Meraki es la primera heladería ecológica en Bolivia.
Ofrece más de 14 sabores, cada uno de ellos con certificación ecológica otorgada por el Senapi y el Senasag. Ambas instituciones garantizan que no se usen químicos en el helado, desde la tierra donde se siembra el alimento hasta el producto final.
Los helados Meraki fueron elegidos entre los 15 finalistas del Concurso Emprende Ideas de la Fundación Samuel Doria Medina Arana.
Estos helados no contienen azúcar y son totalmente naturales. Su creadora, Senobia Lázaro Puma, es una amante de la ecología y trabajo muchísimo hasta lograr productos de gran calidad y excelente sabor. Actualmente, tiene una heladería frente al Cementerio General de Sucre. En ella el ambiente es distinto al de cualquier otra heladería, porque el compromiso ecológico de Senobia es coherente.
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Quien visita su emprendimiento tiene la opción de elegir entre servirse el helado en una tutuma o en un barquillo (que también está hecho con productos ecológicos). Meraki también cuenta con carritos ambulantes en la ciudad y otros puntos de venta en Montegudo, Potosí y en el Huayna Mercado de La Paz.
Cuando Senobia Lázaro empezó no tenía ni una cocina para preparar los insumos que necesitaba; hoy vende entre 80 a 100 kilos de helado al mes. Su producción llegó al límite porque no tiene donde almacenar más productos; por eso, si ganara algunos de los premios del concurso, lo usaría para comprar un congelador nuevo.
Senobia es una joven emprendedora, quien, como muchas madres, tiene como principal objetivo el sacar adelante a su hijo. Sabe que esta es una poderosa motivación, así que prefiere contratar a trabajadoras mujeres. Algunas elaboran el helado de noche, después de hacer dormir a sus niños; otras son vendedoras ambulantes que recorren la ciudad mientras se dirigen a recoger a sus hijos al colegio.
Senobia Lázaro vivió en el campo mucho tiempo y conoció de cerca los cultivos. Fue entonces cuando entendió que el uso de agroquímicos da mayor producción a corto plazo, pero afecta la fertilidad de la tierra, mientras que si se cultiva de manera ecológica no se tiene una producción masiva ni se alcanza la rentabilidad. Tal es el dilema. Así que comenzó a preguntarse qué podía hacer para cambiar esta situación.
Senobia veía que el algarrobo crecía de manera silvestre en el campo y le sorprendía lo mucho que las cabras lo saboreaban. Cuando probó este fruto, se dio cuenta de que era dulce. Pensó en qué podría hacer con el algarrobo que crecía naturalmente en el campo y se le ocurrió que helado. Usando cultivos silvestres, podía estar segura de generar recursos económicos.
Recorrió las comunidades para ver qué otros frutos podría utilizar para producir más helados ecológicos. Se dio el trabajo de estudiar las propiedades de cada uno de ellos. Entre otros, encontró el mistol, el hongo de pino, el monococo, el sukini, la espirulina, las semillas de moringa, el aji rojo, el maní, el tumbo y otros. Todos eran alimentos buenos para la salud y podían producirse de manera orgánica.
Actualmente, trabaja con 35 productores agrícolas, a quienes eventualmente capacita para garantizar productos 100% ecológicos, pero también para que las comunidades puedan procesar sus cultivos con otros fines que el de vendérselo a ella.
Senobia mira atrás y se siente orgullosa de lo que ha logrado. Desde sus 15 años ha tenido que valerse por sí misma. Sus padres se marcharon al campo. Ella y sus hermanos se quedaron solos en la ciudad. Fue una época de escasez, pero pese a ello no se rindió. Se inscribió en cursos de cocina para aprender este oficio. Su profesora le ayudaba con los insumos para cada clase a cambio de que la ayudara. La comida que le tocaba luego de las clases de cocina, la llevaba a su casa para alimentar a sus hermanitos. Hoy, Senobia es el pilar fundamental no solo de su familia, sino de más de 40 personas, entre productores y trabajadores, que generan ingresos gracias al mercado del helado ecológico.