Elecciones en Brasil: Lula da Silva, el ex presidente que se ilusiona con volver

Tornero mecánico, líder sindical, abanderado de sectores pobres y condenado por corrupción. Quién es el líder del Partido de los Trabajadores.

Fuente: https://www.clarin.com 

“Mentiroso. Ex presidiario. Traidor de la patria”. En el último debate por TV, el jueves pasado, el presidente Jair Bolsonaro desplegó su furia para describir a su principal rival en las elecciones de este domingo, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

El ex líder sindical, fundador del Partido de los Trabajadores, respondió con firmeza: “Este 2 de octubre, el pueblo te va a mandar a casa”.



Amparado en las encuestas que lo presentan como favorito Lula da Silva se ilusiona con volver a colocarse la banda verde y amarilla.

Sus anuncios de campaña revivieron el lema que popularizó desde su primer intento por llegar a la Presidencia, en 1989, cuando era un combativo líder sindical temido por los empresarios y por las clases pudientes: “Sin miedo de ser feliz”.

Tres décadas después, Lula se apoya hoy en una decena de partidos progresistas de tendencia diversa y, para hacer frente a Bolsonaro, no tuvo reparos en abrazarse con antiguos adversarios, como el conservador Geraldo Alckmin, su candidato a vicepresidente.

Con estos respaldos y el recuerdo de la experiencia de sus ocho años de gobierno (2003-2010), ahora Lula ya no despierta los temores que alimentaba dos décadas atrás.

Por el contrario, el sector privado lo mira con cierto agrado. Recuerda, claro, los beneficios que obtuvieron las empresas privadas en su gestión, una época de fuerte crecimiento económico.

Ahora promete volver a mover la rueda de la economía, generar empleo con obras públicas y calentar el consumo con programas de distribución de renta.

Terminar con el hambre

Pero el mensaje de Lula, con su voz ronca y el lenguaje llano y directo de alguien que nunca pasó por la universidad, llega principalmente a los sectores más pobres.

A ellos les asegura que «cuidará del pueblo» y repetirá la hazaña de terminar con el hambre, cuando la crisis económica derivada de la pandemia vació las alacenas de 33 millones de brasileños.

Para seducir una vez más a los sectores populares, su histórica base de apoyo, la campaña de Lula revivió otro recuerdo: la historia del propio ex mandatario, que de chico, con su familia, huyó del hambre desde el empobrecido noreste de Brasil para buscar oportunidades en San Pablo, la región más industrializada del país.

Lula aprendió a sobrevivir en la calle como vendedor y limpiabotas, hasta que, de adolescente, se formó como tornero mecánico en San Pablo. Fue el primero en su familia que logró tener una profesión, un sueldo mínimo y una casa.

En las fábricas Lula se unió al movimiento sindical y llegó a presidir la central obrera más importante del país. Pero sobre todo, despuntó como un hábil y pragmático estratega de verbo demoledor.

El sindicalismo fue el trampolín de su carrera hacia la Presidencia. En los años 80 fundó el Partido de los Trabajadores (PT), una fuerza de origen trotskista que terminó convertida en una formación de centroizquierda que se alió a los conservadores.

La presidencia

Al llegar al poder, el sindicalista combativo mostró su otra cara. Se enfundó en trajes elegantes y, con su versión más moderada, consiguió ganarse la confianza del mercado y de la banca.

Dirigió una economía pujante beneficiada por el boom de las materias primas y sacó de la pobreza a cerca 28 millones de personas, un éxito que le reconocen hasta sus adversarios.

Pero su enorme popularidad, que llegaba al 87% en enero de 2011, cuando terminó su segundo mandato, se vio empañada por la corrupción.

Lula llegó a ser condenado dos veces por una serie de escándalos de desvío de fondos públicos y pasó un año y medio en prisión, entre abril de 2018 y noviembre de 2019. Y tuvo que resignar su intención de presentarse a las elecciones de hace cuatro años, que finalmente ganó Bolsonaro.

Un año después, el Tribunal Supremo anuló esas dos causas por errores e irregularidades procesales y le allanó el camino político.

Desde entonces, trató de limpiar su nombre y de defender que el motivo de sus condenas fue puramente político, para permitir el triunfo electoral de Bolsonaro.

Pero lo cierto es que la corrupción sigue siendo el punto débil al que apuntan la mayoría de los ataques de sus detractores, y es una de las razones detrás de las altas tasas de rechazo a Lula, que llegan al 38%.

Exactamente 20 años después de la victoria que lo llevó a la presidencia, Lula tiene confianza en desbancar a Bolsonaro