Bolivia: Entre el dengue y el merequetengue

Hace dos domingos estaba alistándome para asistir a un almuerzo en casa de un cofrade Taura y antes de salir sentí un desgano tremendo, raro en mí. Me tomé la temperatura y estaba en 39.1 grados. Cuando llegué a la clínica ya había subido a 39.4. La fiebre chillaba. Me tumbaron en una camilla durante tres horas interminables para recibir suero y ahí comenzó la vía crucis que, recién hoy, empieza a ceder, aunque no del todo. ¿Y a qué se debía toda esta malhadada fiebre? Pues nada menos que al dengue. El dengue traidor que contagió a mi hija el mismo domingo del frustrado almuerzo y que ya tenía infectada a Teresita, mi mujer, desde hacía tres días.

¿Nos picó el mismo mosquito para dejarnos fuera de combate a los tres? Imposible, porque habría reventado de gordo. No habría podido levantar vuelo luego de semejante banquetazo. Sería como si una persona normal se embuchara tres patos. Fiebre, inapetencia, escalofríos, diarrea, aptas, y cuanta cosa más, aparecieron en mi veterano organismo. Menos mal que Elvia, nuestra colaboradora, que se las sabe todas, hizo de doctora y nos alivió de nuestros males, a veces con remedios científicos y otras con pócimas que ya se las había oído a mis abuelas y que hacen parar los pelos.



Hemos visto que el dengue está cundiendo por todos lados, sobre todo en Santa Cruz y que puede llegar a causar la muerte, principalmente en los niños. ¿Por qué hay tanta plaga en Santa Cruz? ¿O será que antes había lo mismo y la gente se moría sin publicidad? Porque ahora cada enfermo tiene su curriculum, tiene que declarar por qué está enfermo, para luego convertirse en estrella de la tele, ávida de noticias truculentas.

Cuando yo era muchacho doblaban las campanas de la catedral y era señal de que algún personaje de solera había fallecido de viejo y que había que echarle brasas a la plancha de hierro para que el traje de luto luciera de acuerdo con el difunto. Dengue, Chikunguña Zica, Sarampión, Cólera, son las pestes tropicales que ahora nos visitan anualmente, como si estuviéramos en el corazón de África a merced de chamanes. Ante la guerra contra los mosquitos y a falta de otra cosa, los cruceños vamos a especializarnos en el feo oficio de incineradores bosta dentro nuestras casas, peor cuando el kilo se venda por arroba y vaya a alcanzar precios de los artículos de primera necesidad.

Bolivia es un país notable por donde se lo mire. Estoy saliendo del dengue, que es una enfermedad peligrosa, y de golpe, mirando los periódicos pasados y la tele, me doy cuenta de que estamos inmersos en una peste que puede ser peor: el merequetengue. Esto no se arregla quemando bosta equina sino deteniendo a los malos espíritus. El merequetengue que conocemos en varios países latinoamericanos, es ladino por un lado y festivo por el otro. Es confusión y caos o también fiesta y alboroto. En Bolivia, para variar, ha sido caótico.

Desde la desvergonzada cámara oculta en la celda del gobernador Camacho en Chonchocoro, cuando no se ha respetado ni la intimidad de su esposa, se ha desatado una hemorragia de escándalos dignas del Infierno. Evo Morales asegura que los llamados “renovadores” lo quieren asesinar y por su lado los “renovadores” juran que Morales planea un magnicidio contra Arce. Y todo por la Presidencia del 2025. Aparecen voces destempladas y amenazantes de un señor Rolando Cuéllar, así como otro con facha de luchador mexicano de apellido Ezequiel y otro afrancesado que se llama Bohavaril, una diputada Choque y un diputado Arispe y otro parlamentario Arce y así sucesivamente van llenándose de infundios soeces unos contra otros. Ese debe ser el “talento humano” del que se precia el ministro de Gobierno cuando se refiere a su gente.

Lo que los cambas no entendemos es por qué se dicen “hermanos” y “hermanas”, aunque se odien. Ese falso trato fraterno es una muestra más del temperamento sinuoso y cínico con que pueden abrazarse los mestizos del Ande con la sonrisa en los labios a la vez que con el puñal listo para clavarlo sin asco. Caín y Abel, entre tanto, están buscando la quijada del burro para partirle la cabeza al otro. Empero, siguen siendo “hermanos”.

El merequetengue se volverá bailable en estos días del carnaval y los “hermanos” andarán como locos detrás de las “hermanas”, porque hay que menear el esqueleto. Correrá la chicha a la par que las inundaciones. Los cruceños estaremos más tranquilos, lo que no significa que se vaya a producir un encierro de cinco días. No faltarán las reuniones familiares, ni tampoco la banda seguramente, pero las comparsas más importantes, las más tradicionales, no participarán del corso, ni de la coronación de nuestra Reina que en un gesto noble renunció a su cetro.

El merequetengue cruceño se ha establecido en el Comité Cívico y es una pena que eso haya sucedido sin importar de quien tenga la razón. Es un contagio muy feo que nos debilita. Esto puede quebrar la unidad de nuestra gloriosa corporación, desde el momento en que le imputen intenciones racistas. Eso de que el color de la piel vale en el Comité es un absurdo, no existe. Más no es necesario de que sea cierto o no, cuando los enemigos de Santa Cruz ya han lanzado a los cuatro vientos, ese infundio que solo tiene como meta debilitar a la institución cruceña más auténtica y corajuda.