieren mantener un pacto social, dentro del concepto de democratizar la riqueza, cuando lo único que están logrando en la región occidental de nuestro país es empobrecer a todos los ciudadanos, lo que ocasiona una migración al oriente boliviano, donde todos los bolivianos ven a este departamento como el único con: futuro, seguridad y una considerable concentración de población que genera un potencial mercado para las inversiones que esta gente vaya a realizar.

Es una estupidez que el gobierno actual y los despechados evistas, piensen que la ciudadanía de Santa Cruz que representa a la agroindustria, a la empresa privada, al sector comercial y gremial, por ejemplo, quiera derrocar al gobierno de Luis Arce Catacora. El cabildo convocado, solo va a demostrar que una región de Bolivia, es la abanderada de la defensa de los derechos ciudadanos que todo boliviano cuenta en la Constitución Política del Estado y que de manera arbitraria quiere ser desconocida por los gobernantes y el centralismo masista.

Ahora, gracias a la Feria Internacional que se viene desarrollando en la ciudad cruceña y al resquebrajamiento de relaciones entre los masistas de manera abierta y pública, es que el presidente está demostrando, por primera vez en su gestión, un acercamiento real con el empresariado cruceño. No es cuestión de ideologías políticas en este momento, es cuestión de ponerle el hombro al desarrollo nacional y tener alternativas de manera conjunta para enfrentar la crisis económica que en cualquier momento puede aparecer.

Este punto de inflexión que se está dando, puede ser el inicio de una relación fructífera del gobierno con el sector productivo oriental, que también puede marcar un direccionamiento más moderado del Gobierno para generar una expectativa de algún proyecto de centroizquierda que contraste con el ya conocido de ultraizquierda cuyo proceso fracasó con el fraude electoral del 2019 y el desconocimiento de más de la mitad de los masistas a su jefe de partido Evo Morales.

Es bueno señalarlo, que lo que viene sucediendo en el espectro político de nuestro país, es a consecuencia de un positivo agotamiento del sistema político que se instauró hace más de 15 años. La mayoría de los grupos ciudadanos, los chukutas, alteños, Kochalas, cambas, chapacos, etc.  Ya no toleran un intermediario profesional hablando en su nombre, lo que nos debería llevar a realizar una reforma política. Mientras esto se viene plasmando, tenemos aún que vivir en una crisis de representación.

¿Será que llegó la hora de bajar el tono de los adjetivos que impiden el diálogo, de una parte y de la otra? Somos testigos que las plataformas y aplicaciones de redes sociales en Internet se han convertido en uno de los principales frentes de discusión entre grupos enfrentados. Pero las discusiones no siempre se centran en el intercambio de ideas, en la exposición de argumentos, y no es raro que se conviertan en un mero intercambio de insultos. La gente no discute, agrega adjetivos.

En el momento en que dicen “Masista de mier…” o “Camba de mier…” se detienen e interrumpen el flujo racional, niegan al otro la capacidad de ser. Clasificar a alguien con un adjetivo o sustantivo se está convirtiendo en un delito unilateral, o sea, solo para quienes no son azules. Lo convierten en un delito en el intento de aislar a esa persona e impedir el diálogo. Esto es ya un problema, e insistir, en la costumbre de adjetivar en lugar de la capacidad discursiva y retórica de escuchar, nos seguirá dividiendo y generando rechazo con odio al rival político, para luego convertirse en un tema regional, que pondrá en peligro la unidad del país.

Nuestra capacidad del debate debería primar siempre, ya que nos llevará a practicar nuestra capacidad de razonar. Deberíamos debatir siempre, y observar cuando alguien abra los ojos, gesticule con valentía, trague saliva, retroceda despacio y asiente, porque de esa manera nunca nadie tocará tambores de guerra para que los locos bailen. Ahora, si no es así, si alguien está expresando su opinión, coméntalo con esa persona, pero recuerda que no puedes salvar a todos de su propia ignorancia.

La política también se aprende, los bolivianos en general, están más politizados. Hacen política como sea y donde sea. Vemos la percepción de la gente, sus expresiones, las distintas simbologías que utilizan, las asociaciones que realizan de manera inmediata según las circunstancias, a través de muchos prejuicios, a través de elementos humildes, a través del humor, a través del sarcasmo con poder… La política está en los hogares, en los locales, en el barrio, en los aeropuertos, etc.

Dentro de este escenario, la política también debería debatirse dentro del aula. No existe tal cosa como una escuela neutral. Sería bueno que las escuelas no fueran partidistas, como pretende el Ministerio de Educación, pero siempre serán políticas. La política no puede ser satanizada. La política no es la administración del mal, sino la garantía del contrato social del bien. Endemoniar la política como instrumento para solucionar un problema es un problema.

Rechazar el debate político en nuestro país no debería ser una opción, ya que nos llevaría a favorecer ciertas actitudes. Lo que siempre se debe garantizar es la pluralidad de nuestro país pluricultural, la pluralidad de opciones. Porque vivir con lo diferente y lo contradictorio es un reto que la mayoría de los bolivianos no afronta bien.

Alberto De Oliva Maya