Escuela australiana implementó sistema de biometría para evitar que sus baños sean vandalizados

Una escuela secundaria de Sydney, Australia, planteó la implementación de un sistema de identificación de huellas dactilares, para tener un registro de los estudiantes que destrozaban sus baños.

Bajo esta modalidad, el acceso a los baños de la escuela se encuentran resguardados por un sistema de registro que funciona con huellas digitales o, en su defecto, con tarjetas magnéticas.



Registro de datos biométricos para el resguardo interno de una escuela en Sydney

El establecimiento educativo Moorebank High School implementó esta controversial medida, que ha puesto en debate algunos cuestionamientos en su comunidad con respecto a la seguridad y privacidad de los datos de los estudiantes involucrados.

La participación en este programa es optativa, pero aún así el acceso a los baños se encuentra protegido por un filtro de acceso. «Si los estudiantes o los padres lo prefieren, los estudiantes también pueden acceder a los baños durante esos horarios obteniendo una tarjeta de acceso en la oficina», dijo una portavoz del Departamento de Educación de Australia, con respecto a quienes no quieran participar de este control con su huella digital.

«Todos los padres fueron notificados a través de boletines escolares y las actas de las reuniones de los grupos de enfoque de la comunidad también se enviaron por correo electrónico a todos los padres», agregó la vocera, en conversación con el medio local ABC News.

La polémica en torno a esta medida, que ha trascendido desde la comunidad del establecimiento educativo, hasta defensores de los derechos digitales, radica en que la biometría mide las características físicas o de comportamiento únicas de una persona, con fines de identificación. El recurso más utilizado para estos fines es la huella dactilar, pero en otras instancias también pueden ser otros datos sensibles, como el rostro, el iris, la voz o la forma en que una persona camina, escribe, se comporta o expresa una emoción.

Este debate es nuevo en Australia y aún ajeno a gran parte del mundo. Sin embargo, no es una novedad del todo, pues proyectos similares ya han sido puestos en marcha en el Reino Unido desde el 2000 y en Estados Unidos, desde 2006, para controles de asistencia o la habilitación del acceso a ciertos sectores como bibliotecas o cafeterías.

En torno a estas tecnologías, existe un lucrativo negocio de empresas conocidas como “edtech”. Sin embargo, su expansión ha sido material de objeciones éticas por las eventuales vulneraciones de privacidad de los estudiantes, su seguridad, el robo de identidad y las infracciones de los derechos y libertades de los niños.

Mientras las autoridades legislativas y los responsables de los establecimientos educativos de cada país asumen su parte en este debate, es importante que las comunidades educativas, principalmente padres y estudiantes, cuestionen algunos aspectos críticos de estas iniciativas para obtener las garantías pertinentes.

Conocer exactamente qué información se recopila, cuándo y con qué fin, así como bajo qué condiciones se almacenan, administran y aseguran estos datos, resulta de suma importancia para justificar adecuadamente la opción de participar o no en estos programas. También, estar al tanto de las alternativas ofrecidas para quienes se quieran marginar de estos sistemas e incluso, la repercusión presupuestaria de su implementación, resulta clave para tomar decisiones bien ponderadas.

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